lunes, 25 de noviembre de 2013

Misericordina / En el templo se adora al Señor

VATICANO, 18 Nov. 13 / 09:03 am

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En sus palabras posteriores al rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recomendó a los fieles tomar un “medicamento” espiritual, la “Misericordina”, para mantener los frutos del Año de la Fe que culmina el próximo 24 de noviembre.

Bromeando, el Santo Padre dijo “¿Cómo?, pensarán, ¿es que el Papa se ha hecho farmacéutico? No, se trata de una medicina espiritual para mantener los frutos del Año de la Fe que ahora termina”.

"Son 59 pastillas que ofrecen el amor, el perdón y la fraternidad”.

"¡No se olviden de tomarla!”, dijo, indicando que el “medicamento espiritual” sería repartido a los fieles en la Plaza de San Pedro.

Al interior de la caja de Misericordina se encuentra un Rosario, una imagen de la Divina Misericordia y un folleto explicando la posología, cómo se administra este medicamento.

Tómenla, hace bien al corazón, al alma y a toda la vida", dijo el Papa.

(ACI/EWTN Noticias)


VATICANO, 22 Nov. 13 / 11:24 am.
 


El Templo es la casa donde un pueblo custodia su alma ante Dios. El cuerpo de cada persona también es un templo en donde el Señor habla y el corazón escucha. En la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó sobre estas dos dimensiones.
El Papa meditó en el pasaje del Antiguo Testamento, en el que Judas Macabeo vuelve a consagrar el Templo destruido por las guerras: "el Templo como un punto de referencia de la comunidad, un lugar de referencia del pueblo de Dios", a donde se va por muchas razones, una de las cuales supera todas las demás.

"El Templo es el lugar a donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a dar gracias, pero sobre todo a adorar: en el Templo se adora al Señor. Y este es el punto más importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas: en esta ceremonia litúrgica, ¿qué es más importante? ¿Los cantos, los ritos bellos, todo? La adoración es más importante: toda la comunidad reunida mira el altar donde se celebra el sacrificio y se adora".

"Pero, yo creo –lo digo humildemente– que quizás nosotros cristianos hemos perdido un poco el sentido de la adoración, y pensamos: vamos al Templo, nos reunimos como hermanos – ¡eso es bueno, es bello! – pero el centro está allí donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios".
De esta afirmación brota la pregunta, directa: "nuestros templos ¿son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración?".
Jesús, recordó Francisco, citando el Evangelio de hoy, echa a los vendedores que habían ocupado el Templo como un lugar de tráficos (compra/ventas) en lugar que de adoración. Pero hay otro "Templo" y otra sacralidad que considerar en la vida de fe.

El Santo Padre afirmó que "San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo. Yo soy un templo. El Espíritu de Dios está conmigo. Y también nos dice: ‘¡No entristezcan el Espíritu del Señor que está dentro de ustedes!’. Y también aquí, tal vez no podemos hablar como antes de la adoración, sino de una suerte de adoración que es el corazón que busca el Espíritu del Señor dentro de sí y sabe que Dios está dentro de sí, que el Espíritu Santo está dentro de sí. Lo escucha y lo sigue".

Ciertamente, seguir a Dios presupone una continua purificación, "porque somos pecadores", repitió el Papa, insistiendo: "purificarse con la oración, con la penitencia, con el Sacramento de la reconciliación, con la Eucaristía". Y así, "en estos dos templos –el templo material, el lugar de adoración, y el templo espiritual dentro de mí, donde habita el Espíritu Santo– en estos dos templos nuestra actitud debe ser la piedad que adora y escucha, que reza y pide perdón, que alaba al Señor".

"Y cuando se habla de la alegría del Templo, se habla de esto: toda la comunidad en adoración, en oración, en acción de gracias, en alabanza. Yo en oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy ‘templo’. Yo en escucha, yo en disponibilidad. Que el Señor nos conceda este verdadero sentido del Templo, para poder ir adelante en nuestra vida de adoración y de escucha de la Palabra de Dios".

 (ACI/EWTN Noticias)
 

viernes, 15 de noviembre de 2013

El amor de Dios es eterno / La dignidad del trabajo

VATICANO, 10 Nov. 13 / 10:31 am.

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El Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio en el que Jesús encara a los saduceos que negaban la resurrección, y aseguró que el amor de Dios es eterno, y espera a cada uno de nosotros.

En sus palabras previas al rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre recordó que los saduceos, para poner a Jesús “en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos” utilizan “un caso imaginario: ‘una mujer ha tenido siete maridos, muertos uno después del otro’, y preguntan a Jesús: ‘¿De quién será esposa aquella mujer después de su muerte?’”.

