sábado, 24 de enero de 2015

El Papa Francisco habla sobre el consentimiento matrimonial y la mentalidad mundana

23/01/15 9:30 PM.

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El Papa Francisco recibió hoy en audiencia al decano, a los prelados auditores, oficiales y colaboradores del Tribunal de la Rota Romana, con motivo de la inauguración del año judiciario. En su discurso, el Santo Padre se centró en el contexto humano y cultural en el que se forma la intención matrimonial. Destacó que la crisis de los valores en la sociedad no es un fenómeno reciente y para ello recordó que hace cuarenta años Pablo VI ya estigmatizaba las enfermedades del hombre moderno.

El Santo Padre indicó que el Beato Pablo VI señalaba que dichas enfermedades hacían que el hombre quedara «a veces vulnerado por un relativismo sistemático, que lo inclina ante las elecciones más fáciles de la situación, de la demagogia, la moda, la pasión, el hedonismo, el egoísmo, de modo que exteriormente intenta desafiar la ley, pero interiormente, casi sin darse cuenta, sustituye el imperio de la conciencia moral por el capricho de la conciencia psicológica».

"Crisis de fe":

El Papa puso de relieve el cometido del juez llamado a realizar un análisis judicial cuando existen dudas sobre la validez del matrimonio «para determinar -dijo- si hay un defecto de origen del consentimiento, ya sea directamente por falta de buena intención, o por un grave déficit en la comprensión del matrimonio mismo que determine la voluntad. La crisis del matrimonio, de hecho -continuó-, es realmente la crisis del saber iluminado por la fe, es decir, por el apego a Dios y a su designio de amor realizada en Jesucristo».

«La experiencia pastoral nos enseña que ahora hay un gran número de fieles en una situación irregular, cuya historia ha sido fuertemente influenciada por la generalizada mentalidad mundana. De hecho, hay una especie de mundanidad espiritual, que se esconde detrás de las apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia y que conduce a perseguir, en lugar de la gloria del Señor, el bienestar personal. Uno de los frutos de esta actitud es una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de argumentos y conocimientos que se cree que pueden consolar e iluminar, pero donde el sujeto continúa encerrado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos... Por esto el juez, a la hora de reflexionar sobre la validez del consentimiento, debe tener en cuenta el contexto de los valores y la fe».

Francisco les exhortó a un mayor compromiso y pasión en su ministerio «que sirva para salvaguardar la unidad de la jurisprudencia en la Iglesia, como trabajo pastoral por el bien de muchas parejas, y muchos hijos, a menudo víctimas de estos eventos. También aquí, necesitamos una conversión pastoral de las estructuras eclesiásticas para proporcionar el «opus iustitiae» a todos los que acuden a la Iglesia para que esta arroje luz sobre su situación conyugal. Esta es vuestra difícil misión: No encerrar la salvación de las personas dentro de las constricciones del legalismo».

En este ámbito, el Papa insistió antes de concluir en la presencia necesaria de personas competentes en cada tribunal eclesiástico para proporcionar asistencia y asesoramiento sobre la posibilidad de introducir una causa de nulidad matrimonial. «Esperando que en todos los tribunales estén presentes estas figuras para favorecer el acceso efectivo de todos los fieles a la justicia de la Iglesia, me gustaría señalar -finalizó- el número significativo de casos en la Rota Romana de asistencia gratuita, en favor de las partes que, por malas condiciones económicas, no son capaces de obtener un abogado».

(VIS/InfoCatólica)

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Catecismo de la Iglesia Católica: 

III. El consentimiento matrimonial

1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir:
— no obrar por coacción;
— no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.

1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio". Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo. Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.

1629 Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio, la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente anterior.

1630 El sacerdote ( o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el Matrimonio es una realidad eclesial.

1631 Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio. Varias razones concurren para explicar esta determinación:
— El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
— El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
— Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
— El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.

