viernes, 31 de mayo de 2013

Lo poco que tenemos, compartido, se convierte en riqueza

 30/05/13 10:11 PM.


En la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Santo Padre Francisco celebró la Santa Misa en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán y presidió la procesión Eucarística que, recorriendo vía Merulana, culminó en la cercana Basílica de Santa María la Mayor. El Papa ha animado a los fieles a preguntarse: «¿cómo vivo la Eucaristía? ¿La vivo en forma anónima o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también con tantos hermanos y hermanas que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas?»

En su homilía, el Obispo de Roma, dirigiéndose a los numerosos fieles presentes comenzó destacando que en el Evangelio según San Lucas, que acababan de escuchar, hay una expresión de Jesús que siempre le llama la atención: «Denles ustedes de comer». (Lc 9, 13).
Partiendo de esta frase, el Pontífice se dejó guiar por tres palabras, a saber: seguimiento, comunión y participación.

El Papa Francisco invitó a preguntarnos esta noche, adorando a Cristo presente realmente en la Eucaristía: «¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el Señor se done a mí, me guíe a salir cada vez más de mi pequeño recinto y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los demás?».

«Seguimiento, comunión, participación - concluyó diciendo en su homilía -. Oremos para que la participación en la Eucaristía nos provoque siempre: a seguir al Señor cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con nuestro prójimo lo que somos. Entonces - dijo el Papa Francisco - nuestra existencia será verdaderamente fecunda».


"Homilía completa del papa Francisco":

Queridos hermanos y hermanas:

En el Evangelio que hemos escuchado hay una expresión de Jesús que me sorprende siempre: "Denles ustedes de comer" (Lc 9,13). Partiendo de esta frase, me dejo guiar por tres palabras: seguimiento, comunión, compartir.

1.- Ante todo: ¿quiénes son aquellos a los que dar de comer? La respuesta la encontramos al inicio del pasaje evangélico: es la muchedumbre, la multitud. Jesús está en medio a la gente, la recibe, le habla, la sana, le muestra la misericordia de Dios; en medio a ella elige a los Doce Apóstoles para permanecer con Él y sumergirse como Él en las situaciones concretas del mundo. Y la gente lo sigue, lo escucha, porque Jesús habla y actúa de una manera nueva, con la autoridad de quien es auténtico y coherente, de quien habla y actúa con verdad, de quien dona la esperanza que viene de Dios, de quien es revelación del Rostro de un Dios que es amor. Y la gente, con gozo, bendice al Señor.

Esta tarde nosotros somos la multitud del Evangelio, también nosotros intentamos seguir a Jesús para escucharlo, para entrar en comunión con Él en la Eucaristía, para acompañarlo y para que nos acompañe. Preguntémonos: ¿cómo sigo a Jesús? Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás.

2.- Demos un paso adelante: ¿de dónde nace la invitación que Jesús hace a los discípulos de saciar ellos mismos el hambre de la multitud? Nace de dos elementos: sobre todo de la multitud que, siguiendo a Jesús, se encuentra en un lugar solitario, lejos de los lugares habitados, mientras cae la tarde, y luego por la preocupación de los discípulos que piden a Jesús despedir a la gente para que vaya a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida (cfr. Lc 9, 12). Frente a la necesidad de la multitud, ésta es la solución de los apóstoles: que cada uno piense en sí mismo: ¡despedir a la gente! ¡Cuántas veces nosotros cristianos tenemos esta tentación! No nos hacemos cargo de la necesidad de los otros, despidiéndolos con un piadoso: "¡Que Dios te ayude!". Pero la solución de Jesús va hacia otra dirección, una dirección que sorprende a los discípulos: "denles ustedes de comer". Pero ¿cómo es posible que seamos nosotros los que demos de comer a una multitud? "No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente". Pero Jesús no se desanima: pide a los discípulos hacer sentar a la gente en comunidades de cincuenta personas, eleva su mirada hacia el cielo, pronuncia la bendición parte los panes y los da a los discípulos para que los distribuyan. Es un momento de profunda comunión: la multitud alimentada con la palabra del Señor, es ahora nutrida con su pan de vida. Y todos se saciaron, escribe el Evangelista.

Esta tarde también nosotros estamos en torno a la mesa del Señor, a la mesa del Sacrificio eucarístico, en el que Él nos dona su cuerpo una vez más, hace presente el único sacrificio de la Cruz. Es en la escucha de su Palabra, en el nutrirse de su Cuerpo y de su Sangre, que Él nos hace pasar del ser multitud a ser comunidad, del anonimato a la comunión. La Eucaristía es el Sacramento de la comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento, la fe en Él. Entonces tendremos todos que preguntarnos ante el Señor: ¿cómo vivo la Eucaristía? ¿La vivo en forma anónima o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también con tantos hermanos y hermanas que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas?

3.- Un último elemento: ¿de dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta se encuentra en la invitación de Jesús a los discípulos "Denles ustedes", "dar", compartir. ¿Qué cosa comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son justamente esos panes y esos peces que en las manos del Señor sacian el hambre de toda la gente. Y son justamente los discípulos desorientados ante la incapacidad de sus posibilidades, ante la pobreza de lo que pueden ofrecer, los que hacen sentar a la muchedumbre y distribuyen - confiándose en la palabra de Jesús - los panes y los peces que sacian el hambre de la multitud. Y esto nos indica que en la Iglesia pero también en la sociedad existe una palabra clave a la que no tenemos que tener miedo: "solidaridad", o sea saber `poner a disposición de Dios aquello que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque solo en el compartir, en el donarse, nuestra vida será fecunda, dará frutos. Solidaridad: ¡una palabra mal vista por el espíritu mundano!

Esta tarde, una vez más, el Señor distribuye para nosotros el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también nosotros experimentamos la "solidaridad de Dios" con el hombre, una solidaridad que no se acaba jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo, la muerte. También esta tarde Jesús se dona a nosotros en la Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más se hace alimento, el verdadero alimento que sostiene nuestra vida en los momentos en los que el camino se hace duro, los obstáculos frenan nuestros pasos. Y en la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, aquel del servicio, del compartir, del donarse, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si es compartido, se convierte en riqueza, porque es la potencia de Dios, que es la potencia del amor que desciende sobre nuestra pobreza para transformarla.

Esta tarde entonces preguntémonos, adorando a Cristo presente realmente en la Eucaristía: ¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los demás?
Seguimiento, comunión, compartir. Oremos para que la participación a la Eucaristía nos provoque siempre: a seguir al Señor cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con nuestro prójimo aquello que somos. Entonces nuestra existencia será verdaderamente fecunda.
 
Amen.


(Infocatólica/RV)

miércoles, 29 de mayo de 2013

El triunfo de Cristo pasa por la cruz

29/05/13 5:46 PM.

http://www.lagubiayeltas.us/Secciones/Capilla/Misterios/Resurrection.jpg
 La Resurrección de Cristo (Murillo)

Durante la homilía predicada en la Misa que el Papa Francisco ha oficiado hoy en la residencia de Santa Marta, el Santo Padre ha asegurado que el «triunfalismo paraliza a la Iglesia» y que los cristianos tienen que vencer la tentación de un «cristianismo sin cruz», mundano. El Papa reflexionó camino de la fe y denunció la tentación de ser «cristianos a la mitad», cristianos que buscan -dijo- el triunfo inmediato, «sin seguir a la Cruz, buscando un triunfo mundano, razonable».

«El triunfalismo en la Iglesia paraliza a la Iglesia, el triunfalismo en los cristianos paraliza a los cristianos. Una Iglesia triunfalista es una iglesia que se queda a mitad del camino», advirtió el papa, que pidió a Dios la gracia «para no ser una iglesia triunfalista, de grandes éxitos, sino humilde, que camina con decisión, como Jesús».

El Papa ha advertido del peligro de «una iglesia que reniega a los mártires porque no sabe que los mártires son necesarios a la Iglesia para el camino de la Cruz. Una Iglesia que sólo piensa en los triunfos, los éxitos, que no sabe aquella regla de Jesús: la regla del triunfo a través del fracaso, el fracaso humano, el fracaso de la Cruz. Y ésta es una tentación que todos tenemos».

· Los medios piden retransmitir todas las Misas del Papa

El portavoz vaticano, Federico Lombardi, dijo hoy que las homilías del papa Bergoglio han suscitado un gran interés y han llegado al Vaticano numerosas peticiones para asistir y para que puedan ser transmitida por televisión o radio.
Sin embargo, el Papa ha dicho «explícitamente que no lo desea, para que puedan conservar el carácter de familiaridad».

