martes, 26 de agosto de 2014

Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia

VATICANO, 24 Ago. 14 / 10:11 am

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyyVomOjo6cyKZDGMsmNu_sXXxTZi9QtDloWk4W4IfRIU4LT8DKJIpAQo2ttj2fd7eBcXt5quW-j6Ic1uI58WG0rM1YNCLDbZ2YYl48sUj1p9Fj-TebZ77HwCDR3E7jLSM74PkWwRJjLI/s1600/Jes%C3%BAs+y+Pedro..jpg

Al presidir este domingo el rezo del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio, en el que Jesús llama “Pedro” a Simón tras encontrar en él una fe genuina, y alentó a los fieles a que ofrezcan su fe “pobre, pero sincera” al Señor”.

El Santo Padre señaló que “el Evangelio de este domingo es el célebre pasaje, central en el relato de Mateo, en el que Simón, en nombre de los Doce, profesa su fe en Jesús como ‘el Cristo, el Hijo de Dios vivo’; y Jesús llama ‘bienaventurado’ a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’”.

“Detengámonos un momento precisamente en este punto, sobre el hecho de que Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: ‘Pedro’, que en la lengua de Jesús suena ‘Cefas’, una palabra que significa ‘piedra’”.

En la Biblia, explicó el Papa, “este nombre, este término, ‘piedra’, está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto”.

“Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe ‘fiable’, sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros”.

Francisco, citado por Radio Vaticano, indicó que “Jesús tiene el propósito de dar vida a ‘su’ Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza”.

Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia. Y, por tanto, para iniciar su Iglesia, Jesús tiene necesidad de encontrar en los discípulos una fe sólida, una fe ‘de confianza’. Esto es lo que Él debe verificar en este punto del camino. Y por eso formula la pregunta”.

El Papa señaló que “el Evangelio de hoy también interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo? Nos hará bien en la jornada de hoy pensar en esto”.

Si el Señor encuentra en nuestro corazón una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad. De esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y única”.

Francisco remarcó que “Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, en todas las partes del mundo”.

El Santo Padre advirtió que “también en nuestros días ‘mucha gente’ piensa que Jesús es un gran profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia… Y también hoy Jesús pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros: ‘¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?’. ¿Un profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia? ¿Qué responderemos nosotros?”.

“Pensemos en esto. Pero sobre todo, oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’”.

El Papa aseguró que “ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo. Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Todos juntos: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’”.

(ACI/EWTN Noticias)

---
  
Mateo 16, 13-20

"Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?»
Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.»
Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo."

domingo, 17 de agosto de 2014

Beatificación de los 124 mártires de Corea del Sur

SEÚL, 15 Ago. 14 / 09:24 pm.

http://img.yonhapnews.co.kr/basic/article/sp/20140816/20140816110719_bodyfile.jpg

http://cdn01.am.infobae.com/adjuntos/163/imagenes/011/418/0011418719.jpg

El Papa Francisco presidió la Misa por la beatificación de Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros mártires, y aseguró que su muerte “sigue dando frutos” en la Iglesia en Corea hoy.
El Santo Padre señaló que hoy, en la ceremonia de beatificación, “celebramos esta victoria en Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros.  Sus nombres quedan unidos ahora a los de los santos mártires Andrés Kim Teagon, Pablo Chong Hasang y compañeros, a los que he venerado hace unos momentos”.

“Vivieron y murieron por Cristo, y ahora reinan con él en la alegría y en la gloria”. El Papa señaló que los 124 mártires coreanos “con san Pablo, nos dicen que, en la muerte y resurrección de su Hijo, Dios nos ha concedido la victoria más grande de todas”. “La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio”.

Francisco indicó que “la celebración del beato Pablo y compañeros nos ofrece la oportunidad de volver a los primeros momentos, a la infancia –por decirlo así– de la Iglesia en Corea. Los invita a ustedes, católicos de Corea, a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados”.