1632 Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:
El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.
El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios" es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia, y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:
«Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo, al matrimonio» (Gaudium et Spes 49).

domingo, 18 de enero de 2015

El Papa Francisco visita Filipinas (Encuentro con familias, Misa y Homilía)

MANILA, 16 Ene. 2015 / 06:32 am.

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El Papa Francisco alertó sobre las amenazas que enfrenta la familia en el mundo actual, especialmente el intento de algunos se redefinir la institución del matrimonio. Ante estas realidades, el Pontífice instó a proteger siempre a toda familia.

En sus palabras en el encuentro con miles de familias en Mall of Asia de Manila, el Papa Francisco dijo que “si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida”.

El Santo Padre exhortó a estar atentos a “la nueva colonización ideológica. Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. No nacen del sueño, de la oración, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, porque eso digo que son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión de la familia".

"Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle no a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy sagaces, hábiles y fuertes para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia. Y pedirle a San José que es amigo del ángel para que nos diga cuando podemos decir si y cuando podemos decir no".

“Del mismo modo que el don de la Sagrada Familia fue confiado a San José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño”.

El Papa dijo además que “las dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares”.

El Santo Padre resaltó también que “nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo San Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia”.

“Así pues, ¡protejan a vuestras familias! Vean en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadan otras. Más bien, sean ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sean santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levántense con Jesús y María, y sigan el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros”.

El Papa aseguró luego que cada cristiano debe ser una voz profética en medio de la sociedad, como San José: “cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo”.

El Pontífice pidió luego que se preocupen “de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejen que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida”.

“Queridos amigos en Cristo –concluyó– sabed que yo rezo siempre por vosotros. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, rezad también por mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con ellas.

(ACI)


-Vídeo del discurso del Papa Francisco durante el encuentro con familias en Filipinas:



-Discurso completo del Santo Padre en: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-discurso-del-papa-francisco-en-el-encuentro-con-las-familias-en-filipinas-99503/


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Manila, 18/1/2015. 

Visita a Filipinas: "Multitudinaria misa del Papa Francisco en Manila"


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Palabras del Papa Francisco en la homilía de la multitudinaria Misa celebrada en Manila:


«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9, 5). Es una gran alegría para mí celebrar el domingo del Santo Niño con ustedes. La imagen del Santo Niño Jesús acompañó desde el principio la difusión del Evangelio en este país. Vestido como un rey, coronado y sosteniendo en sus manos el cetro, el globo y la cruz, nos recuerda continuamente la relación entre el Reino de Dios y el misterio de la infancia espiritual. Nos lo dice el Evangelio de hoy: «Quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10, 15). El Santo Niño sigue anunciándonos que la luz de la gracia de Dios ha brillado sobre un mundo que habitaba en la oscuridad, trayendo la Buena Nueva de nuestra liberación de la esclavitud y guiándonos por los caminos de la paz, el derecho y la justicia. Nos recuerda también que estamos llamados a extender el Reino de Cristo por todo el mundo.        
  
En estos días, durante mi visita, he escuchado la canción: «Todos somos hijos de Dios». Esto es lo que el Santo Niño nos dice. Nos recuerda nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la familia de Dios. Hoy san Pablo nos ha dicho que hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo. Eso es lo que somos. Ésa es nuestra identidad. Hemos visto una hermosa expresión de esto cuando los filipinos se volcaron con nuestros hermanos y hermanas afectados por el tifón.

El Apóstol nos dice que gracias a la elección de Dios hemos sido abundantemente bendecidos. Dios «nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos» (Ef 1, 3). Estas palabras tienen una resonancia especial en Filipinas, ya que es el principal país católico de Asia; esto ya es un don especial de Dios, una bendición. Pero es también una vocación. Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia.

Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: «Para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia» (Ef 1, 4). Nos eligió a cada uno de nosotros para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo. Creó el mundo como un hermoso jardín y nos pidió que cuidáramos de él. Pero, con el pecado, el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción.