El P. Lombardi precisó que el Papa pronuncia las homilías sin la base de un texto escrito y en italiano, que aunque lo domina -señaló- no es el idioma materno del pontífice argentino.
Una publicación integral de la homilía -subrayó Lombardi- obligaría a una transcripción y a una reelaboración del texto en diferentes puntos, «ya que la forma escrita es diferente a la oral» y se acabaría «revisando» lo dicho por el Papa, «con el resultado de otra cosas diferente a lo que el Santo Padre pretende».

· Audiencia general

El misterio de la Iglesia será el tema del nuevo ciclo de catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles.«Un misterio - ha dicho- que todos vivimos y del que formamos parte». El Papa, que abordará este argumento a la luz de los textos del Concilio Vaticano II, ha elegido hoy hablar de la Iglesia como familia de Dios, partiendo de la parábola del hijo pródigo que ilustra cual es el proyecto de Dios para la humanidad.

A pesar de la fuerte lluvia que de improviso ha caído en Roma esta mañana, Francisco ha seguido su costumbre de recorrer en automóvil descubierto la Plaza de San Pedro saludando a las decenas de miles de personas presentes y, antes de empezar la catequesis, ha bromeado con ellas elogiando su aguante a pesar de la inclemencia del tiempo.

En la catequesis el Santo Padre ha explicado que el plan de Dios es «hacer de todos nosotros la única familia de sus hijos en la que cada uno sienta su cercanía y su amor... el calor de ser familia de Dios. En este gran diseño tiene su origen la Iglesia que no es una organización nacida del acuerdo entre varias personas, sino... una obra de Dios que nace de este amor y se realiza progresivamente en la historia».

La Iglesia, ha explicado el pontífice «nace del deseo de Dios de llamar a todas las personas a la comunión con Él, a su amistad; todavía más a participar como hijos suyos de su misma vida divina. La misma palabra «Iglesia», del griego ekklesia, significa «convocación» : Dios nos convoca, nos empuja a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y nos llama a ser parte de su familia. Y esta llamada parte ya de la creación. Dios nos ha creado para que viviéramos en una relación de profunda amistad con él, e incluso cuando el pecado ha roto esta relación con Dios, con los demás y con la creación, no nos ha abandonado. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Él llamó a Abraham para ser el padre de una multitud, ha elegido al pueblo de Israel para forjar una alianza que abraza a todas las naciones, y envió, en la plenitud de los tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realizase en una nueva y eterna alianza con la humanidad».

Cuando leemos los Evangelios, «vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad prepara y edifica su Iglesia». Una Iglesia cuyo origen es «el acto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que brotan sangre y agua, símbolo de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En la familia de Dios, y en la Iglesia, la linfa vital es el amor de Dios que se concreta en amarlo a El y en amar a los demás; a todos, sin distinción, ni medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado». Y esa Iglesia se manifiesta como en Pentecostés, «cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y les empuja a salir y ponerse en camino para anunciar el Evangelio y difundir el amor de Dios».

El Papa ha señalado que incluso hoy en día, «algunos dicen: «Cristo sí, la Iglesia no», como los que dicen: Yo creo en Dios, pero no en los curas. Pero es la Iglesia la que nos lleva a Cristo y a Dios: la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por supuesto también tiene aspectos humanos y en los que la forman , pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones y pecados; también el Papa tiene, y muchos; pero lo bonito es que cuando nos damos cuenta de ser pecadores encontramos la misericordia de Dios que perdona siempre, no os olvidéis nunca; nos perdona siempre y nos acoge en su amor de perdón y misericordia. Algunos dicen que el pecado es una ofensa a Dios pero también es una oportunidad de humillación para darnos cuenta de que hay algo mejor : la misericordia de Dios».

«¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan acogidos y comprendidos, sientan la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida?», ha invitado el pontífice a preguntarse a todos los presentes y ha añadido que «la fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, pero Dios nos llama a vivir nuestra fe juntos, como una familia, como la Iglesia».

«Pidamos al Señor de una manera especial en este Año de la Fe que nuestras comunidades, toda la Iglesia sean cada vez más verdaderas familias que viven el calor de Dios y lo transmiten a los demás», ha concluido el Santo Padre.

 (Infocatólica/VIS/Agencias/Lombardi)

martes, 28 de mayo de 2013

El espíritu del mundo no tolera dar testimonio de Jesús

VATICANO, 28 May. 13 / 09:43 am.
 

En la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco dijo que "cuando todo es bello", algo no funciona en la vida cristiana; y destacó que el anuncio de Jesús llega a los huesos, al corazón, y nos cambia; algo que el mundo no tolera y por lo cual empiezan las persecuciones contra los cristianos, que con esa cruz nunca están solos porque el Señor siempre acompaña.

El Santo Padre hizo esta reflexión meditando en el Evangelio en en el que San Pedro pregunta al Señor por la recompensa que recibirá por seguirlo. Jesús, observó el Papa, responde que aquellos que lo seguirán tendrán "tantas cosas bellas" pero "con persecución".

El camino del Señor, continuó, "es un camino de ‘humillación’, un camino que termina en la Cruz". He aquí el por qué, agregó, "siempre habrá dificultades, las persecuciones". Existirán siempre, "porque Él tomó este camino antes" que nosotros.

El Santo Padre hizo notar que "cuando un cristiano no tiene dificultades en la vida –todo va bien, todo es bello– algo no funciona". Se puede pensar que sea "muy amigo del espíritu del mundo, de la mundanidad". y ésta, constató, "es la tentación propia de un cristiano".

"Seguir a Jesús sí, pero sólo hasta un cierto punto; seguir a Jesús como una forma cultural: soy cristiano, tengo esta cultura… Pero sin la exigencia del verdadero seguimiento de Jesús, la exigencia de ir sobre su camino. Si se sigue a Jesús como una propuesta cultural, se usa este camino para ascender cada vez más, para tener más poder. Y la historia de la Iglesia está llena de esto, comenzando por algunos emperadores y después tantos gobernantes y tantas otras personas, ¿no? Y también algunos -no quiero decir tantos sino algunos- sacerdotes, algunos obispos, ¿no? Algunos dicen que son bastantes… algunos que piensan que seguir a Jesús es hacer carrera".

El Papa recordó que había un tiempo, "en la literatura de hace dos siglos", en el que a veces se acostumbraba decir que uno "de niño tenía ganas de seguir la carrera eclesiástica". Y recalcó que "tantos cristianos, tentados por el espíritu del mundo, piensan que seguir a Jesús es bueno porque se puede hacer carrera, se puede ascender".

Pero este "no es el espíritu" y es, en cambio, la actitud de Pedro que habla de carrera y Jesús le responde: "Si, te daré todo con persecución". "No se puede sacar la Cruz del camino de Jesús: está siempre". Pero el Papa también precisó que esto no quiere decir que el cristiano debe hacerse daño. El cristiano "sigue a Jesús por amor y cuando se sigue a Jesús por amor, la envidia del diablo hace tantas cosas". El "espíritu del mundo no tolera esto, no tolera el testimonio":
"Piensen en la Madre Teresa: ¿qué cosa dice el espíritu del mundo sobre la Madre Teresa? ‘Ah, la Beata Teresa es una mujer buena, ha hecho tantas cosas buenas por los demás…’. El espíritu del mundo no dice jamás que la Beata Teresa, todos los días, por tantas horas, permanecía en adoración… ¡Jamás! Reduce la actividad cristiana a hacer el bien social. Como si la existencia cristiana fuese un barniz, una pátina de cristianismo".

"El anuncio de Jesús no es una pátina: el anuncio de Jesús llega a los huesos, al corazón, va hasta adentro y nos cambia. Y esto no lo tolera el espíritu del mundo, no lo tolera y por esto ocurren las persecuciones", resaltó.

Quien deja la propia casa, la propia familia para seguir a Jesús, notó el Obispo de Roma, recibe cien veces más "ya ahora en este tiempo". Cien veces junto a las persecuciones. Y esto no puede ser olvidado.

El Papa Francisco concluyó asegurando que "el seguimiento de Jesús es justamente esto: ir con Él por amor, tras de Él: el mismo camino. Y el espíritu del mundo será aquel que no lo tolerará y nos hará sufrir, pero un sufrimiento como aquel de Jesús. Pidamos esta gracia: seguir a Jesús por el camino que Él nos ha hecho ver y que Él nos ha enseñado. Esto es bello, porque jamás nos deja solos. ¡Jamás! Está siempre con nosotros. Así sea".