El Papa recordó que “en la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos”. “En efecto, fue suscitada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa”. El Santo Padre señaló que “tras un encuentro inicial con el Evangelio, los primeros cristianos coreanos abrieron su mente a Jesús. Querían saber más acerca de este Cristo que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos”.

“El conocimiento de Jesús pronto dio lugar a un encuentro con el Señor mismo, a los primeros bautismos, al deseo de una vida sacramental y eclesial plena y al comienzo de un compromiso misionero”.

Francisco recordó que “poco después de que las primeras semillas de la fe fueran plantadas en esta tierra, los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo los odiaría por su causa; sabían el precio de ser discípulos”.

“Para muchos, esto significó persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo –pertenencias y tierras, prestigio y honor–, porque sabían que sólo Cristo era su verdadero tesoro”.

El Papa destacó que “los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir”.

“Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos”.

El ejemplo de los mártires, siguió, “tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados”.

“La herencia de los mártires puede inspirar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y reconciliada, contribuyendo así a la paz y a la defensa de los valores auténticamente humanos en este país y en el mundo entero”.

Al concluir, el Santo Padre pidió “que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con la de Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena, en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia, y hasta los confines de la tierra. Amén”.

(ACI/EWTN Noticias)

jueves, 14 de agosto de 2014

Discurso del Papa Francisco a su llegada a Seúl (Corea del Sur)

14-8-2014

 http://pulsoslp.com.mx/wp-content/uploads/2014/08/PAPA.jpg

 http://www.aciprensa.com/imagespp/FranciscoCoreaDiscursoObispos14-08B.jpg

«Queridos amigos: 

Es una gran alegría para mí venir a Corea, la “tierra de la mañana tranquila”, y descubrir no sólo la belleza natural del País, sino sobre todo de su gente así como su riqueza histórica y cultural. Este legado nacional ha sufrido durante años la violencia, la persecución y la guerra. Pero, a pesar de estas pruebas, el calor del día y la oscuridad de la noche siempre han dejado paso a la tranquilidad de la mañana, es decir, a una esperanza firme de justicia, paz y unidad. La esperanza es un gran don. No nos podemos desanimar en el empeño por conseguir estas metas, que son un bien, no sólo para el pueblo coreano, sino para toda la región y para el mundo entero. 

Agradezco a la Presidenta, Señora Park Geun-hye, su cordial recibimiento. Mi saludo se dirige a ella y a los distinguidos miembros del Gobierno. Quiero dar las gracias también a los miembros del Cuerpo Diplomático, a las Autoridades civiles y militares, y a todos los presentes, que han colaborado activamente en la preparación de mi visita. Muchas gracias por su acogida, que me ha hecho sentir en casa desde el primer momento. 

Mi visita a Corea tiene lugar con ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiática, que reúne a jóvenes católicos de todo este vasto continente para una gozosa celebración de la fe común. Durante esta visita, además, proclamaré beatos a algunos coreanos que murieron mártires de la fe cristiana: Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros. Estas dos celebraciones se complementan una a otra. La cultura coreana ha sabido entender muy bien la dignidad y la sabiduría de los ancianos y reconocer su puesto en la sociedad. Nosotros, los católicos, honramos a nuestros mayores que sufrieron el martirio a causa de la fe, porque estuvieron dispuestos a dar su vida por la verdad en que creían y que guiaba sus vidas. Ellos nos enseñan a vivir totalmente para Dios y haciendo el bien a los demás. 

