domingo, 27 de octubre de 2013

La Virgen de Fátima / La Apostolicidad de la Iglesia

VATICANO, 14 Oct. 13 / 11:07 am.

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Ante unas cien mil personas presentes ayer domingo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco consagró el mundo al Inmaculado Corazón de la Virgen María. Esta es la oración de consagración que rezó el Santo Padre ante la imagen original de la Virgen de Fátima que fue llevada a Roma desde su santuario en Portugal:

Bienaventurada María, Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia materna
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia sobre la humanidad afligida por el mal
y herida por el pecado, para sanarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de madre
el acto por el nos ponemos hoy bajo tu protección
con confianza, ante esta tu imagen
tan querida por todos nosotros.
Estamos seguros que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos
y que nada te es ajeno de todo lo que habita en nuestros corazones.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la caricia consoladora de tu sonrisa.
Protege nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección hacia los pequeños y los pobres,
hacia los excluidos y los que sufren, por los pecadores
y por los que tienen el corazón perdido:
reúne a todos bajo tu protección y a todos entrégales
a tu Hijo dilecto, el Señor Nuestro, Jesús.
Amén.

(ACI)


VATICANO, 16 Oct. 13 / 10:09 am.

 
En su catequesis de esta mañana ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que la Iglesia es Apostólica porque está fundada sobre los Apóstoles y como tal, debe rezar y anunciar el Evangelio. El Santo Padre explicó también que una Iglesia que se encierra en sí misma, en su pasado y en las pequeñas normas rutinarias "traiciona su identidad".

El Santo Padre dijo que "la Iglesia hunde sus raíces en las enseñanzas de los Apóstoles, verdaderos testigos de Cristo, pero mira al futuro, tiene la firme conciencia de ser enviada por Cristo, de ser misionera, llevando el nombre de Jesús con la oración, el anuncio, el testimonio. Una Iglesia que se encierra en sí misma, en el pasado, una Iglesia que mira sólo las pequeñas reglas rutinarias traiciona su identidad".

Durante la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro ha afirmado que "profesar que la Iglesia es apostólica significa subrayar el vínculo constitutivo que tiene con los apóstoles, con aquel pequeño grupo de doce hombres que Jesús llamó un día por su nombre, para que permaneciesen con él y para enviarlos a predicar. ‘Apóstol’ es una palabra griega que significa ‘mandado’, ‘enviado’".

"Los apóstoles fueron escogidos, llamados y enviados por Jesús para continuar su obra, es decir rezar, que es la primera tarea de un apóstol y segunda anunciar el Evangelio", ha subrayado el Pontífice, recordando que en los primeros años de la Iglesia, para que los apóstoles pudieran tener también tiempo para rezar, se instituyeron los diáconos que les ayudaban en la misión evangelizadora.
"Cuando pensamos en los sucesores de los apóstoles, los obispos, incluido el Papa, porque él también es obispo, tenemos que preguntarnos si este sucesor de los apóstoles, en primer lugar reza y después anuncia el Evangelio. Esto es ser apóstol y por eso la Iglesia es apostólica".

La Iglesia es apostólica "porque está edificada sobre la predicación y la oración de los Apóstoles, en la autoridad que les dio Cristo mismo", dijo el Papa citando a San Pablo que ,en la carta a los cristianos de Éfeso, los compara con "piedras vivas que forman un edificio que es la Iglesia, y este edificio está fundado sobre los Apóstoles, como columnas y la piedra que sostiene todo es Jesús mismo".

"Sin Jesús no puede haber Iglesia, es la base, el fundamento. Los apóstoles vivieron con Jesús, escucharon sus palabras, compartieron su vida y sobre todo, fueron testigos de su muerte y resurrección. Nuestra fe, la Iglesia que Cristo quiso, no está fundada en una idea, en una filosofía, sino en Cristo mismo. Y la Iglesia es como una planta que ha crecido a lo largo de los siglos... y ha dado frutos, pero sus raíces están firmemente plantadas en Él y la experiencia fundamental de Cristo que han tenido los Apóstoles, elegidos y enviados por Jesús,llega hasta nosotros".