(ACI/EWTN Noticias)

Lo provisional es no seguir a Jesús

VATICANO, 27 May. 13 / 09:52 am

 Cultura del bienestar adormece y no deja seguir a Jesús, alerta el Papa

En su habitual homilía de la Misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco advirtió que la cultura del bienestar, que adormece y hace perezosas a las personas, así como la fascinación por lo provisional, no permiten seguir a Jesús.

Meditando en el pasaje del joven rico, que se entristece porque Jesús le pide dejarlo todo, el Papa alentó a hacer un examen de consciencia sobre las "riquezas" que hoy en día impiden acercarse al Señor.

El Santo Padre dijo que "las riquezas son un obstáculo" que "no hace fácil el camino hacia el Reino de Dios". Por lo demás, advirtió, "Cada uno de nosotros tiene sus ‘riquezas’". Existe siempre, explicó, una riqueza que nos "impide acercarnos a Jesús". Y esto hay que detectarlo. Todos, continuó, "tenemos que hacer un examen de conciencia sobre cuáles son nuestras riquezas, porque nos impiden acercarnos Jesús en el camino de la vida".

Francisco se refirió a dos "riquezas culturales": ante todo la "cultura del bienestar, que nos hace poco valientes, nos hace perezosos, nos hace también egoístas". El bienestar, constató el Obispo de Roma, "nos adormece, es una anestesia":
"‘No, no, más de un hijo no, porque no podremos ir de vacaciones, no podremos ir a tal lugar, no podremos comprar la casa’. Está bien seguir al Señor, pero hasta un cierto punto. Esto es lo que hace el bienestar: todos sabemos bien cómo es el bienestar, pero esto nos destruye, nos despoja de aquel valor, de aquel coraje fuerte para acercarnos a Jesús. Esta es hoy la primera riqueza de nuestra cultura, la cultura del bienestar".

Existe además, agregó, "otra riqueza en nuestra cultura", una riqueza que nos "impide acercarnos a Jesús: es la fascinación de lo provisional". Nosotros, observó el Papa, estamos "enamorados de lo provisional". Las "propuestas definitivas" que nos hace Jesús, puntualizó, "no nos gustan". En cambio nos gusta lo pasajero, porque "tenemos miedo del tiempo de Dios" que es definitivo:
"Él es el Señor del tiempo, nosotros somos los señores del momento. ¿Por qué? Porque en ese instante somos los que mandan: hasta aquí sigo al Señor, después se verá… Una vez supe de uno que quería ser sacerdote, pero sólo por diez años, no más … Cuántas parejas, cuántas parejas se casan, sin decirlo, pero pensándolo con el corazón : ‘hasta que dure el amor y después se verá…’ La fascinación de lo provisional: ésta es una riqueza".

El Papa Francisco afirmó que "debemos convertirnos en dueños del tiempo, hacemos breve el tiempo reduciéndolo al momento. Estas dos riquezas son aquellas que en este momento nos impiden ir hacia adelante. Pienso en tantos, tantos hombres y mujeres que han dejado la propia tierra para ir como misioneros por toda la vida: ¡aquello es lo definitivo!".

"Pero también, aseguró, pienso en tantos hombres y mujeres que "han dejado la propia casa para hacer un matrimonio por toda la vida"; ¡aquello es "seguir a Jesús de cerca! ¡Es lo definitivo!".

Lo provisional, repitió el Papa Francisco, "es no seguir a Jesús", ese es "territorio nuestro":
"Ante la invitación de Jesús, ante estas dos riquezas culturales pensamos en los discípulos: estaban desconcertados. También nosotros podemos estar desconcertados por estas palabras de Jesús. Cuando Jesús explicaba alguna cosa estaban aún más desconcertados".

Para concluir el Santo Padre animó a pedirle "al Señor que nos dé el valor de ir adelante, despojándonos de esta cultura del bienestar, con la esperanza – al final del camino, donde Él nos espera - en el tiempo. No con la pequeña esperanza del momento que no sirve más. Así sea".

(ACI/EWTN Noticias)

El amor de Dios no es amor sentimental

VATICANO, 26 May. 13 / 09:42 am.

  
"Bautismo de Cristo." Francesco Trevisani (1723), con la Trinidad.

En sus palabras previas al rezo del Ángelus, ante los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó que “Dios no es algo vago, nuestro Dios no es un Dios spray, es concreto, no es abstracto, sino que tiene un nombre: ‘Dios es amor’”.

Este amor, dijo el Santo Padre, “no es un amor sentimental, emocional, sino el amor del Padre, que es la fuente de toda la vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu, que renueva al hombre y al mundo”.

Pensar que Dios es amor, nos hace bien, porque nos enseña a amar, a entregarnos a los demás como Jesús mismo se dio por nosotros y camina con nosotros. Y Jesús camina con nosotros en el camino de la vida”.

Al celebrarse hoy el Domingo de la Santísima Trinidad, el Papa remarcó que “la Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando con la humanidad”.

“Es Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de Israel y Jesús caminó siempre con nosotros y nos prometió el Espíritu Santo, que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que nos guía en nuestro interior, que nos da buenas ideas y buenas inspiraciones”.

El Papa indicó que “hoy alabamos a Dios, no por un misterio particular, sino por Sí mismo, ‘por su inmensa gloria’, como dice el himno litúrgico. Lo alabamos y le damos las gracias porque Él es Amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión, que es la vida eterna”.

Encomendemos nuestra alabanza a las manos de la Virgen María. Ella, la más humilde de las criaturas, gracias a Cristo ya ha alcanzado la meta de la peregrinación en la tierra: ya está en la gloria de la Trinidad. Por esto María, nuestra Madre, la Virgen, resplandece por nosotros como signo seguro de esperanza”.

La Virgen María, señaló el Santo Padre, “es la madre de la esperanza, en nuestro camino, en nuestra vida es la madre de la esperanza, es la madre la que nos consuela también, la madre de la consolación y la madre que nos acompaña en el viaje”.

Francisco también recordó que esta mañana “hice mi primera visita a una parroquia de la diócesis de Roma. Doy gracias al Señor y les pido que oren por mi servicio pastoral a esta Iglesia de Roma, que tiene la misión de presidir en la caridad universal”.

(ACI/EWTN Noticias)

domingo, 26 de mayo de 2013

Jesús quiere que todos se acerquen a él

25/05/13 8:29 PM.

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Comentando el evangelio de Marcos (10, 13-16), el pontífice ha recordado el reproche de Jesús a los discípulos que querían alejar de él a los niños que la gente llevaba para pedir una caricia. Los discípulos proponían «una bendición general y después todos fuera», pero ¿qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó –ha respondido el papa- diciendo «dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios».

La fe del pueblo de Dios es una fe sencilla. Por ejemplo, quizá no sabe explicar bien quién es la Virgen, pero «para esto –ha dicho- hay que ir al teólogo: te explicará bien quién es María». Pero, ha añadido, «si tú quieres saber cómo se ama a María, ve donde el pueblo de Dios que te lo enseñará mejor y bien». Es un pueblo «que siempre se acerca para pedir algo a Jesús» y algunas veces también con un poco de insistencia. «Recuerdo una vez –ha contado el papa- durante la fiesta patronal de la ciudad de Salta; una señora humilde pedía a un sacerdote la bendición. El sacerdote le dijo: ¡pero señora usted ha estado en la misa! Y luego le ha explicado toda la teología de la bendición en la misa. Ah, gracias padre, sí padre, respondió la señora. Pero cuando el sacerdote se fue la señora se dirigió a otro sacerdote: deme la bendición. Todas aquellas palabras no entraron en ella porque tenía otra necesidad, la necesidad de ser tocada por el Señor. Esta es la fe que buscamos y que debemos encontrar siempre porque la suscita el Espíritu Santo. Nosotros debemos facilitarla, hacerla crecer, ayudarla a crecer.

El papa luego ha vuelto a explicar la actitud de Jesús que reprende a los apóstoles que impiden a la gente acercarse a él. No lo hacían por maldad: querían sólo ayudarle. Lo mismo habían hecho aquellos que en Jericó trataron de hacer callar al ciego que, advertido de la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención y hacerse salvar. Era como si hubieran dicho, ha explicado el papa: «El protocolo no lo permite: este es la segunda persona de la Trinidad, ¿qué haces? Esto me hace pensar en muchos cristianos...».