A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira. El diablo es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por ser «moderno», «como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres efímeros, de pasatiempos superficiales. Y así malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan, de seguir siendo en el fondo hijos de Dios. Como nos enseña el Señor, los niños tienen su propia sabiduría, que no es la sabiduría del mundo. Por eso el mensaje del Santo Niño es tan importante. Nos habla al corazón de cada uno de nosotros. Nos recuerda nuestra identidad más profunda, que estamos llamados a ser la familia de Dios.

El Santo Niño nos recuerda también que hay que proteger esta identidad. El Niño Jesús es el protector de este gran país. Cuando vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: san José. Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret. Así nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura.

En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice. También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a nuestros jóvenes, ayudándolos a construir una sociedad digna de su gran patrimonio espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada niño como un regalo que acoger, querer y proteger. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle.

Un niño frágil, que necesitaba ser protegido, trajo la bondad, la misericordia y la justicia de Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el poder de su cruz. Ahora, al final de mi visita a Filipinas, los encomiendo a él, a Jesús que vino a nosotros niño. Que conceda a todo el amado pueblo de este país que trabaje unido, protegiéndose unos a otros, comenzando por sus familias y comunidades, para construir un mundo de justicia, integridad y paz. Que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero.

Por favor, recen por mí. Que Dios les bendiga.

(Infovaticana)




martes, 13 de enero de 2015

El Papa en Sri Lanka

13/01/15 9:00 AM.

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El Papa ha aterrizado en el aeropuerto internacional de Colombo (Sri Lanka) donde le ha recibido el recién elegido presidente del país tras las elecciones del pasado 8 de diciembre, Maithripala Sirisena. En su primer discurso el Santo Padre Papa abogó por la reconciliación en un país marcado por 37 años de conflicto en el cual se enfrentaron el ejército y la guerrilla tamil, derrotada en 2009.

El Papa ha asegurado que «la gran obra de reconciliación debe incluir la mejora de las infraestructuras y cubrir las necesidades materiales pero, también, y es lo más importante todavía, promover la dignidad humana, el respeto de los derechos humanos y la plena integración de todos los miembros de la sociedad», declaró.

Búsqueda de la verdad para sanar heridas 

Los derechos humanos constituyen un tema extremadamente sensible en Sri Lanka, cuyos dirigentes han rechazado colaborar con la ONU en la investigación sobre las alegaciones de crímenes de guerra cometidos contra civiles al final del conflicto. «El proceso de curación necesita incluir la búsqueda de la verdad, no para reabrir heridas antiguas, sino como un medio necesario para promover la verdad y la unidad», ha apuntado.
«Es una tragedia que tantas comunidades estén en guerra. La incapacidad para reconciliar diferencias y desacuerdos, viejos o nuevos, ha derivado en el surgimiento de tensiones étnicas y religiosas, frecuentemente acompañadas por episodios de violencia», ha lamentado el Papa.
El Santo Padre fue recibido en el aeropuerto de Colombo por el nuevo presidente, Maithripala Sirisena, que acaba de entrar en funciones y prometió una investigación independiente sobre estas acusaciones de crímenes de guerra que habrían sido perpetrados bajo la presidencia de su predecesor, Mahinda Rajapakse. «Todos los miembros de la sociedad deben trabajar juntos, todos deben tener voz. Todos deben ser libres de expresar sus preocupaciones, sus necesidades, sus aspiraciones y sus miedos», concluyó.

Rezó por Francia en el avión 

Mostrando buen aspecto y sonriente, señaló por otra parte a los periodistas franceses que siguen su desplazamiento que «había rezado por Francia» y volverá a hacerlo tras los atentados en los que murieron 17 personas la semana pasada.
Sri Lanka cuenta con un 70% de budistas, 12% de hindúes, 10% de musulmanes y 7% de cristianos.

(Colpisa/InfoCatólica


· Vídeo: "Discurso del Papa en Sri Lanka":

 


 

jueves, 8 de enero de 2015

El Papa reconoce la importancia de las madres como transmisoras de la fe

VATICANO, 07 Ene. 15 / 09:48 am.