Pero, se ha preguntado Francisco: "¿Cómo puede llegar a nosotros lo que vivieron los Apóstoles con Jesús y lo que escucharon de Él?". Y ha dado la respuesta del Catecismo que afirma que la Iglesia es apostólica porque "guarda y transmite con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles", es decir "conserva a través de los siglos, el precioso tesoro de la Sagrada Escritura, de la doctrina, de los sacramentos, del ministerio de los pastores, que nos permiten ser fieles a Cristo y participar de su misma vida".
"Es como un río que fluye en la historia...pero el agua que corre es siempre la que brota del manantial, de Cristo. El es el Resucitado, el Viviente y sus palabras no pasan, porque Él no pasa. Está aquí, entre nosotros".

Dirigiéndose a los miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre cuestionó: "¿hemos pensado alguna vez en cómo la Iglesia a lo largo de estos siglos -a pesar de las dificultades, los problemas, las debilidades, nuestros pecados- nos transmite el mensaje auténtico de Cristo? ¿Nos da la confianza de que lo que creemos es realmente lo que Cristo nos dijo?".

Por último, la Iglesia es apostólica porque "está enviada a llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la misma misión que Jesús confió a los apóstoles: ‘Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones... Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’. Insisto en este aspecto del carácter misionero, porque Cristo invita a todos a ‘salir’ al encuentro de los demás, ¡nos envía, nos piden que salgamos a llevar la alegría del Evangelio!".

(ACI/EWTN Noticias)


"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." (Mt 24, 35; Mc 13, 31; Lc 21, 33)

"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
" (Mt 28, 19-20)

jueves, 17 de octubre de 2013

La señal de Jonás - Seguir al Señor

VATICANO, 14 Oct. 13 / 11:47 am.

"¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide y no se le dará otra señal que la señal de Jonás.»
Y dejándolos, se fue.
" (Mt 16, 4)

"Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide
una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación.
" (Lc 11, 29-30)

"Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás." (Lc 11, 32)

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En la Misa que presidió esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta en donde reside, el Papa Francisco alentó a los cristianos a no buscar una santidad "de lavandería", que sea "toda bonita, impecable" pero que no tenga el celo de predicar al Señor ni el amor misericordioso por los demás.

Reflexionando sobre la historia de Jonás, el Papa dijo que en el Evangelio Jesús habla de una "generación perversa". Su palabra es muy fuerte. Pero, advirtió, no se refería a la gente "que lo seguía con tanto amor", sino a los "doctores de la ley" que "trataban de ponerlo a la prueba para hacerlo caer en la trampa".

Estas personas, de hecho, "le pedían señales" y Jesús responde que sólo se les dará "la señal de Jonás". Existe, sin embargo, advirtió el Papa Francisco, el "síndrome de Jonás". El Señor le pidió que fuera a Nínive, y él huyó a España. Jonás, dijo, "tenía las cosas claras": "la doctrina es ésta", "se debe hacer esto" y que los pecadores "se las arreglen ellos, yo me voy". A aquellos que "viven según este síndrome de Jonás", añadió el Pontífice, Jesús "llama hipócritas, porque no quieren la salvación" de la "gente pobre", de los "ignorantes" y de "pecadores".

"El ‘síndrome de Jonás’ no tiene celo por la conversión de la gente, busca una santidad -me permito la palabra- una santidad de ‘lavandería’, toda bonita, impecable, pero sin ese celo de ir a predicar el Señor. Frente a esta generación enferma del ‘síndrome de Jonás’ el Señor promete la señal de Jonás. La otra versión, la de Mateo, dice que Jonás estuvo dentro de la ballena por tres días y tres noches, referencia a Jesús en el sepulcro –a su muerte y resurrección– y aquella es la señal que Jesús promete contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos".

Hay una parábola en el Evangelio, agregó el Pontífice, que retrata muy bien este aspecto: la del fariseo y el publicano que oraban en el templo. El fariseo, "tan seguro de sí mismo", daba gracias a Dios ante el altar por no ser como el publicano que en cambio sólo pedía la misericordia del Señor, reconociéndose pecador.