Para explicar mejor el concepto, el pontífice ha puesto algunos ejemplos. En particular lo que sucede cuando dos novios que quieren casarse se presentan en la secretaría de una parroquia y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia o les preguntan si sus documentos están bien. Así a veces, ha recordado el papa, estos «encuentran la puerta cerrada». De este modo quien tendría la posibilidad «de abrir la puerta dando gracias a Dios por este nuevo matrimonio» no lo hace, al contrario la cierra. Tantas veces «somos controladores de la fe en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente».

Es «una tentación que tenemos; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor». Y ha puesto otro ejemplo: el caso de una madre soltera que va a la iglesia, a la parroquia, pide bautizar al niño y le responde «un cristiano o una cristiana»: no «no puedes, tú no estás casada». Y ha añadido: «Mirad esta chica que ha tenido el coraje de llevar adelante su embarazo» y de no abortar: «¿Qué encuentra? Una puerta cerrada. Y así sucede a muchas. Este no es un buen celo pastoral. Esto aleja del Señor, no abre las puertas. Y así cuando vamos por esta vía, con esta actitud, no hacemos bien a la gente, al pueblo de Dios. Pero Jesús ha instituido siete sacramentos (*) y nosotros con esta actitud instituimos el octavo, el sacramento de la aduana pastoral».

«Jesús se indigna cuando ve estas cosas porque ¿quién sufre con esto? Su pueblo fiel, la gente que le ama tanto. Jesús –ha concluido el papa- quiere que todos se acerquen a él. «Pensemos en el santo pueblo de Dios, pueblo sencillo, que quiere acercarse a Jesús. Y pensemos en todos los cristianos de buena voluntad que se equivocan y en vez de abrir una puerta la cierran. Y pidamos al Señor que todos aquellos que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas para encontrar este amor de Jesús».

(Zenit/InfoCatólica)


"Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían.
Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.»
Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos." (Mc 10, 13-16)

(*) Los 7 Sacramentos:

· Bautismo.
· Confirmación.
· Matrimonio.
· Orden sacerdotal.
· Unción de enfermos.
· Reconciliación-Penitencia.
· Eucaristía.

La solidaridad del Evangelio está centrada en el hombre

VATICANO, 25 May. 13 / 11:08 am.

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Al recibir a cerca de quinientos participantes del Encuentro internacional de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice, el Papa Francisco remarcó que por encima de la lógica del dinero y el poder se encuentra la dignidad humana.

La Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice fue creada por el Beato Juan Pablo II hace 20 años, y lleva el nombre de la Encíclica que el entonces Papa publicó con ocasión del centenario de la Rerum Novarum. Este año, el encuentro tuvo como tema “Repensar la solidaridad para el empleo: los desafíos del siglo XXI”.

El Papa Francisco advirtió que “la crisis actual no es sólo económica y financiera, sino que tiene sus raíces en una crisis ética y antropológica”.

Seguir los ídolos del poder, del provecho, del dinero, por encima del valor de la persona humana, se ha vuelto una norma básica de funcionamiento y el criterio decisivo de la organización”.

El Santo Padre criticó que “se ha olvidado y se sigue olvidando que por encima de la lógica de los negocios, de la lógica y de los parámetros del mercado, está el ser humano y que hay algo que es debido al hombre en cuanto hombre, en virtud de su dignidad profunda: ofrecerle la posibilidad de vivir con dignidad y de participar activamente en el bien común”.

Benedicto XVI nos ha recordado que todas las actividades humanas, incluyendo la económica, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada de manera ética”, señaló, citando a la Encíclica Caritas in veritate de su predecesor, “por lo tanto, tenemos que volver a la centralidad del hombre, a una visión más ética de las actividades y de las relaciones humanas, sin el temor de perder algo”.

Francisco remarcó la urgencia de difundir y destacar la actualidad de la Doctrina Social de la Iglesia, “cuyo valor fundamental es la solidaridad”, la cual está “arraigada en el Evangelio, es decir en Cristo”.

El Santo Padre, reflexionando sobre el lema de este año del encuentro de la fundación, señaló que “me parece que ‘repensar’ quiere decir dos cosas: ante todo, conjugar el magisterio con la evolución socio-económica, que, al ser constante y rápida, presenta aspectos cada vez más nuevos, y, en segundo lugar, ‘repensar’ quiere decir profundizar, reflexionar ulteriormente, para hacer emerger toda la fecundidad de un valor -la solidaridad, en este caso- que en profundidad se arraiga en el Evangelio, es decir en Jesucristo, y como tal contiene potencialidades inagotables”.

“La actual crisis económica y social hace aún más urgente este ‘repensar’ y subraya aún más la verdad y actualidad de afirmaciones del magisterio social, como la que leemos en la Laborem exercens: ‘Echando una mirada sobre la familia humana entera... no se puede menos de quedar impresionados ante un hecho desconcertante de grandes proporciones, es decir, el hecho de que, mientras por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos de la naturaleza, existen por otra grupos enteros de desocupados o subocupados y un sinfín de multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el que... hay algo que no funciona’”.

El Papa también expresó su preocupación por la propagación del desempleo y la pobreza en el mundo.

“Es un fenómeno, del desempleo -de la falta y de la pérdida del trabajo- que se está extendiendo en amplias zonas de Occidente y que está propagando de forma preocupante los límites de la pobreza”.

Y no hay peor pobreza material -me apremia subrayarlo- que aquella que no permite ganarse el pan y que priva de la dignidad del trabajo”.

Francisco advirtió que “este ‘algo que no funciona’ ya no interesa sólo al sur del mundo, sino a todo el planeta. De ahí la exigencia de ‘repensar la solidaridad’, ya no como simple asistencia a los más pobres, sino como un replanteamiento global de todo el sistema, como búsqueda de maneras de reformarlo y corregirlo de una manera coherente con los derechos humanos fundamentales, de todos los hombres”.

“A esta palabra ‘solidaridad’ no muy bien vista por el mundo económico -como si fuera una mala palabra- hay que volverle a dar su merecida ciudadanía social”.

(ACI/EWTN Noticias)

viernes, 24 de mayo de 2013

No dejarse vencer por las dificultades

VATICANO, 24 May. 13 / 10:54 am.

 Fiesta de María Auxiliadora: El Papa anima a soportar con paciencia las dificultades y a vencer con el amor

En el día en que la Iglesia celebra a María Auxiliadora, el Papa Francisco animó a todos los fieles a soportar con paciencia las dificultades y a vencerlas con el amor, y rezando por los enemigos. También exhortó a rezar por los católicos de China.

El Papa dijo en su homilía de la Misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta que "¡soportar con paciencia no es fácil! No es fácil, cuando vienen las dificultades de fuera o cuando vienen los problemas en el corazón, en el alma, los problemas internos".

"Soportar es tomar la dificultad y tomarla sobre uno, con fuerza, para que las dificultades no nos abajen. Portar con fuerza es una virtud cristiana. San Pablo habla de ella en varias ocasiones. Esto significa no dejarse vencer por las dificultades. Esto quiere decir además que el cristiano tiene la fuerza de no dejar caer los brazos. No es fácil porque puede venir el desaliento y uno puede querer bajar los brazos y decir: ‘bueno, sigamos adelante y hagamos lo que se pueda, nada más’. Pero no, soportar es una gracia, debemos pedirla en las dificultades".

Sobre la gracia de "vencer con el amor", el Papa dijo que "se puede vencer de muchas maneras, pero la gracia que pedimos hoy es la gracia de la victoria con el amor, por medio del amor y esto no es fácil. Cuando tenemos enemigos afuera que nos hacen sufrir mucho: no es fácil vencer con el amor".

"Puede venir la idea de vengarnos, de hacer algo en su contra.... El amor, aquella suavidad que Jesús nos ha enseñado es la victoria. El Apóstol Juan nos dice, en la primera Carta: ‘esta es nuestra victoria, nuestra fe’. Nuestra fe es este creer en Jesús que nos ha enseñado el amor y nos ha enseñado a amar a todos. La prueba de que estamos en el amor es cuando rezamos por nuestros enemigos".

El Papa alentó a que "pidamos a la Virgen que nos dé esta gracia de soportar con paciencia y vencer con amor. ¡Cuántas personas -tantos ancianos y ancianas- han recorrido este camino! Y es bello verlos: tienen una mirada bella, una felicidad serena. No hablan mucho pero tienen un corazón paciente y lleno de amor. Saben qué es perdonar a los enemigos, saben qué es rezar por ellos".