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El Papa Francisco retomó la Audiencia General de los miércoles tras la pausa con motivo de la Navidad, para abordar desde el Aula Pablo VI la importancia de las madres para la sociedad y la Iglesia.

Una sociedad sin madres sería una sociedad deshumana, porque las madres siempre saben testimoniar incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral”, dijo Francisco durante la catequesis.

El Pontífice explicó que “las madres a menudo transmiten también el sentido más profundo de la práctica religiosa” porque “en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida de un ser humano”. Este “mensaje” es “la semilla de la fe” que “está en esos primeros, preciosísimos momentos”. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo”, dijo el Papa, para invitar también a ver que “no somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres”.

El Pontífice habló de nuevo de la familia en la catequesis de hoy, que dedicó especialmente a las madres, ya que, como anunció hace algunas semanas, durante estos meses tratará este tema como antesala al Sínodo Ordinario de la Familia del próximo octubre.

Durante la Audiencia, Francisco citó al Arzobispo de El Salvador, Mons. Oscar Arnulfo Romero -asesinado en 1980-, quien dijo que “las madres viven un ‘martirio materno’”. Se trata de “una entrega total, sin aspavientos, en el silencio, la oración, el cumplimiento del deber. Ir dando la vida poco a poco como hace una madre por su hijo”.

Ser madre “es también una elección de vida” que es la de “dar vida”, dijo el Papa. Para añadir: “esto es grande, esto es bello”. En ese sentido, recordó que ante todo la Iglesia es Madre

En la familia está la madre. Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual”. Por ello, lamentó que muchas veces no se le dé la importancia que le corresponde. “Es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad”, señaló, e incluso “a menudo se aprovecha de la disponibilidad de las madres a sacrificarse por los hijos para ‘ahorrar’ en los gastos sociales”.

Para el Papa, “también en la comunidad cristiana la madre no es siempre justamente valorada, es poco escuchada”. Aunque “al centro de la vida de la Iglesia está la Madre de Jesús”.
El Santo Padre dijo que “sería necesario comprender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en familia; sería necesario entender mejor a qué aspiran para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación”.

Una madre con los hijos tiene siempre problemas, siempre trabajo. Yo recuerdo en casa, éramos cinco y mientras uno hacía ‘una’, el otro pensaba en hacer ‘otra’ y la pobre mamá iba de un lado para el otro. Pero era feliz. Nos ha dado tanto”.

El Papa indicó que “las madres son el antídoto más fuerte a la difusión del individualismo egoísta” ya que ‘individuo’ quiere decir ‘que no puede ser dividido’”. Pero “las madres, en cambio, se ‘dividen’, ellas, desde cuando acogen un hijo para darlo al mundo y hacerlo crecer”.

En ese sentido, dijo que muchas veces piensa en las madres cuyos hijos han muerto en la guerra. “Muchas veces he pensado en aquellas madres cuando han recibido la carta: ‘Le digo que su hijo ha caído en defensa de la patria…’. ¡Pobres mujeres, cómo sufre una madre! Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida”, expresó.

Francisco dio gracias a todas las madres y pidió dar un aplauso a todas las que se encontraban en el Aula Pablo VI. Después, el Pontífice recordó el 70 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz y saludó especialmente a los fieles alemanes y polacos.

A las parejas de recién casados les volvió a decir que son valientes “¡porque se necesita valentía para casarse!” y, por último, dio las gracias a los artistas circenses del Golden Circus de Liana Orfei, que hicieron un breve espectáculo en la Audiencia.

(ACI/EWTN Noticias)

viernes, 2 de enero de 2015

Servir a los enfermos es un camino de santificación



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Mensaje del Papa Francisco para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015
Sapientia cordis. «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (Jb 29,15) 

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a ustedes que llevan el peso de la enfermedad y de diferentes modos están unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a ustedes, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (Job 29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.

1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (Sant 3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.

2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.

3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.

4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay con frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicieron» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el otro» como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).

5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.

6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.

Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de diciembre de 2014

Memorial de San Francisco Javier

(InfoCatólica)