He aquí que "la señal que Jesús promete para su perdón, a través de su muerte y su resurrección", dijo el Papa, "es su misericordia": "Misericordia quiero y no sacrificios".

http://verbumdeiudea.files.wordpress.com/2011/03/jonas_predicando_en_ninive1.jpg

"La señal de Jonás, la verdadera, es aquella que nos da la confianza de ser salvados por la sangre de Cristo. ¿Cuántos cristianos, cuántos hay, que piensan que serán salvados sólo por lo que hacen, por sus obras? Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a aquel amor misericordioso que nos salva. Pero sólo las obras, sin ese amor misericordioso, no sirven. En cambio, el 'síndrome de Jonás’ tiene confianza sólo en su justicia personal, en sus obras".

Jesús habla entonces de "generación malvada" y "a la pagana, la reina de Saba, casi la nombra juez: se levantará contra los hombres de esta generación". Y esto, señaló, "porque era una mujer inquieta, una mujer que buscaba la sabiduría de Dios":
"He aquí que, el 'Síndrome de Jonás' nos lleva a la hipocresía, a aquella autosuficiencia, a ser cristianos limpios, perfectos, ‘porque hacemos estas obras: cumplimos los mandamientos, todo’. Es una gran enfermedad. Es la señal de Jonás, de la misericordia de Dios en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación".

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El Papa destacó luego que "en la primera lectura hay dos palabras que se conectan con esto. Pablo dice de sí mismo que es un apóstol, no porque ha estudiado, no: Apóstol por llamado. Y a los cristianos les dice 'Están llamados por Jesucristo’. La señal de Jonás nos llama: seguir al Señor, pecadores, somos todos, con humildad, con docilidad. Hay una llamada, también una opción".
"Aprovechemos esta liturgia de hoy –pidió el Papa– para preguntarnos y tomar una decisión: ¿qué prefiero? ¿El síndrome de Jonás o la señal de Jonás?".

 (ACI/EWTN Noticias)


Parábola del Fariseo y el Publicano: (Lc 18, 10-14)

«Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.” En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!". Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»


Resumen de la historia de Jonás:

"La palabra de Yahveh fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos términos: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella que su maldad ha subido hasta mí.» Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de Yahveh [...]" (Jon 1, 1-3)

"Por segunda vez fue dirigida la palabra de Yahveh a Jonás en estos términos: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad y proclama el mensaje que yo te diga.» Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra de Yahveh. [...]" (Jon 3, 1-3)

"Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal desde el mayor al
menor. La palabra llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó su manto, se cubrió de sayal y se sentó en la ceniza.
[...]
Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su mala conducta, y se arrepintió Dios del mal
que había determinado hacerles, y no lo hizo.
" (Jon 3, 5-6.10)



viernes, 11 de octubre de 2013

El Demonio existe

VATICANO, 11 Oct. 13 / 01:39 pm.

 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiN0cEYG0xjeJGHZHHc07YZ9GMWBqzH4inB1zKu67iKQdOgR75hzGViEncdLF4PDEKVBFuHsneQay7kEdYtDagreUGL5bbPq-q4nuLSfp4agNvDtsWcsWBqPCewP3SGTHy-UnAby00CIbkL/s640/verzoeking.jpg

El Papa Francisco exhortó esta mañana a no negociar nunca con el demonio ni a dejar de estar vigilante ante sus acechanzas, durante la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta en donde reside.

Meditando sobre el Evangelio en el que Jesús expulsa a los demonios, el Santo Padre dijo que ante Satanás se impone la "vigilancia, porque la estrategia del demonio es ésta: ‘Te has convertido en cristiano, va adelante en la fe, te dejo, te dejo tranquilo. Pero luego, cuando te has acostumbrado, y no vigilas tanto, y te sientes seguro, yo regreso’. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y el demonio ¡que regresa!".

"San Pedro lo decía: ‘Es como un león feroz, que da vueltas a nuestro alrededor’. Es así. ‘Pero, Padre, ¡usted es un poco anticuado! Nos asusta con estas cosas’... . No, ¡yo no! ¡Es el Evangelio! Y no son mentiras: ¡es la Palabra del Señor!".