En las peticiones el Santo Padre elevó sus oraciones "por el noble pueblo chino: que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie". La Misa concluyó con un canto mariano en chino.

(ACI/EWTN Noticias)

Sed la sal de la tierra

VATICANO, 23 May. 13 / 11:51 am.

 Sin la sal de Jesús somos insípidos y nos volvemos cristianos de museo, dice el Papa

En su homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco dijo que cuando el cristiano no es sal de fe, esperanza y caridad para los demás, cuando no es la sal de Jesús, se hace insípido y se convierte en un "cristiano de museo" que no hace nada.

El Santo Padre recordó que con su Resurrección para salvarnos, Jesús nos ha dado la sal para dar "sabor" a la vida de los demás, pero hay que estar atentos para que esta sal "no se haga insípìda, no pierda su fuerza". Esta sal "no es para conservarla, porque la sal que se mantiene en el salero no hace nada, no sirve".

"La sal tiene sentido si le da sabor a las cosas. También creo que la sal que se guarda en el salero con la humedad, pierde fuerza y no sirve. La sal que hemos recibido es para darla, para saborizar, para ofrecerla. De otro modo se hace insípida y no sirve. Debemos pedirle al Señor no convertirnos en cristianos con sal insípida, con la sal guardada en el salero".

El Papa dijo luego que "la sal tiene también otra particularidad: cuando la sal se usa bien, no se siente el gusto de la sal, su sabor... ¡No se siente! Se siente el sabor de cada plato: la sal ayuda a que el sabor del plato sea mejor, se conserve mejor, más sabroso. ¡Esta es la originalidad cristiana!"
"Cuando anunciamos la fe con esta sal los que reciben el anuncio lo reciben según su propia peculiaridad, como los platos de comida y así cada uno, con su propia peculiaridad recibe la sal y se hace más bueno".

El Papa destacó que "¡la originalidad cristiana no es una uniformidad! Toma a cada uno como es, con su personalidad, con sus características, con su cultura y lo deja con eso, porque es una riqueza. ¡Pero le da más para tener sabor! Esta originalidad cristiana es tan bella que cuando se quiere a todos uniformes -todos salados de la misma forma- las cosas se vuelven como cuando se echa demasiada sal y se siente solo ese gusto y no el gusto del plato. La originalidad cristiana es justamente esto: cada uno es como es, con los dones que el Señor le ha dado".

Dar esta sal a los demás, continuó, significa "salir con el mensaje, salir con esta riqueza que nosotros tenemos la sal y darlo a los otros".

"Así la sal se conserva, no pierde su sabor. Con la adoración del Señor trasciendo de mí mismo al Señor y con el anuncio evangélico salgo de mí mismo para dar el mensaje. Pero si no hacemos esto la sal se quedará en el salero y nos convertiremos en cristianos de museo".

"Podemos hacer ver la sal: esta es mi sal. ¡Qué bella que es!. Esta es la sal que recibí en el Bautismo, esta es la que recibí en la Confirmación, esta es la que recibí en la catequesis... pero cuidado: ¡no sean cristianos de museo! Una sal sin sabor, una sal que no hace nada!".

(ACI/EWTN Noticias)

"Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para
nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres
." (Mateo 5, 13)

jueves, 23 de mayo de 2013

Sin oración nuestras acciones son vacío

VATICANO, 22 May. 13 / 10:31 am.

 

El Papa Francisco dedicó su catequesis a meditar sobre la relación entre el Espíritu Santo y la Iglesia, y alentó a no cerrarse nunca a su acción que alienta la Nueva Evangelización para anunciarle a todos a Cristo, algo que llena el corazón de alegría.

A continuación el texto completo de la catequesis:

ìQueridos hermanos y hermanas, buenos días!

En el Credo, después de haber profesado la fe en el Espíritu Santo, decimos: "Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica". Hay una conexión profunda entre estas dos realidades de la fe: es el Espíritu Santo, de hecho, quién da vida a la Iglesia, guía sus pasos. Sin la presencia y la acción incesante del Espíritu Santo, la Iglesia no podría vivir y no podría cumplir con la tarea que Jesús resucitado le ha confiado de ir y hacer discípulos a todas las naciones.

Evangelizar es la misión de la Iglesia, no sólo de algunos, sino la mía, la tuya, nuestra misión. El apóstol Pablo exclamaba: "¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!". Cada uno de nosotros debe ser evangelizador ¡sobre todo con la vida! Pablo VI subrayaba que "... evangelizar es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar".

¿Quién es el verdadero motor de la evangelización en nuestra vida y en la Iglesia? Pablo VI escribía con claridad: "Es él, el Espíritu Santo que, hoy como al principio de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deje poseer y conducir por Él, que le sugiere las palabras que a solas no podría encontrar, disponiendo a la vez la preparación de la mente de quien escucha para que sea receptivo a la Buena Nueva y al Reino anunciado".

Para evangelizar, pues, es necesario una vez más abrirse a la acción del Espíritu de Dios, sin temor a lo que nos pida y a dónde nos guíe. ¡Confiémonos a Él! Él nos permitirá vivir y dar testimonio de nuestra fe, e iluminará el corazón de aquellos que nos encontremos. Esta ha sido la experiencia de Pentecostés, los Apóstoles reunidos con María en el Cenáculo, "aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, la manera en que el Espíritu les daba que hablasen".

El Espíritu Santo al descender sobre los apóstoles, los hace salir de donde estaban encerrados por miedo, los hace salir de sí mismos, y los convierte en heraldos y testigos de las "grandes maravillas de Dios". Y esta transformación obrada por el Espíritu Santo se refleja en la multitud que acudió al lugar y que provenía "de todas las naciones que hay bajo el cielo", porque todo el mundo escucha las palabras de los apóstoles, como si estuvieran pronunciadas en su propia lengua.

Éste es un primer efecto importante de la acción del Espíritu Santo que guía y anima el anuncio del Evangelio: la unidad, la comunión. En Babel, según la Biblia, había comenzado la dispersión de los pueblos y la confusión de las lenguas, como resultado del acto de soberbia y de orgullo del hombre que quería construir con sus propias fuerzas, sin Dios, "una ciudad y una torre cuya cúspide llegara hasta el cielo".

En Pentecostés, estas divisiones se superan. Ya no hay orgullo con Dios, ni cerrazón entre unos y otros, sino apertura hacia Dios: el salir para anunciar su Palabra: una nueva lengua, la del amor que el Espíritu Santo derrama en los corazones, una lengua que todos pueden entender y que, una vez acogida, puede expresarse en cualquier vida y en todas las culturas. La lengua del Espíritu, la lengua del Evangelio es la lengua de la comunión, que invita a superar la cerrazón y la indiferencia, divisiones y conflictos.

Todos debemos preguntarnos ¿cómo me dejo guiar por el Espíritu Santo, para que mi testimonio de fe sea de unidad y de comunión? ¿Llevo la palabra de reconciliación y de amor, que es el Evangelio, en los lugares donde yo vivo? A veces parece que se repita hoy lo que sucedió en Babel: divisiones, incapacidad para entenderse entre sí, rivalidad, envidia, egoísmo.
¿Yo qué hago con mi vida? ¿Creo unidad a mí alrededor o divido con las críticas, la envidia. ¿Qué hago? Pensemos en ello. Llevar el Evangelio es proclamar y vivir, nosotros en primer lugar, la reconciliación, el perdón, la paz, la unidad, el amor que el Espíritu Santo nos da. Recordemos las palabras de Jesús: "En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".

Un segundo elemento: el día de Pentecostés, Pedro, lleno del Espíritu Santo, se pone de pie "con los once" y "en voz alta", "con confianza" anuncia la buena nueva de Jesús, que dio su vida por nuestra salvación y que Dios lo resucitó de entre los muertos. Éste es otro efecto de la acción del Espíritu Santo: el coraje de proclamar la novedad del Evangelio de Jesús a todos, con franqueza (parresia), en voz alta, en todo tiempo y en todo lugar.

Y esto ocurre incluso hoy para la Iglesia y para cada uno de nosotros: del fuego de Pentecostés, de la acción del Espíritu Santo, se desprenden siempre nuevas energías de misión, nuevas formas para proclamar el mensaje de la salvación, nuevo valor para evangelizar.