El Papa señaló que “Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo”.

Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús”.

Pero luego, dijo Francisco, “Jesús, por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro!”.

“Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que Él se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte”.

Y nosotros, dijo el Papa, “podemos también decir de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es el Dios de cada uno de cada uno de nosotros! Como si Él llevase nuestro nombre”.

“A Él le gusta decirlo y ésta es la alianza. He aquí el por qué Jesús afirma: ‘Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él’. Y éste es el lazo decisivo, la alianza fundamental con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte”.

El Santo Padre subrayó que “en Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia”.

“Por lo tanto, aquello que acontecerá es precisamente lo contrario de cuanto se esperaban los saduceos. ¡No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, aquella que nos espera, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros!”.

El Papa dijo que “si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Eso se ve! Pero eso es solamente si lo observamos con el ojo humano”.

“Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena! Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena y aquella vida plena ¡es la que nos ilumina en nuestro camino!”.

Por lo tanto, indicó Francisco, “la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivos, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre”.

“Como Él dijo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob’, también el Dios con mi nombre. Con tu nombre, con tu nombre, con tu nombre, con nuestro nombre ¡Dios de lo vivos! Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin”.

El Santo Padre señaló sin embargo que “ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección”.

“De hecho, si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: ¡la fidelidad es eterna, no puede cambiar, el amor de Dios es eterno, no puede cambiar! No es por tiempo limitado: ¡es para siempre! ¡Es para ir adelante! Él es fiel para siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna”, concluyó.

(ACI/EWTN Noticias)


08/11/13 6:01 PM.

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El Papa Francisco arremetió contra la «diosa mordida» durante un sermón en el cual fustigó la corrupción de empresarios y políticos, que comparó con la adicción a la droga. Durante su misa matutina, que presidió en la capilla de su residencia vaticana -Santa Marta-, el pontífice inició su reflexión a partir del pasaje bíblico del administrador deshonesto, cuya viveza fue alabada por su patrón.

«Este administrador es el ejemplo de la mundanidad. Algunos de ustedes podrá decir: Pero ¡este hombre hizo aquello que hacen todos! ¡Todos, no!», dijo.
«Algunos administradores de empresas, administradores públicos, algunos administradores del gobierno. Quizás no son tantos, pero es aquella actitud del camino más breve, más cómoda para ganarse la vida», agregó.
Criticó la «costumbre de la mordida», a la cual calificó de mundana y «fuertemente pecadora». Advirtió que se trata de una actitud que no viene de Dios, porque él mandó sólo a llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto.
Según el Papa, ese administrador deshonesto llevaba la comida a su casa pero, en realidad, daba de comer a sus hijos pan sucio.

Pierden su dignidad

«Y sus hijos, quizás educados en colegios costosos, quizás crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su papá, como comida, porquería, porque su papá, llevando pan sucio a la casa, ¡había perdido la dignidad! Esto es un pecado grave», precisó.
Advirtió que primero se comienza en la corrupción con un pequeño sobre, pero después se convierte en una droga y la costumbre de la mordida se vuelve una dependencia.

Astucia cristiana

Sostuvo que si existe una «astucia mundana», existe también una «astucia cristiana» de hacer las cosas, no con el espíritu del mundo sino honestamente.

Por eso pidió a todos rezar por tantos niños y jóvenes que reciben de sus padres el «pan sucio». «(Ellos) también estos están hambrientos, ¡hambrientos de dignidad!», insistió.
Invocó al Señor para que cambie el corazón de estos «devotos de la diosa mordida» y se den cuenta que la dignidad viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de los caminos más fáciles que a final quitan todo.
«Esta pobre gente que ha perdido la dignidad en la práctica de la mordida solamente lleva con sí no el dinero que ha ganado, sino la falta de dignidad», estableció.

(Notimex/InfoCatólica)

viernes, 8 de noviembre de 2013

El amor y la misericordia del Señor

VATICANO, 04 Nov. 13 / 10:53 am.

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En el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco presidió, como es tradicional al comienzo del mes de noviembre marcado por el recuerdo y la oración por los fieles difuntos, la Santa Misa en sufragio por los cardenales y obispos que fallecieron en el curso de este año: nueve purpurados y 136 arzobispos y obispos.

"Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor", evocando estas palabras de San Pablo, el Santo Padre, dijo que sólo el pecado puede interrumpir estos lazos, pero también en este caso Dios busca al hombre para sanarlo.

"Incluso los poderes demoníacos hostiles al hombre, son impotentes ante la íntima unión de amor entre Jesús y los que lo acogen con fe. Esta realidad del amor fiel que Dios tiene para cada uno de nosotros nos ayuda a afrontar con serenidad y fortaleza el camino de todos los días, que a veces es también lento y cansado.