El Pontífice alentó luego a pedirle al Señor "la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación. ¡Él ha vencido al demonio! Por favor, ¡no negociemos con el demonio! Él trata de volver a la casa, de tomar posesión de nosotros... No relativizar, ¡vigilar! ¡Y siempre con Jesús!".

El Papa advirtió la actitud de algunos que presentan a Jesús solo como un curandero al que no toman en serio. Una actitud, observó, que "ha llegado hasta nuestros días".  "Hay algunos sacerdotes que cuando leen este pasaje del Evangelio, este y otros, dicen: ‘Pero, Jesús ha sanado a una persona con una enfermedad mental’. No leen esto aquí, ¿no? Es verdad que en aquel tiempo se podía confundir una epilepsia con la posesión de demonio; ¡pero también es cierto que existía el demonio! Y nosotros no tenemos derecho a simplificar las cosas, como diciendo: ‘Todos esos no estaban poseídos; eran enfermos mentales’. ¡No! La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia termina también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio".

Por esta razón, advirtió el Papa, "no debemos ser ingenuos". El Santo Padre observó luego que el Señor nos da algunos criterios para "discernir" la presencia del mal y para seguir el "camino cristiano cuando hay tentaciones".

Uno de los criterios es "seguir la victoria de Jesús sobre el mal" sólo "a medias". "O estás conmigo - dice el Señor - o estás contra mí". Jesús, añadió, ha venido para destruir al demonio, "a liberarnos" de la "esclavitud del demonio sobre nosotros". Y, advirtió, no se puede decir que así "exageramos".
"En este tema - dijo el Papa- no hay matices. Es una lucha donde se juega la salud, la salud eterna, la salvación eterna" de todos nosotros. Luego está el criterio de la vigilancia. "Siempre debemos vigilar -exhortó el Papa- vigilar contra el engaño, contra la seducción del maligno":
"Podemos hacernos la pregunta: ‘¿vigilo sobre mí, sobre mi corazón, sobre mis sentimientos, sobre mis pensamientos’? ¿Custodio el tesoro de la gracia? ¿Custodio la presencia del Espíritu Santo en mí? ¿O dejo las cosas así, seguro, creyendo que todo está bien?’ Si tú no te custodias, viene aquel que es más fuerte que tú. Pero si llega uno más fuerte que él y lo vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte el botín. ¡La vigilancia!".

El Papa Francisco dijo luego que para la vigilancia hay tres criterios a tener en cuenta: "No hay posiciones a medias. Tercer criterio: la vigilancia sobre nuestro corazón, porque el demonio es astuto. ¡Jamás ha sido expulsado para siempre! Sólo el último día lo será".

 (ACI)

 http://www.diosayudame.info/imagenes-de-dios/jesus-reprende-al-diablo.jpg

Jesús expulsa a los demonios, y alguien empieza a dar explicaciones «para disminuir la fuerza del Señor». El Papa Francisco habló en la homilía, tomando el Evangelio de hoy, sobre la tentación de disminuir la figura de Jesús como si fuese «como mucho un curador», pero sin tomarle «del todo en serio». Una actitud, observó, que «ha llegado hasta nuestros días».

El demonio existe

 

«Hay algunos sacerdotes que cuando leen este pasaje del Evangelio, este y otros (sobre expulsión de demonios, n.d.r.), dicen: ‘Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica. No se lee esto aquí, ¿no? Es verdad que en aquel tiempo se podía confundir una epilepsia con la posesión del demonio; ¡pero es también cierto que existía el demonio! Y no tenemos derecho a simplificar tanto las cosas, diciendo: ‘Todos estos no estaban endemoniados; eran enfermos psíquicos'. ¡No! La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio».
Por esto, advirtió, «no debemos ser ingenuos». El Papa, por tanto, observó que el Señor nos da algunos criterios para «discernir» la presencia del mal y para ir por el«camino cristiano cuando hay tentaciones». Uno de los criterios es «no seguir la victoria de Jesús sobre el mal» solo «a medias». «O estas conmigo - dice el Señor - o estás contra mí». Jesús, añadió, vino a destruir al demonio, «a darnos la liberación» de la «esclavitud del diablo sobre nosotros». Y, advirtió, no se puede decir que así «exageramos». «En este punto - dijo - no hay medias tintas. Hay una lucha, y una lucha en la que se juega la salud, la salud eterna, la salvación eterna» de todos nosotros.