Un pueblo grande y sabio no se limita sólo a conservar sus antiguas tradiciones, sino que valora también a sus jóvenes, intentando transmitirles el legado del pasado aplicándolo a los retos del presente. Siempre que los jóvenes se reúnen, como en esta ocasión, es una preciosa oportunidad para escuchar sus anhelos y preocupaciones. Además, esto nos hace reflexionar sobre el modo adecuado de transmitir nuestros valores a la siguiente generación y sobre el tipo de mundo y sociedad que estamos construyendo para ellos. En este sentido, considero particularmente importante en este momento reflexionar sobre la necesidad de transmitir a nuestros jóvenes el don de la paz.
Esta llamada tiene una resonancia especial aquí en Corea, una tierra que ha sufrido durante tanto tiempo la ausencia de paz. Por mi parte, sólo puedo expresar mi reconocimiento por los esfuerzos hechos a favor de la reconciliación y la estabilidad en la península coreana, y animar estos esfuerzos, porque son el único camino seguro para una paz estable. La búsqueda de la paz por parte de Corea es una causa que nos preocupa especialmente, porque afecta a la estabilidad de toda la región y de todo el mundo, cansado de las guerras. 

La búsqueda de la paz representa también un reto para cada uno de nosotros y en particular para quienes entre ustedes tienen la responsabilidad de defender el bien común de la familia humana mediante el trabajo paciente de la diplomacia. Se trata del reto permanente de derribar los muros de la desconfianza y del odio promoviendo una cultura de reconciliación y de solidaridad. La diplomacia, como arte de lo posible, está basada en la firme y constante convicción de que la paz se puede alcanzar mediante la escucha atenta y el diálogo, más que con recriminaciones recíprocas, críticas inútiles y demostraciones de fuerza. 

La paz no consiste simplemente en la ausencia de guerra, sino que es “obra de la justicia” (cf. Is 32,17). Y la justicia, como virtud, requiere la disciplina de la paciencia; no se trata de olvidar las injusticias del pasado, sino de superarlas mediante el perdón, la tolerancia y la colaboración. Requiere además la voluntad de fijar y alcanzar metas ventajosas para todos, poner las bases para el respeto mutuo, para el entendimiento y la reconciliación. Me gustaría que todos nosotros podamos dedicarnos en estos días a la construcción de la paz, a la oración por la paz y a reforzar nuestra determinación de conseguirla. 

Queridos amigos, sus esfuerzos como representantes políticos y ciudadanos están dirigidos en último término a construir un mundo mejor, más pacífico, más justo y próspero, para nuestros hijos. La experiencia nos enseña que en un mundo cada vez más globalizado, nuestra comprensión del bien común, del progreso y del desarrollo debe ser no sólo de carácter económico sino también humano. Como la mayor parte de los países desarrollados, Corea afronta importantes problemas sociales, divisiones políticas, inequidades económicas y está preocupada por la protección responsable del medio ambiente. Es importante escuchar la voz de cada miembro de la sociedad y promover un espíritu de abierta comunicación, de diálogo y cooperación. Es asimismo importante prestar una atención especial a los pobres, a los más vulnerables y a los que no tienen voz, no sólo atendiendo a sus necesidades inmediatas, sino también promoviendo su crecimiento humano y espiritual. Estoy convencido de que la democracia coreana seguirá fortaleciéndose y que esta nación se pondrá a la cabeza en la globalización de la solidaridad, tan necesaria hoy: esa solidaridad que busca el desarrollo integral de todos los miembros de la familia humana. 

En su segunda visita a Corea, hace ya 25 años, san Juan Pablo II manifestó su convicción de que «el futuro de Corea dependerá de que haya entre sus gentes muchos hombres y mujeres sabios, virtuosos y profundamente espirituales» (8 octubre 1989). Haciéndome eco de estas palabras, les aseguro el constante deseo de la comunidad católica coreana de participar plenamente en la vida del país. La Iglesia desea contribuir a la educación de los jóvenes, al crecimiento del espíritu de solidaridad con los pobres y los desfavorecidos y a la formación de nuevas generaciones de ciudadanos dispuestos a ofrecer la sabiduría y la visión heredada de sus antepasados y nacida de su fe, para afrontar las grandes cuestiones políticas y sociales de la nación. 