¡No nos cerremos nunca a esta acción! ¡Vivamos con humildad y valentía el Evangelio! Demos testimonio de la novedad, la esperanza, la alegría que el Señor trae a la vida. Escuchemos en nosotros "la dulce y confortadora alegría de evangelizar". Porque evangelizar y anunciar a Jesús nos da alegría. En cambio el egoísmo nos da amargura, tristeza, nos lleva hacia abajo. Evangelizar nos lleva hacia arriba.

Menciono sólo un tercer elemento, que, sin embargo, es particularmente importante: una nueva evangelización, una Iglesia que evangeliza debe comenzar siempre con la oración, con el pedir, como los Apóstoles en el Cenáculo, el fuego del Espíritu Santo. Sólo la relación fiel e intensa con Dios permite salir de la propia cerrazón y anunciar el Evangelio con parresia. Sin la oración nuestras acciones se convierten en vacío y nuestro anunciar no tiene alma, no está animado por el Espíritu.

Queridos amigos, como dijo Benedicto XVI, hoy la Iglesia "siente sobre todo el viento del Espíritu Santo que nos ayuda, nos muestra el camino justo; y así, con nuevo entusiasmo, estamos en camino y damos gracias al Señor".

Renovemos cada día la confianza en la acción del Espíritu Santo, la confianza que Él obra en nosotros, Él está dentro de nosotros. Él nos da el fervor apostólico, nos da la paz, nos da la alegría. Renovemos esta confianza, dejémonos guiar por Él, seamos hombres y mujeres de oración, que dan testimonio del Evangelio con valentía, convirtiéndose en instrumentos en nuestro mundo de la unidad y de la comunión de Dios.

Gracias.

(ACI)

miércoles, 22 de mayo de 2013

El servicio es el auténtico poder de la Iglesia

VATICANO, 21 May. 13 / 11:05 am.

 No debe existir lucha de poder en la Iglesia, dice el Papa Francisco

En la habitual homilía de la Misa que presidió en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco dijo que la lucha de poder no debe existir en la Iglesia, y recordó que el verdadero poder es el servicio, a ejemplo de Cristo que no vino a ser servido sino a servir.

El Santo Padre meditó sobre el Evangelio de hoy, en el que Jesús habla de su Pasión a sus discípulos y, éstos en cambio, discuten sobre quién es el mejor entre ellos. "La lucha por el poder en la Iglesia no es cosa de estos días, comenzó entonces en tiempos de Jesús". "En su clave evangélica -explicó el Papa- la lucha por el poder en la Iglesia no debe existir".

Francisco subrayó que "el verdadero poder es el servicio. Cómo lo hizo Él, que no vino para ser servido, sino para servir, y su servicio ha sido el servicio de la Cruz. Él se humilló hasta la muerte, la muerte en la Cruz, por nosotros, para servirnos a nosotros, para salvarnos. Y no hay otro camino en la Iglesia para seguir adelante. Para el cristiano, ir adelante, progresar significa abajarse. Si no aprendemos esta regla cristiana, nunca, nunca seremos capaces de entender el verdadero mensaje de Jesús sobre el poder".

El Papa en su homilía recordó que San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales, solicitaba al Señor Crucificado "la gracia de la humillación". Esto, ha reiterado el Papa es "el verdadero poder del servicio de la Iglesia".

El Santo Padre indicó que "el camino del Señor es Su servicio: igual que Él hizo Su servicio, nosotros tenemos que ir tras él, en el camino del servicio. Este es el verdadero poder de la Iglesia".

"Quisiera hoy rezar por todos nosotros, para que el Señor nos dé la gracia de comprender que el verdadero poder en la Iglesia es el servicio. Y también para comprender la regla de oro que Jesús nos enseñó con Su ejemplo: para un cristiano, progresar, avanzar significa abajarse, ser menor. Pidamos esta gracia", concluyó.

 (ACI/EWTN Noticias)

lunes, 20 de mayo de 2013

Los milagros existen

VATICANO, 20 May. 13 / 10:36 am

 La oración valiente y humilde del corazón logra milagros, dice el Papa

La oración valiente y humilde, hecha con el corazón entregado a la fe en Dios, logra milagros; dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la Casa Santa Marta en donde reside.

El Santo Padre dijo que los cristianos deben rezar entregados, confiando en el Señor y pidiendo con valentía aquel favor que requieren: "una oración valiente, que lucha por llegar a aquel milagro; no aquellas oraciones de circunstancia, ‘Ah, rezaré por ti’: rezo un Padre Nuestro, un Ave María y, después me olvido. No: oración valiente, como aquella de Abraham que luchaba junto al Señor por salvar la ciudad, como aquella de Moisés que tenía las manos en alto y se cansaba, rezando al Señor; como aquella de tantas personas, de tanta gente que tiene fe y con la fe reza, reza".

Francisco dijo que "la oración hace milagros, pero ¡debemos creer! Creo que podemos hacer una bella oración … y decirle hoy, durante toda la jornada: ‘Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad’ ... y cuando nos piden rezar por tanta gente que sufre en las guerras, los refugiados, por todos los dramas de la actualidad, rezar al Señor, pero con el corazón: ‘¡Hazlo!’, sino decirle: ‘Creo, Señor. Ayuda a mi incredulidad’ que también está en mi oración. Hagamos esto, hoy".

Sobre el pasaje del Evangelio de hoy, en el que los discípulos no logran sanar a un muchacho y en el que el mismo Jesús debe intervenir lamentando la incredulidad de los presentes; el Papa recordó que el Señor al padre de aquel muchacho que le pide ayuda, responde que "todo es posible para el que cree". El Pontífice observó que a menudo también aquellos que aman a Jesús no arriesgan mucho en su fe y no se confían completamente a Él:
"Pero ¿por qué, esta incredulidad? Creo que es justamente el corazón que no se abre, el corazón cerrado, el corazón que quiere tener todo bajo control".

Es un corazón que "no se abre" y no "deja a Jesús el control de las cosas", explicó el Papa, y cuando los discípulos le preguntan por qué no han podido curar al joven, el Señor responde que aquel "tipo de demonio no se puede eliminar sino solo con la oración".

"Todos nosotros llevamos un poco de incredulidad, dentro". Es necesaria "una oración fuerte, y esta oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda obrar el milagro. La oración para pedir un milagro, para pedir una acción extraordinaria debe ser una oración coral, que nos involucre a todos".

El Santo Padre narró luego un episodio ocurrido en Argentina: una niña de 7 años se enfermó y los médicos le dieron pocas horas de vida. El papá, un electricista, "hombre de fe", "enloqueció y en aquella locura" tomó un autobús para ir al Santuario Mariano de Luján, distante a unos 70 kilómetros de Buenos Aires.

El señor "llegó ahí pasadas las 9 de la noche, cuando todo estaba cerrado. Y comenzó a rezar a la Virgen, con las manos aferradas a la reja de hierro. Y rezaba, y rezaba, y lloraba, y rezaba … y así, permaneció toda la noche. Pero este hombre luchaba: luchaba con Dios, luchaba junto a Dios por la sanación de su hija".

"Luego, después de las 6 de la mañana, fue al terminal, tomó el bus y llegó a casa, al hospital, a las 9, más o menos. Encontró a su esposa llorando. Se imaginó lo peor. ‘¿Qué ha pasado? ¡No entiendo, no entiendo! ¿Qué ha pasado?’. ‘Han venido los doctores y me han dicho que la fiebre ha pasado, que respira bien, que ¡no tiene nada! La dejarán en reposo por dos días más, pero no entienden ¡qué cosa ha pasado!’. ¡Esto todavía sucede, ¿eh?, los milagros existen!".

(ACI/EWTN Noticias)

domingo, 19 de mayo de 2013

El Espíritu Santo en la Iglesia

19/05/13 1:18 PM.

 

La efusión del Espíritu Santo sella el nacimiento de la Iglesia. Es Papa preguntó ¿qué sucedió en aquel día tan lejano a nosotros, y sin embargo, tan cercano, que llega adentro de nuestro corazón? En Jerusalén, donde están reunidos los Apóstoles, un estruendo de repente vino del cielo, «como de viento que sopla fuertemente», luego, las «lenguas como llamaradas», que se dividían y se posaban encima de cada uno de los Apóstoles. Signos claros y concretos que tocan a los Apóstoles, no sólo exteriormente, sino también en su interior: en su mente y en su corazón. Asistimos, entonces, a una situación totalmente sorprendente: una multitud se congrega y queda admirada porque cada uno oye hablar a los Apóstoles «De las grandezas de Dios».