Estar vigilantes

 

Está después el criterio de la vigilancia. «Debemos ser vigilantes siempre - exhortó el Papa - vigilar contra el engaño, contra la seducción del maligno».
«Y podemos preguntarnos: ‘¿Yo me vigilo a mí, mi corazón, mis sentimientos, mis pensamientos? ¿Guardo el tesoro de la gracia? ¿Guardo la presencia del Espíritu Santo en mí? ¿O lo dejo estar, seguro, creo que voy bien?' Si tu no guardas, viene el que es más fuerte que tu. Pero si llega uno más fuerte que él y le gana, le quita las armas en las que confiaba y se reparte el botín. ¡La vigilancia! Tres criterios, ¡eh! No confundir la verdad. Jesús lucha contra el diablo: primer criterio. Segundo criterio: quien no está con Jesús, está contra Jesús. No hay enseñanzas a medias. Tercer criterio: la vigilancia de nuestro corazón, porque el demonio es astuto. ¡Nunca se le expulsa para siempre! Sólo lo será el último día».

Cuando el espíritu impuro sale del hombre, recordó el Papa, «vaga por lugares desiertos, buscando alivio, y al no encontrarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde he salido'. Y cuando la encuentra «barrida y en orden». Entonces va, «toma a otros siete espíritus peores que él, vienen y moran en ella. Y así, la última situación de ese hombre se vuele peor que la primera».

«La vigilancia, porque su estrategia es esa: ‘Tu te has hecho cristiano, sigue adelante en tu fe, yo te dejo, te dejo tranquilo. Pero después, cuando te has acostumbrado y no vigilas tanto y te sientes seguro, yo vuelvo'. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y termina con el demonio que vuelve. San Pedro lo decía: ‘Es como un león feroz, que gira a nuestro alrededor'. Es así. ‘¡Pero, Padre, usted está un poco anticuado! Nos asusta con estas cosas ...'. No, ¡yo no! ¡Es el Evangelio! Y esto no son mentiras: ¡es la Palabra del Señor! Pidamos al Señor la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación. ¡El ha vencido al demonio! ¡Por favor, no hagamos tratos con el demonio! Él busca volver a casa, tomarnos en posesión ... ¡No relativizar, vigilar! ¡Y siempre con Jesús!».

(RV/InfoCatólica)

miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Qué significa que la Iglesia es Católica?

VATICANO, 09 Oct. 13 / 11:17 am

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El Papa Francisco reflexionó esta mañana sobre lo que significa que la Iglesia sea católica, ante unos 60 mil fieles en la Plaza de San Pedro. A continuación, el texto completo:


Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!

Veo que hoy a pesar de ser una jornada fea, han sido valientes, ¿eh? ¡Felicitaciones! Felicitaciones…
 
"Creo en la Iglesia una, santa, católica... ". Hoy hacemos una pausa para reflexionar sobre esta nota de la Iglesia, decimos "católica", ¿eh? De la catolicidad. En primer lugar: ¿qué significa católico? Viene del griego "kath'olòn" que significa "de acuerdo con el todo", la totalidad. En ese sentido, esta totalidad se aplica a toda la Iglesia. En ese sentido decimos que la Iglesia es católica. Yo diría en tres significados fundamentales.

