El Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio en el que Jesús encara a los saduceos que negaban la resurrección, y aseguró que el amor de Dios es eterno, y espera a cada uno de nosotros.
En sus palabras previas al rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre recordó que los saduceos, para poner a Jesús “en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos” utilizan “un caso imaginario: ‘una mujer ha tenido siete maridos, muertos uno después del otro’, y preguntan a Jesús: ‘¿De quién será esposa aquella mujer después de su muerte?’”.
El Papa señaló que “Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo”.
“Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús”.
Pero luego, dijo Francisco, “Jesús, por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro!”.
“Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que Él se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte”.
Y nosotros, dijo el Papa, “podemos también decir de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es el Dios de cada uno de cada uno de nosotros! Como si Él llevase nuestro nombre”.
“A Él le gusta decirlo y ésta es la alianza. He aquí el por qué Jesús afirma: ‘Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él’. Y éste es el lazo decisivo, la alianza fundamental con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte”.
El Santo Padre subrayó que “en Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia”.
“Por lo tanto, aquello que acontecerá es precisamente lo contrario de cuanto se esperaban los saduceos. ¡No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, aquella que nos espera, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros!”.
El Papa dijo que “si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Eso se ve! Pero eso es solamente si lo observamos con el ojo humano”.
“Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena! Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena y aquella vida plena ¡es la que nos ilumina en nuestro camino!”.
Por lo tanto, indicó Francisco, “la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivos, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre”.
“Como Él dijo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob’, también el Dios con mi nombre. Con tu nombre, con tu nombre, con tu nombre, con nuestro nombre ¡Dios de lo vivos! Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin”.
El Santo Padre señaló sin embargo que “ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección”.
“De hecho, si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: ¡la fidelidad es eterna, no puede cambiar, el amor de Dios es eterno, no puede cambiar! No es por tiempo limitado: ¡es para siempre! ¡Es para ir adelante! Él es fiel para siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna”, concluyó.
(ACI/EWTN Noticias)
08/11/13 6:01 PM.
El Papa Francisco arremetió contra la «diosa mordida» durante un sermón en el cual fustigó la corrupción de empresarios y políticos, que comparó con la adicción a la droga. Durante su misa matutina, que presidió en la capilla de su residencia vaticana -Santa Marta-, el pontífice inició su reflexión a partir del pasaje bíblico del administrador deshonesto, cuya viveza fue alabada por su patrón.
«Este administrador es el ejemplo de la mundanidad. Algunos de ustedes podrá decir: Pero ¡este hombre hizo aquello que hacen todos! ¡Todos, no!», dijo.
«Algunos administradores de empresas, administradores públicos, algunos administradores del gobierno. Quizás no son tantos, pero es aquella actitud del camino más breve, más cómoda para ganarse la vida», agregó.
Criticó la «costumbre de la mordida», a la cual calificó de mundana y «fuertemente pecadora». Advirtió que se trata de una actitud que no viene de Dios, porque él mandó sólo a llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto.
Según el Papa, ese administrador deshonesto llevaba la comida a su casa pero, en realidad, daba de comer a sus hijos pan sucio.
Pierden su dignidad
«Y sus hijos, quizás educados en colegios costosos, quizás crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su papá, como comida, porquería, porque su papá, llevando pan sucio a la casa, ¡había perdido la dignidad! Esto es un pecado grave», precisó.
Advirtió que primero se comienza en la corrupción con un pequeño sobre, pero después se convierte en una droga y la costumbre de la mordida se vuelve una dependencia.
Astucia cristiana
Sostuvo que si existe una «astucia mundana», existe también una «astucia cristiana» de hacer las cosas, no con el espíritu del mundo sino honestamente.
Por eso pidió a todos rezar por tantos niños y jóvenes que reciben de sus padres el «pan sucio». «(Ellos) también estos están hambrientos, ¡hambrientos de dignidad!», insistió.
Invocó al Señor para que cambie el corazón de estos «devotos de la diosa mordida» y se den cuenta que la dignidad viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de los caminos más fáciles que a final quitan todo.
«Esta pobre gente que ha perdido la dignidad en la práctica de la mordida solamente lleva con sí no el dinero que ha ganado, sino la falta de dignidad», estableció.
(Notimex/InfoCatólica)
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