Reflexionando sobre la novedad, que nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control en nuestra vida, el Obispo de Roma señaló que esto nos sucede también con Dios: con frecuencia lo seguimos, lo acogemos, pero hasta un cierto punto; nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones; tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos. Pero, en toda la historia de la salvación, cuando Dios se revela, aparece su novedad, trasforma y pide confianza total en Él:
«No es la novedad por la novedad, la búsqueda de lo nuevo para salir del aburrimiento, como sucede con frecuencia en nuestro tiempo. La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien. Preguntémonos: ¿Estamos abiertos a las «sorpresas de Dios»? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?

En su segunda reflexión sobre la armonía, señalando que «el Espíritu Santo, aparentemente, crea desorden en el Iglesia, porque produce diversidad de carismas, de dones» y que «sin embargo, bajo su acción, todo esto es una gran riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía», el Papa Francisco reiteró que «en la Iglesia, la armonía la hace el Espíritu Santo». Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación:
«Si, por el contrario, nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento. La Iglesia es quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo; los caminos paralelos son peligrosos. Cuando nos aventuramos a ir más allá (proagon) de la doctrina y de la Comunidad eclesial, y no permanecemos en ellas, no estamos unidos al Dios de Jesucristo (cf. 2Jn 9). Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?»

En el último punto, dedicado a la misión, el Obispo de Roma hizo hincapié en que el Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo:
«El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar. El Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga. El Espíritu Santo es el don por excelencia de Cristo resucitado a sus Apóstoles, pero Él quiere que llegue a todos. Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, dice: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros» (Jn 14,16). Es el Espíritu Paráclito, el «Consolador», que da el valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio. El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo. Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la misión».

El Obispo de Roma concluyó su homilía de Pentecostés alentando a invocar con María «Ven, Espíritu Santo»:
La liturgia de hoy es una gran oración, que la Iglesia con Jesús eleva al Padre, para que renueve la efusión del Espíritu Santo. Que cada uno de nosotros, cada grupo, cada movimiento, en la armonía de la Iglesia, se dirija al Padre para pedirle este don. También hoy, como en su nacimiento, junto con María, la Iglesia invoca: «Veni Sancte Spiritus! – Ven, Espíritu Santo, llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor».

Amén.

(Radio Vaticano/InfoCatólica)

La Iglesia debe ir a los demás

19/05/13 1:41 AM.


Después de la entronización del icono de la Virgen, que con la antigua advocación de Salus Populi Romani que presidió el encuentro, los asistentes y el papa escucharon los testimonios de diversos laicos que por su actividad profesional, su vida cristiana o por el solo hecho de estar en un país sin libertad religiosa, deben dar muestras de su fe.

En el evento, enmarcado en el calendario del «Año de la fe», el papa respondió de forma espontánea, a las preguntas formuladas por diversos representantes, las que confesó «conocerlas de antemano».
Estos, en nombre de los laicos del mundo entero, le pidieron al papa una luz sobre temas de evangelización, el testimonio cristiano y una aclaración mayor sobre aquel llamado de Francisco para que la Iglesia sea «pobre y para los pobres».


Dar respuesta a la fe

Sobre la transmisión de la fe, insistió que esta debe ser presentada, porque si alguien no da el primer anuncio, el futuro creyente no podrá encontrarse con Jesús. Volvió a recordar que un nuevo encuentro con el Padre puede darse en el confesionario, «donde Él siempre nos espera».
Advirtió sin embargo que el mayor enemigo ante la fragilidad, es el miedo. Por lo que insistió que al sentirse inseguro, hay que saber que «allí está el Señor».


Comunicar a Cristo

En respuesta sobre la segunda pregunta, acerca de cómo comunicar la fe hoy, enseñó que esto no es cuestión de buscar una eficacia ni consiste en hacer estrategias, «las cuales son solo herramientas secundarias».

Lo que debe hacerse, añadió, es «comunicar a Jesucristo, y no más a Francisco», en clara alusión a que el auténtico líder de la Iglesia es Cristo y no el papa.

Invitó a rezar más, a fin de «dejarse guiar por él». Recordó el pasaje en que Pedro tuvo la visión de que el evangelio debía llevarse también a los gentiles, para insistir que hay que dejarse «sorprender» por Jesús, dejando que el Espíritu de Dios actúe dentro del evangelizador, y lo lleve hacia adelante.


Purificar la cuestión pública

Consultado sobre cómo construir una ética pública y un mejor modelo para el desarrollo humano, recomendó que el mejor testimonio que se puede dar, es con una vivencia auténtica del evangelio en esos espacios.

Advirtió sin embargo que la Iglesia «no es un movimiento político, ni una estructura bien organizada», ni tampoco debe ser comparada con una ‘ONG’. Porque cuando se hace esto, continuó, «se pierde la sal, no hay sabor, se vuelve una organización vacía, llevada por el eficientismo».
Lo contrario debe ser, en el pensamiento de Francisco, «el desarrollo de la solidaridad, del compartir». Porque según dijo, «lo que está en crisis es el hombre, el cual puede ser destruido al ser imagen de Dios». Hizo ver que al estar frente a una crisis de esta magnitud, al hombre «se le despoja de la ética, en que todo es posible y todo se puede hacer».

Criticó al actual sistema económico, que se preocupa por las grandes caídas de las instituciones financieras, a diferencia de los que mueren de hambre por las calles.


No cerrarse ni aislarse

Ante esta realidad, invitó a la Iglesia a no cerrarse ni aislarse. Exhortó a «no cerrarse en la parroquia, con el movimiento, entre los que pensamos igual». Porque cuando se cierra, «se enferma».
Invitó nuevamente a que la Iglesia «salga de sí misma, hacia la periferia, a dar testimonio del evangelio y a encontrarse con los demás», en clara respuesta al mandato de Jesús de «Ir».
«Prefiero una Iglesia accidentada, a una que está enferma por cerrarse», dijo. Y criticó aquellas «estructuras caducas» que «no nos hacen libres, sino esclavos».
Se refirió también a que debe darse «una cultura del encuentro, de la amistad, de hablar aún con los que no piensan como nosotros, incluso con otra fe, porque todos son hijos de Dios».


Una Iglesia pobre

Una de las preguntas hizo referencia a la expresión dicha por Francisco dos días despues del inicio de su pontificado, de que le gustaría una «Iglesia pobre y para los pobres».
A este respecto–y con la atención mundial puesta en sus palabras–, explicó que basta «salir para encontrar la pobreza». Lamentó que hoy en día encontrar un mendigo muerto de frío o hambre por la calle ya no sea una noticia.

Criticó a quienes se mantienen indiferentes a esta realidad, especialmente a aquellos cristianos «que hablan de teología mientras toman el té», en clara referencia a su homilía de días atrás donde dijo que no se necesita de «cristianos de salón» en este momento en la Iglesia.

Muy por el contrario, prosiguió, «hay que tener coraje y salir hacia aquellos que son la carne de Cristo». Porque para Francisco, la pobreza no es una categoría filosófica o sociólogica, sino teológica, «porque el hijo de Dios se ha hecho pobre». Y si la Iglesia no va hacia la carne de Cristo que está en los pobres, se cae en la «mundanidad espiritual», un concepto muy unido a los peligros del cristianismo de salón.

Terminó animando a todos a anunciar el evangelio con coraje y a la vez con paciencia. E invitó a unirse a los cristianos «que sufren tanto, que hacen la experiencia del límite entre la vida y la muerte», reiterando su llamado por una verdadera libertad religiosa para todos. «Para todos», porque según Francisco, «todos deben ser libres en su confesión religiosa, porque son hijos de Dios».

Terminada la ceremonia, el papa saludó a los líderes de las más importantes realidades laicales del mundo, con quienes departió algunos segundos entre comentarios y sonrisas.

(Zenit/Infocatólica)

viernes, 17 de mayo de 2013

María ayuda a hacernos adultos en la fe (El Santo Rosario)

VATICANO, 17 May. 13 / 10:58 am.

Francisco concluirá mes de la Virgen con Rosario multitudinario en San Pedro

El Papa Francisco quiere cerrar el mes que la Iglesia Católica dedica a la Virgen María, en un multitudinario rezo del Santo Rosario junto a miles de fieles en la Plaza de San Pedro de Roma.

El rezo del Rosario comenzará a las 8 p.m. del viernes 31 de mayo y durante la oración, una imagen de la Virgen recorrerá en procesión la plaza para recoger simbólicamente las invocaciones de los fieles.