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1. El primero. La Iglesia es católica porque es el espacio, la casa en la que se anuncia toda la fe, en la que la salvación que Cristo nos ha traído se ofrece a todos. La Iglesia nos hace encontrar la misericordia de Dios que nos transforma, porque en ella está presente Jesucristo, que le da la verdadera confesión de fe, la plenitud de la vida sacramental, la autenticidad del ministerio ordenado. En la Iglesia, cada uno de nosotros encuentra lo que es necesario para creer, para vivir como cristianos, para ser santos, para caminar en todos los lugares y en todas las épocas.
Por poner un ejemplo, podemos decir que es como en la vida familiar. En familia, a cada uno de nosotros se nos da todo lo que nos permite crecer, madurar, vivir. No se puede crecer solos, no se puede caminar solos, aislándonos, sino que se camina y se crece en comunidad, en una familia. Y así, la Iglesia es así.
En la Iglesia podemos escuchar la Palabra de Dios, seguros que es el mensaje que el Señor nos ha dado; en la Iglesia podemos encontrar al Señor en los sacramentos que son ventanas abiertas por donde se nos da la luz de Dios, arroyos de los cuales tomamos la misma vida de Dios; en la Iglesia aprendemos a vivir en comunión el amor que viene de Dios. Cada uno de nosotros puede preguntarse ¿Cómo vivo en la Iglesia? Cuando voy a la Iglesia, ¿es como si fuera al estadio, a un partido de fútbol? ¿Es como si fuera al cine? ¡No! ¡Es otra cosa! ¿Cómo voy a la iglesia? ¿Cómo acepto los dones que me ofrece, para crecer, madurar como cristiano? ¿Participo en la vida comunitaria o voy a la iglesia y me encierro en mis problemas, aislándome de los demás? En este primer sentido, la Iglesia es católica porque es la casa de todos: todos somos hijos de la Iglesia y todos estamos en esa casa.

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2. Un segundo significado: la Iglesia es católica porque es universal, se extiende por todo el mundo y anuncia el Evangelio a todos los hombres y todas las mujeres. La Iglesia no es un grupo de élite, sólo para unos pocos. La Iglesia no tiene cierres, es enviada a todo el mundo, a toda la humanidad. Y la única Iglesia está presente incluso en las partes más pequeñas de la misma.
Todos podemos decir: en mi parroquia está presente la Iglesia católica, porque ella también es parte de la Iglesia universal, porque también tiene la plenitud de los dones de Cristo, la fe, los Sacramentos, el ministerio; está en comunión con el Obispo, con el Papa y está abierta a todos, sin distinción.
La Iglesia no está solamente a la sombra de nuestro campanario, sino que abraza una gran variedad de gentes, de pueblos que profesan la misma fe, que se nutren de la misma Eucaristía, que son atendidos por los mismos Pastores. ¡Sentirse en comunión con todas las iglesias, con todas las comunidades católicas grandes y pequeñas de todo el mundo!
¡Es bonito esto! Y luego, sentirnos que todos estamos en misión, pequeñas o grandes comunidades, todos tenemos que abrir nuestras puertas y salir para anunciar el Evangelio. Preguntémonos entonces: ¿qué estoy haciendo para comunicar a los demás la alegría del encuentro con el Señor, la alegría de pertenecer a la Iglesia? ¡Proclamar y dar testimonio de la fe no es una cuestión de unos pocos, se refiere también a mí, a ti, a cada uno de nosotros!

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3. Una tercera y última reflexión: la Iglesia es católica, porque es la "Casa de la armonía", donde la unidad y la diversidad hábilmente se combinan entre sí para ser riqueza. Pensemos en la imagen de la sinfonía, que significa acuerdo y armonía, diferentes instrumentos tocan juntos, cada uno conserva su timbre inconfundible y las características de sonido se funden y acuerdan en algo común.
Luego está el que guía, el director, y en la sinfonía que se ejecuta todos tocan juntos en "armonía", pero no se borra el timbre de cada instrumento, la peculiaridad propia, ¡sino que se valoriza al máximo!
Es una bella imagen que nos dice que la Iglesia es como una gran orquesta, en la que hay variedad, no todos somos iguales, y no debemos ser iguales. Todos somos diversos, diferentes, cada uno con sus propias cualidades y esa es la belleza de la Iglesia: cada uno trae lo propio, lo que Dios le dio, para enriquecer a los demás. Y entre los miembros hay esta diversidad, pero es una diversidad que no entra en conflicto, no se contrapone; es una variedad que se deja fundir en armonía por el Espíritu Santo; Él es el verdadero "Maestro", y Él mismo es la armonía.
Y ahora preguntémonos: ¿en nuestras comunidades vivimos en armonía, o discutimos entre nosotros? En mi parroquia, en mi movimiento, en la Iglesia ¿Hay habladurías? Y, si hay habladurías, no hay armonía: hay lucha. Y ésta no es la Iglesia: la Iglesia es la armonía de todos. Nunca hablen uno contra el otro, nunca se peleen. Aceptemos al otro, aceptemos que haya una justa variedad, que esto sea diferente, que éste piense así, o piense asá: ¿Pero, en la misma fe se puede pensar así, o tendemos a uniformarlo todo?
¡La uniformidad mata la vida. La vida de la Iglesia es variedad, y cuando queremos poner esta uniformidad en todo, matamos los dones del Espíritu Santo! Oremos al Espíritu Santo, que es el autor de esta unidad en la variedad, de esta armonía, para que nos haga cada vez más "católicos", ¡en esta Iglesia que es católica y universal!