Sólo el pecado del hombre puede interrumpir este vínculo, pero incluso en este caso, Dios siempre buscará al hombre para restaurar con él una unión que perdura también después de la muerte".

El Papa dijo además que esta unión "en el encuentro definitivo con el Padre llega a su culmen. Esta certeza le da a la vida terrena un nuevo y pleno significado y nos abre a la esperanza para la vida más allá de la muerte".

Con el Libro de la Sabiduría, el Papa Francisco destacó que ante la muerte de un ser querido o que conocimos bien, nos preguntamos "¿qué será de su vida, de su trabajo, de su servicio a la Iglesia?", para responder luego: "¡está en las manos de Dios!".

"Estos pastores celosos que han dedicado su vidas al servicio de Dios y de los hermanos, están en las manos de Dios. Todo de ellos está custodiado y no quedará corroído por la muerte. Están en las manos de Dios sus días entretejidos de gozos y sufrimientos, de esperanzas y de fatigas, de fidelidad al Evangelio y de pasión por la salvación espiritual y material del rebaño que se les confió".

El Santo Padre subrayó que "también nuestros pecados, están en las manos de Dios, manos que misericordiosas, manos ‘llagadas’ por el amor. No es una casualidad que Jesús haya querido conservar las llagas en sus manos para hacernos sentir su misericordia. ¡Y esta es nuestra fuerza y nuestra esperanza!".

Esta realidad, llena de esperanza, es la perspectiva de la resurrección final de la vida eterna, a la que están destinados "los justos", aquellos que acogen la Palabra de Dios y son dóciles.

Recordando a los queridos hermanos Cardenales y Obispos difuntos "hombres dedicados a su vocación y a su servicio a la Iglesia", a la que amaron como a una esposa, el Papa Francisco los encomendó a la misericordia divina para sean recibidos donde viven eternamente los justos y los que han sido fieles testigos del Evangelio, alentando a rezar para que el Señor prepare a todos a este encuentro.

(ACI/EWTN Noticias)


VATICANO, 03 Nov. 13 / 10:31 am.

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Ante los miles de fieles congregados en la Plaza San Pedro para el rezo del Ángelus dominical, el Papa Francisco señaló que “no hay profesión o condición social, no hay pecado o crimen de ningún tipo que puede borrar de la memoria y del corazón de Dios a uno solo de sus hijos”.

El Santo Padre aseguró que “Dios recuerda. Siempre. No se olvida de ninguno de los que ha creado. Él es Padre, siempre en espera, vigilante y amorosa, de ver renacer en el corazón del hijo el deseo del regreso a casa”.

“Y cuando reconoce aquel deseo, incluso sencillamente insinuado, y tantas veces casi inconsciente, inmediatamente está a su lado, y con su perdón le vuelve más leve el camino de la conversión y del regreso”.

Francisco reflexionó sobre el Evangelio de Lucas, en el que “nos muestra a Jesús que, en su camino hacia Jerusalén, entra en la ciudad de Jericó. Esta es la última etapa de un viaje que resume en sí el sentido de toda la vida de Jesús, dedicada a buscar y salvar a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.

“Pero cuanto el camino más se acerca a la meta, tanto más en torno a Jesús se va estrechando un círculo de hostilidad”.

Sin embargo, indicó, “en Jericó sucede uno de los acontecimientos más gozosos narrados por san Lucas: la conversión de Zaqueo”.

“Este hombre es una oveja perdida, es despreciado, es un ‘excomulgado’, porque es un publicano, es más, es el jefe de los publicanos de la ciudad, amigo de los odiados ocupantes romanos, es un ladrón, es un explotador. Bella figura, ¡eh! Es así”.

El Santo Padre recordó que “impedido de acercarse a Jesús, probablemente a causa de su mala fama, y siendo bajo de estatura, Zaqueo trepa a un árbol, para poder ver al Maestro que pasa. Pero este gesto exterior, un poco ridículo, expresa el acto interior del hombre que trata de ponerse por encima de la muchedumbre para tener un contacto con Jesús”.

“El mismo Zaqueo desconoce el sentido profundo de su gesto, no sabe por qué hace esto, pero lo hace; ni siquiera osa esperar que pueda ser superada la distancia que lo separa del Señor; se resigna a verlo sólo de paso”.