"Todos están invitados a participar… Os esperamos a todos en la oración conclusiva del mes mariano", animó el Vicario General de la Diócesis de Roma, Cardenal Angelo Comastri, a través de un comunicado difundido por la Sala de Prensa de la Santa Sede el 13 de mayo.

En su invitación el Cardenal Comastri también recuerda a algunas figuras importantes de la Iglesia, entre ellos el Beato Juan Pablo II, quien aseguraba que el Rosario era su oración "predilecta y maravillosa en su simplicidad y en su profundidad. Porque detrás de las palabras ‘Ave María’ pasan ante los ojos del alma los principales episodios de la vida de Jesucristo".

Además recordó que la Beata Madre Teresa de Calcuta, también solía alzar el Rosario y repetía siempre "yo solo soy una pobre mujer que reza. Rezando Dios pone en mi corazón Su amor, y yo voy y lo dono a todos los pobres que encuentro en mi camino. Orad, y también obrará así en vosotros".

Se espera una gran participación, y será la segunda ocasión que Francisco rece el Rosario junto a los fieles de Roma. El pasado 4 de mayo visitó la Basílica de Santa María la Mayor, la primera iglesia dedicada a la Virgen de la historia y presidió por primera vez el rezo del Rosario junto a los fieles.

En este encuentro, el Papa Francisco animó a cultivar la confianza en María y explicó que "la Virgen nos educa a la verdadera libertad, nos ayuda a salir de la adolescencia del espíritu para hacernos adultos en la fe y capaces de hacer elecciones grandes, valientes y definitivas".

(ACI/EWTN Noticias)

El problema es no sentir verguenza del pecado cometido

17 de mayo de 2013.

 

El problema no es ser pecadores, sino no dejarse transformar por el amor del encuentro con Cristo, afirmó este viernes 17 de mayo el Papa en la Misa presidida en Santa Marta. Participaron en la celebración algunos trabajadores de los Museos Vaticanos.

Francisco centró la homilía en el Evangelio de hoy, en el que Jesús resucitado pregunta a Pedro tres veces que si lo ama. “Es un diálogo de amor, entre el Señor y su discípulo”, explicó, que recorre la historia de los encuentros de Pedro con Jesús: desde aquel primer “sígueme” al nombre nuevo -“Te llamarás Cefas, Piedra”-, o a su misión -"aunque Pedro no había entendido nada… la misión estaba”.

También se refirió al momento en que Pedro reconoce a Cristo y justo después rechaza el camino de la cruz. Pedro –afirmó el Papa- a menudo “creía ser bueno”, en Getsemaní es “fogoso” y “coge una espada” para defender a Jesús, pero después reniega de Él tres veces. Y cuando Jesús le mira fijamente con aquella mirada “tan bella”, Pedro llora".

“Jesús en estos encuentros va madurando el alma de Pedro, el corazón de Pedro”, lo madura en el amor, prosiguió. Así, cuando oye que Jesús por tres veces le pregunta: “Simón, hijo de Juan, me quieres?”, se avergüenza, porque se acuerda de haberlo negado tres veces".

“Pedro se queda mal cuando por tercera vez le pregunta: ‘¿Me quieres?’. Este dolor, esta vergüenza… un hombre grande, este Pedro… pecador, pecador. Pero el Señor le hace sentir, a él y a todos nosotros, que todos somos pecadores", explicó Francisco.

"El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no sentir vergüenza de lo que hemos hecho -señaló-. Y Pedro tiene esta vergüenza, esta humildad ¿no? El pecado, el pecado de Pedro, es un hecho que con el corazón grande que tenía Pedro, lo lleva a un encuentro nuevo con Jesús, a la alegría del perdón”.

El Papa subrayó que el Señor no abandona su promesa: Le había dicho: “Tú eres piedra”, y ahora le dice: “Apacienta a mis ovejas”, y “entrega a su rebaño a un pecador”. Y añadió: "Pero Pedro era un pecador, pero no un corrupto ¿eh? Pecador, sí, como todos: corrupto, no".

La homilía continuó con una anécdota: "Una vez supe de un sacerdote, un buen párroco que trabajaba bien; fue nombrado obispo, y el sentía vergüenza porque no se sentía digno, tenía un tormento espiritual. Y fue al confesor. El confesor le escuchó y le dijo: ‘Pero no te escandalices. Si con lo que hizo Pedro lo hicieron Papa, ¡tú adelante!’. Es que el Señor es así".

Y aclaró: "El Señor nos hace madurar encontrándonos muchas veces con Él , con nuestras debilidades, cuando le reconocemos, con nuestros pecados…”.

Pedro “se ha dejado modelar” por “tantos encuentros con Jesús” y esto –afirmó el Papa- “nos sirve a todos nosotros, porque nosotros estamos en el mismo camino”.

“Pedro es un grande” –afirmó- no “porque sea bueno” sino porque “es noble, tenía un corazón noble, y esta nobleza lo lleva al llanto, lo lleva a este dolor, a esta vergüenza y también a asumir su trabajo de apacentar al rebaño”.

El Papa concluyó pidiendo "que este ejemplo de la vida de un hombre que se encuentra continuamente con el Señor y el Señor lo purifica, lo hace más maduro con estos encuentros, nos ayude a nosotros a seguir adelante, buscando al Señor y encontrándolo, encontrándonos con Él".

Y añadió: "Pero por esto es importante dejarnos encontrarnos por Él: el Señor siempre nos busca, Él siempre está cerca de nosotros. Pero tantas veces, nosotros miramos a otra parte porque no queremos hablar con el Señor o dejarnos encontrar por Él. Encontrar al Señor, pero más importante dejarnos encontrar por Él: esto es una gracia. Esta es la gracia que nos enseña Pedro. Pidamos hoy esta gracia”.

(Aleteia)


Cita que nombra el Papa sobre las 3 veces que Jesús resucitado le pregunta a Pedro:

"Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas»
."
(Juan 21, 15-17)

jueves, 16 de mayo de 2013

El fervor apostólico tiene algo de locura, una locura espiritual

VATICANO, 16 May. 13 / 10:49 am

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El Papa Francisco señaló que la Iglesia necesita cristianos con fervor apostólico y no cristianos de salón que no lo viven, a ejemplo de San Pablo que anunció el Evangelio siempre con coraje.

En la Misa, que concelebró con el Cardenal Peter Turkson y Mons. Mario Toso, presidente e secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el Papa recordó que la vida de San Pablo fue "una batalla campal" y una "vida con muchas pruebas" ante las que no se desalienta "porque siempre ve al Señor al final por lo que no deja de ir adelante".

"Pablo fastidia: es un hombre que con su prédica, con su trabajo, con su actitud fastidia, porque anuncia a Jesucristo ante nuestras comodidades, tantas veces ante nuestras estructuras cómodas, también cristianas, ¿no? fastidia. El Señor siempre quiere que vayamos hacia adelante, más adelante... que no nos refugiemos en una vida tranquila o en las estructuras caducas". 

Tras señalar que San Pablo era un hombre ardoroso de gran fervor apostólico, el Papa explicó que este celo "es algo que viene de adentro, que el mismo Señor lo quiere de nosotros (...) ¿Y de dónde viene? Viene del conocimiento de Jesucristo. Pablo ha encontrado a Jesucristo, pero no en un conocimiento intelectual o científico - eso es importante porque nos ayuda - sino con ese conocimiento del corazón, del conocimiento personal".

El Papa dijo luego que "Pablo estuvo siempre en problemas, pero no en problemas por los problemas, sino por Jesús" porque anunciarlo "tiene estas consecuencias". El fervor apostólico se comprende solo "en una atmósfera de amor". Este celo "tiene algo de locura, una locura espiritual, una sana locura" que San Pablo también tenía.

"Pero también están los cristianos de salón, ¿no? Los educados, los que tienen todo bien, pero que no saben hacer hijos de la Iglesia con el anuncio y el fervor apostólico. Hoy podemos pedir al Espíritu Santo que nos dé este fervor apostólico a todos nosotros y que nos dé la gracia de fastidiar las cosas que están demasiado tranquilas en la Iglesia, la gracia de avanzar hacia las periferias existenciales. ¡Tanto necesita esto la Iglesia!.

"No solo en tierras lejanas, en las Iglesias jóvenes, en los pueblos que todavía no conocen a Jesucristo, sino también aquí en las ciudades (...) Adelante, como dice el Señor a Pablo ‘¡Coraje!’".

  (ACI/EWTN Noticias)