Señora Presidenta, Señoras y Señores, les agradezco de nuevo su bienvenida y su acogida. El Señor los bendiga a ustedes y al querido pueblo coreano. De manera especial, bendiga a los ancianos y a los jóvenes que, preservando la memoria e infundiéndonos ánimo, son nuestro tesoro más grande y nuestra esperanza para el futuro.»

domingo, 10 de agosto de 2014

El Papa dice que no se puede odiar ni hacer la guerra en nombre de Dios

10/08/2014

 http://www.aciprensa.com/imagespp/FranciscoRezando_Alberto-Chinchilla_CNA.jpg

El papa Francisco hizo un apremiante llamado por la paz en Irak y Gaza después de rezar la oración del ángelus ante miles de fieles que le escuchaban en la plaza de San Pedro.

"Queridos hermanos y hermanas,

nos dejan pasmados y consternados las noticias que llegan de Irak: miles de personas, entre ellos tantos cristianos, expulsados de sus hogares de una manera brutal; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres secuestradas; personas masacradas; violencias de todo tipo; destrucción por todas partes, de casas, de patrimonios religiosos, históricos y culturales. ¡Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad. ¡No se odia en nombre de Dios! ¡No se hace la guerra en nombre de Dios!

Todos nosotros pensando en esta situación, en esta gente, recemos en silencio…

Agradezco a los que, con valentía, están brindando socorro a estos hermanos y hermanas, y confío en que una solución política eficaz a nivel internacional y local pueda detener estos crímenes y restaurar el derecho. Para asegura mejor mi cercanía a esas queridas poblaciones he nombrado como mi Enviado Personal, que mañana viajará desde Roma a Irak al Cardenal Fernando Filoni.

También en Gaza, después de una tregua se ha reanudado la guerra que se cobra víctimas inocentes – niños – y no hace más que empeorar el conflicto entre israelíes y palestinos.

Oremos juntos al Dios de la paz, por intercesión de la Virgen María: Dona la paz, Señor, a nuestros días, y haz que seamos constructores de justicia y de paz.
¡Reina de la paz, ruega por nosotros!

Oremos también por las víctimas del virus “Ébola” y por aquellos que están luchando para detenerlo».

Con sus saludos a todos los peregrinos y fieles romanos, el Papa recordó que desde el próximo miércoles hasta el lunes, 18 va a realizar un Viaje Apostólico a Corea, y pidió ¡por favor, acompáñenme con la oración!".


(Zenit)

---

· La "Santa Biblia" sobre las injusticias:

"No siembres, hijo, en surcos de injusticia, no sea que coseches siete veces más." (Sirácida 7, 3)

"Cuando el justo se aparta de su justicia para cometer injusticia, muere por ello." (Ezequiel 33, 18)

"¡Ay de quien edifica una ciudad con sangre, y funda un pueblo en la injusticia!" (Habacuc 2, 12)

"El que obre la injusticia, recibirá conforme a esa injusticia; que no hay acepción de personas." (Colosenses 3, 25)

miércoles, 6 de agosto de 2014

Cristo nos enseña a compartir

VATICANO, 03 Ago. 14 / 10:31 am.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiH3oVrnep4IFQ14sxNbpjySBMt6qcP1Ye1B4ohCaGkrAMGNfyV-Jg7J1_eDFqaqiX8mJfpbTZpTTsWjXt9y5Vit9zo4I_4m9FO4lNOGMToDKL3x51Oe1xpTK4Cc5ZvHBg4H2nohI_wicc/s400/MULTIPLICACION+DE+LOS+PANES+Y+PESCADOS..jpg

Al presidir el rezo del Ángelus, ante los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco destacó que el milagro de la multiplicación de los panes y pescados, que presenta el Evangelio de hoy, trae tres mensajes, “Compasión, compartir, Eucaristía”, y señaló que Dios no nos hace faltar el pan de cada día si sabemos compartirlo como hermanos.

El Santo Padre señaló que “este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados. Jesús lo realizó a lo largo del Mar de Galilea, en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después de enterarse de la muerte de Juan el Bautista”.