Cuando Jesús está cerca del árbol, dijo el Papa, “lo llama por su nombre: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa’. Aquel hombre pequeño de estatura, rechazado por todos y distante de Jesús, está como perdido en el anonimato; pero Jesús lo llama, y aquel nombre, Zaqueo, en las lenguas de aquel tiempo, tiene un bello significado lleno de alusiones: En efecto, ‘Zaqueo’ quiere decir ‘Dios recuerda’. Es bello, Dios recuerda”.

“Y Jesús va a la casa de Zaqueo, suscitando las críticas de toda la gente de Jericó. Porque también en aquel tiempo se hablaba tanto, ¡eh! Y la gente decía, ¿pero cómo, con todas las personas buenas que hay en la ciudad, va a estar precisamente con aquel publicano? Sí, porque él estaba perdido; y Jesús dice: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham’”.

El Papa señaló que “desde aquel día, en la casa de Zaqueo, entró la alegría. Entró la paz, entró la salvación, entró Jesús”.

“Pero miremos hoy a Zaqueo sobre el árbol. Ridículo. Pero es un gesto de salvación. Y yo te digo a ti: si tienes un peso en tu conciencia, si tienes vergüenza de tantas cosas que has hecho, detente un poco. No te asustes. Piensa que hay uno que te espera. Porque jamás ha dejado de acordarse de ti, de pensarte. Y éste es tu Padre, es Dios, es Jesús que te espera”.

El Papa exhortó “¡trépate, como hizo Zaqueo, súbete al árbol por las ganas de ser perdonado! Yo te aseguro que no serás decepcionado. ¡Jesús es misericordioso y jamás se cansa de perdonar! Acuérdense bien de esto, así es Jesús”.

“Hermanos y hermanas, ¡dejemos también nosotros que Jesús nos llame por nuestro nombre! En lo profundo del corazón, escuchemos su voz que nos dice: ‘Hoy debo detenerme en tu casa’. Yo quiero detenerme en tu casa, en tu corazón, es decir en tu vida. Y recibámoslo con alegría”.

El Señor, aseguró el Santo Padre, “puede cambiarnos, puede transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne, puede liberarnos del egoísmo y hacer de nuestra vida un don de amor. Jesús puede hacerlo. ¡Deja que Jesús te mire!”.

(ACI/EWTN Noticias)


Lectura del Evangelio del Domingo 3-11-2013

Lucas 19, 1-10:

Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»
Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» 
Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

viernes, 1 de noviembre de 2013

El Matrimonio y la Familia

VATICANO, 25 Oct. 13 / 10:29 am.

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Al recibir esta mañana a los participantes de la 21º Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, el Papa Francisco explicó que la familia se funda en el matrimonio para siempre y es el ámbito natural de la vida humana en donde las personas aprenden a amar.

En su discurso, el Santo Padre dijo que “la familia se funda en el matrimonio. A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos atestiguan que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base en la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su entrega recíproca. El amor conyugal y familiar también revela claramente la vocación de la persona de amar de forma única y para siempre y de que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja, como de la misma familia, representan pasajes para crecer en el bien en la verdad y la belleza”.

Todo esto, dijo el Papa, “es una experiencia de fe en Dios y de confianza recíproca, de libertad profunda, de santidad, porque la santidad presupone entregarse con fidelidad y sacrificio todos los días de la vida”.

”La familia es una comunidad de vida que tiene una consistencia autónoma...No es la suma de las personas que la constituyen, sino una comunidad de personas”, indicó Francisco, citando las palabras del Beato Juan Pablo II en la exhortación apostólica “Familiaris consortio”- al recibir esta mañana a los participantes en la XXI asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, en curso estos días en Roma.

La familia, ha proseguido el Pontífice, es “el lugar donde se aprende a amar; el centro natural de la vida humana...Cada uno de nosotros construye su personalidad en la familia... allí se aprende el arte del diálogo y de la comunicación interpersonal”. Por eso “la comunidad-familia debe reconocerse como tal, todavía más en el día de hoy, cuando predomina la tutela de los derechos individuales”.

El Santo Padre ha subrayado, a continuación, dos fases de la vida familiar: la infancia y la vejez, recordando que “ los niños y los ancianos son los dos polos de la vida y también los más vulnerables y, a menudo, los más olvidados. Una sociedad que abandona a los niños y margina a los ancianos arranca sus raíces y ensombrece su futuro”.

“Cada vez que se abandona a un niño y se deja de lado a un anciano, no sólo se comete una injusticia, sino que se sanciona el fracaso de esa sociedad. Prestar atención a los pequeños y a los ancianos denota civilización”.

En ese sentido el Papa ha reconocido que se alegra de que el Pontificio Consejo haya acuñado una imagen nueva de la familia que representa la escena de la Presentación de Jesús en el templo, con María y José que llevan al Niño, para cumplir la Ley, y los dos ancianos, Simeón y Ana que, movidos por el Espíritu Santo, lo acogen como el Salvador y cuyo lema es: “De generación en generación se extiende su misericordia”.