Gracias.

(ACI)

viernes, 4 de octubre de 2013

Homilía del Papa sobre San Francisco de Asís

04/10/13 12:05 PM.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgH2Vc67anawOgqYtxydjcocb1vDnrRpJ1g8TeSWglhI9h6z1F5piYwWu9IyGYIKIq5i1SYpcDUaMYKi8X7MCCJ7xbuvgAczuaqbxOnokhOJDRUBW5Ju_G6DoReqMerQ1ddP_gRf45uwDE/s1600/Audiencia+Papa+Francisco.jpg

El Papa afirma que la paz de San Francisco «no es un sentimiento almibarado ni armonía panteísta».

El Santo Padre ha visitado hoy la localidad italiana de Asís, ciudad en donde nació san Francisco, fundador de la orden franciscana. Durante la homilía que ha predicado en la Misa, el Papa ha asegurado que el camino del santo de Asís hacia Cristo «comienza con la mirada de Jesús en la cruz». Francisco ha dicho que el Crucifijo «nos habla de amor, porque él es el Amor de Dios encarnado, y el Amor no muere, más aún, vence el mal y la muerte». También ha advertido que la paz de San Francisco «no es un sentimiento almibarado. Por favor: ¡ese san Francisco no existe! Y ni siquiera es una especie de armonía panteísta con las energías del cosmos».

El Papa ha manifestado que «quien sigue a Cristo, recibe la verdadera paz, aquella que sólo él, y no el mundo, nos puede dar», a la vez que ha advertido que «muchos asocian a san Francisco con la paz, pero pocos profundizan».
 
La paz verdadera es la de Cristo:

Dicha paz, ha dicho Francisco, «es la de Cristo, y la encuentra el que «carga» con su «yugo», es decir su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (cf. Jn 13,34; 15,12). Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con soberbia, sino sólo con mansedumbre y humildad de corazón». 
El Santo Padre ha pedido la intercesión de san Francisco para que nos ayude a alcanzar «de Dios el don de la armonía y la paz para nuestro mundo».

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"Homilía completa del Papa Francisco":


«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25). Paz y bien a todos. Con este saludo franciscano os agradezco el haber venido aquí, a esta plaza llena de historia y de fe, para rezar juntos.Como tantos peregrinos, también yo he venido para dar gracias al Padre por todo lo que ha querido revelar a uno de estos «pequeños» de los que habla el evangelio: Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís. El encuentro con Jesús lo llevó a despojarse de una vida cómoda y superficial, para abrazar «la señora pobreza» y vivir como verdadero hijo del Padre que está en los cielos. Esta elección de san Francisco representaba un modo radical de imitar a Cristo, de revestirse de Aquel que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2Co 8,9). El amor a los pobres y la imitación de Cristo pobre son dos elementos unidos de modo inseparable en la vida de Francisco, las dos caras de la misma moneda. ¿Cuál es el testimonio que nos da hoy Francisco? ¿Qué nos dice, no con las palabras –esto es fácil- sino con la vida?