“Muchas personas los siguieron y los alcanzaron; y Jesús, al verlos, sintió compasión y curó a los enfermos hasta la noche. Entonces los discípulos, preocupados por la hora tardía, le sugirieron despedir a la muchedumbre para que ella pudiese ir a las ciudades a comprarse lo necesario para comer. Pero Jesús, tranquilamente, les respondió: ‘Denles de comer ustedes mismos’; y haciéndose traer cinco panes y dos pescados, los bendijo, y comenzó a partirlos y darlos a los discípulos, quienes los distribuían a la gente. Todos comieron hasta saciarse e incluso, ¡sobró!”.

Francisco destacó que “en este hecho podemos captar tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a la multitud que lo busca y - por así decirlo – “no lo deja en paz”, Jesús no reacciona con irritación. No dice “esta gente me da fastidio”. No, no. Reacciona con un sentimiento de compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad”.

“Pero estemos atentos: compasión, lo que siente Jesús, no es simplemente sentir piedad. ¡Es más! Significa ‘padecer con’, es decir, compenetrarse en el sufrimiento del otro, al punto de tomarlo sobre sí. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros”.

El Papa, citado por Radio Vaticano, señaló que “el signo de esta compasión son las muchas sanaciones que realizó. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aunque legítimas, nunca serán tan urgentes como las de los pobres, que carecen de lo necesario para vivir”.

“Nosotros hablamos seguido de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres, ¿oímos que aquel hombre, aquella mujer, aquellos niños no tienen lo necesario para vivir? ¿Que no tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas? También los niños que no tienen la posibilidad de ir a la escuela… Y por eso, nuestras exigencias - aún legítimas - no serán jamás tan urgentes como aquellas de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir”.

El Santo Padre indicó que el segundo mensaje del milagro de Jesús “es el compartir. El primero es la compasión, aquello que sentía Jesús, con el compartir. Es útil comparar la reacción de los discípulos frente a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son diferentes. Los discípulos piensan que es mejor despedirse de ellos, para que puedan ir a buscarse la comida. En cambio, Jesús dice: denles de comer ustedes mismos”. “Dos reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos razonan de acuerdo con el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo; reaccionan como si dijeran: “arréglenselas solos”. Jesús razona en cambio de acuerdo a la lógica de Dios, que es aquella del compartir”. “¡Cuántas veces nosotros nos damos vuelta hacia otro lado con tal de no ver a los hermanos necesitados! Y esto, mirar hacia otro lado, es un modo educado de decir con guantes blancos: ‘arréglenselas solos’. Y esto no es de Jesús: esto es egoísmo”.

El Papa subrayó que si Jesús “hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado sin comer. En cambio, aquellos pocos panes y pescados, compartidos y bendecidos por Dios, fueron suficientes para todos. Y atención ¿eh?: no es una magia, ¡es un “signo”! Un signo que invita a tener fe en Dios, el Padre providente, que no nos hace faltar “el pan nuestro de cada día”, si nosotros sabemos compartirlo como hermanos”.

El tercer mensaje, continuó, es que “el milagro de los panes preanuncia la Eucaristía. Esto se puede ver en el gesto de Jesús que ‘recita la bendición’ antes de partir el pan y distribuirlo a la gente. Es el mismo gesto que hará Jesús en la Última Cena, cuando instaura el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor”.

En la Eucaristía, Jesús no da un pan, sino el pan de vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. Nosotros debemos ir a la Eucaristía con aquel sentimiento de Jesús, es decir, la compasión, y con aquel deseo de Jesús, compartir. Quien va a la Eucaristía sin tener compasión por los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con Jesús”.

Francisco remarcó “compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque parte de Dios Padre y regresa a Él”.

“Que la Virgen María, Madre de la Divina Providencia, nos acompañe en este Camino”, concluyó.

(ACI/EWTN Noticias)


Mateo 14, 13-21:

Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario.
En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.» 
Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.»
Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»
El dijo: «Traédmelos acá.»
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos.
Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.