La 'buena nueva' de la familia es una parte muy importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos con el testimonio de sus vidas: ya lo hacen, es evidente en las sociedades secularizadas”.

Propongamos por tanto a todos, con respeto y valentía, la belleza del matrimonio y de la familia iluminados por el Evangelio. Y por eso nos acercamos con atención y afecto a las familias que atraviesan por dificultades, a las que se ven obligadas a dejar su tierra, que están divididas, que no tienen casa ni trabajo, o que sufren por tantos motivos; a los cónyuges en crisis y a los que están separados. Queremos estar cerca de todos”.

(ACI/EWTN Noticias)


27/10/13 12:04 PM.

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Ataviado con capa pluvial verde y ante miles de personas que nuevamente llenaban la plaza de San Pedro, el Papa Francisco centró su alocución en la familia que ora. «Quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? La oración es algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo», dijo. Sí, es verdad, pero es «también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios», añadió.

El Papa afirmó que para rezar se requiere «sencillez». «Rezar juntos el Padrenuestro, alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar el uno para el otro», aseveró.

Luego abordó otro aspecto: la familia que conserva la fe. «¿De qué manera conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás?», se preguntó. Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia «a la carrera», están muy ocupadas; «pero ¿han pensado alguna vez que esta carrera puede ser también la carrera de la fe?», dijo. «Las familias cristianas son familias misioneras, en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal y la levadura de la fe».

Un último aspecto -refirió- lo encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren», recordó. «Todo este Salmo -explicó- es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: Alegraos siempre! el Señor está cerca».

El Papa señaló que «la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente en el camino de la vida». Y en la base de este sentimiento de alegría profunda «está la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias». Para el papa, si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario -subrayó-, «la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para la sociedad».

Encuentro con las familias del sábado

Durante la fiesta hubo reflexiones, música, narración de cuentos a los niños y testimonios, hasta que el papa Francisco hizo su aparición a las 17:30 hora local  con un globo naranja en la mano y agarrando a varios niños que portaban globos de diferentes colores. Ya en el estrado, el pontífice preguntó a los presentes si sabían hacer el signo de la cruz y, al asentir, les dijo: «Pues vamos a hacerlo juntos».

Después de la canción «We are the world» («Somos el mundo») interpretada en inglés por un coro de niños, todos los globos fueron soltados y pintaron el cielo de colores. Sentado en la butaca del estrado, el papa siguió los testimonios y canciones con atención, mientras las escaleras se llenaban de niños a los pies del pontífice. Después de escuchar a ancianos, familias con y sin dificultades, jóvenes en paro y emigrantes llegados de África, el papa se dirigió a los presentes y habló de la familia y del matrimonio.

Aludió al divorcio, al considerar que «no hay que hacer caso a esta cultura de lo provisional que rompe la vida en pedazos». «Los esposos cristianos no son ingenuos, pero no tienen miedo de responder ante Dios y ante la sociedad», destacó.

Explicó que el matrimonio es un «largo viaje que deben hacer juntos, que dura toda la vida y necesita la ayuda de Jesús».

Para el papa, hay tres palabras fundamentales para la convivencia en familia -permiso, gracias y excusas- y pidió: «Que nunca terminemos la jornada sin hacer las paces». Dar las gracias todos los días al otro es bello, aseguró, a la vez que resaltó la importancia de pedir excusas «cuando alguno se ofende en familia».

También se refirió a los abuelos, de los que dijo que son «la sabiduría de un pueblo y un pueblo que no escucha a sus ancianos es un pueblo que muere». El Consejo Pontificio de las Familias, que organizó el acto, señaló que entre los miles de personas presentes se encontraban numerosos niños y ancianos, «para destacar la sucesión generacional que tiene lugar en la familia».

Durante la tarde se celebró el concurso «Talentos de Familia» en el que se presentaron diecinueve canciones, de las cuales tres fueron seleccionadas y que escucharon durante la fiesta de la familias, la primera de ellas interpretada por un joven italiano, la segunda por un peruano y la tercera por un congolés.

Otro de los actos organizados por el Consejo Pontificio fue el concurso «Presenta tu familia al papa Francisco», para el que han sido enviados más de 4.000 dibujos elaborados por niños de todo el mundo. A las 19:30 hora local, el pontífice saludó a los participantes y ya de noche subió al «papa-móvil» para moverse entre los asistentes, que lo abrazaban y besaban.

(EFE/InfoCatólica)