1. La primera cosa, la realidad fundamental que nos atestigua es ésta: ser cristianos es una relación viva con la Persona de Jesús, es revestirse de él, es asimilarse a él.
¿Dónde inicia el camino de Francisco hacia Cristo? Comienza con la mirada de Jesús en la cruz. Dejarse mirar por él en el momento en el que da la vida por nosotros y nos atrae a sí. Francisco lo experimentó de modo particular en la iglesita de San Damián, rezando delante del crucifijo, que hoy también yo veneraré. En aquel crucifijo Jesús no aparece muerto, sino vivo.
La sangre desciende de las heridas de las manos, los pies y el costado, pero esa sangre expresa vida. Jesús no tiene los ojos cerrados, sino abiertos, de par en par: una mirada que habla al corazón. Y el Crucifijo no nos habla de derrota, de fracaso; paradójicamente nos habla de una muerte que es vida, que genera vida, porque nos habla de amor, porque él es el Amor de Dios encarnado, y el Amor no muere, más aún, vence el mal y la muerte. El que se deja mirar por Jesús crucificado es re-creado, llega a ser una «nueva criatura». De aquí comienza todo: es la experiencia de la Gracia que transforma, el ser amados sin méritos, aun siendo pecadores. Por eso Francisco puede decir, como san Pablo: «En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Ga 6,14).
Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: enséñanos a permanecer ante el Crucificado, a dejarnos mirar por él, a dejarnos perdonar, recrear por su amor.

2. En el evangelio hemos escuchado estas palabras: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,28-29).
Ésta es la segunda cosa que Francisco nos atestigua: quien sigue a Cristo, recibe la verdadera paz, aquella que sólo él, y no el mundo, nos puede dar. Muchos asocian a san Francisco con la paz, pero pocos profundizan. ¿Cuál es la paz que Francisco acogió y vivió y que nos transmite? La de Cristo, que pasa a través del amor más grande, el de la Cruz. Es la paz que Jesús resucitado dio a los discípulos cuando se apareció en medio de ellos y dijo: «Paz a vosotros», y lo dijo mostrando las manos llagadas y el costado traspasado (cf. Jn 20,19.20).
La paz franciscana no es un sentimiento almibarado. Por favor: ¡ese san Francisco no existe! Y ni siquiera es una especie de armonía panteísta con las energías del cosmos… Tampoco esto es franciscano, sino una idea que algunos han construido. La paz de san Francisco es la de Cristo, y la encuentra el que «carga» con su «yugo», es decir su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (cf. Jn 13,34; 15,12). Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con soberbia, sino sólo con mansedumbre y humildad de corazón.
Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: enséñanos a ser «instrumentos de la paz», de la paz que tiene su fuente en Dios, la paz que nos ha traído el Señor Jesús.

3. «Altísimo, omnipotente y buen Señor… Alabado seascon todas las criaturas» (FF, 1820).
Así comienza el Cántico de san Francisco. El amor por toda la creación, por su armonía. El Santo de Asís da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y que el hombre está llamado a custodiar y proteger, pero sobre todo da testimonio del respeto y el amor hacia todo ser humano. Dios creó el mundo para que fuera lugar de crecimiento en la armonía y en la paz. ¡La armonía y la paz! Francisco fue hombre de armonía y de paz. Desde esta Ciudad de la paz, repito con la fuerza y mansedumbre del amor: respetemos la creación, no seamos instrumentos de destrucción. Respetemos a todo ser humano: que cesen los conflictos armados que ensangrientan la tierra, que callen las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor, la ofensa al perdón y la discordia a la unión. Escuchemos el grito de los que lloran, sufren y mueren por la violencia, el terrorismo o la guerra, en Tierra Santa, tan amada por san Francisco, en Siria, en todo el Oriente Medio, en el mundo.
Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: Alcánzanos de Dios el don de la armonía y la paz para nuestro mundo.
No puedo olvidar, en fin, que Italia celebra hoy a san Francisco como su Patrón. Lo expresa también el tradicional gesto de la ofrenda del aceite para la lámpara votiva, que este año corresponde precisamente a la Región de Umbría. Recemos por la Nación italiana, para que cada uno trabaje siempre para el bien común, mirando más lo que une que lo que divide. Hago mía la oración de san Francisco por Asís, por Italia, por el mundo: «Te ruego, pues, Señor mío Jesucristo, Padre de toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten presente la inagotable clemencia que has manifestado en [esta ciudad], para que sea siempre lugar y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito y gloriosísimo, por los siglos de los siglos. Amén» (Espejo de perfección, 124: FF, 1824).
(InfoCatólica)