25/12/13 3:40 PM
Para la Misa de Nochebuena, además de las miles de personas reunidas la basílica vaticana, varios centenares de fieles también se concentraron en la Plaza de San Pedro para seguirla a través de cuatro pantallas gigantes. Concelebrando con el Papa Francisco hoy había en la basílica de San Pedro 30 cardenales, 40 obispos y 250 sacerdotes y 14 diáconos.
La misa se inició con el canto de la «Kalenda», que cuenta la espera del advenimiento de un mesías en el Antiguo Testamento, y tras el canto, el sonido de las trompetas anunció el inicio de la misa y siguió la procesión del Papa y los concelebrantes. Como novedad respecto al resto de pontífices, el Papa Francisco quiso depositar personalmente la imagen del Niño Jesús en el pesebre colocado ante un trono. La homilía del papa fue breve y su único tema fue la llegada de Jesús.
El Papa disertó sobre las palabras «caminar» y «ver» al considerar que «la identidad de los creyentes católicos es ser peregrinos hacia la tierra prometida». En este camino, agregó «se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante». «También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras», dijo el Papa, quien agregó que «si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera». «Quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos», añadió el Papa citando al apóstol San Juan.
Luego el Santo Padre recordó que los pastores «fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, los marginados», agregó. «Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas», añadió el Papa. Y concluyó su homilía pidiendo a los católicos que «no teman», pues «nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz».
Tras la celebración eucarística, el Papa llevó el Niño Jesús en procesión hasta el Nacimiento instalado en la basílica vaticana y allí un grupo de 10 niños, representando los cinco continentes, depositaron flores ante el pesebre.
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Para la Misa de Nochebuena, además de las miles de personas reunidas la basílica vaticana, varios centenares de fieles también se concentraron en la Plaza de San Pedro para seguirla a través de cuatro pantallas gigantes. Concelebrando con el Papa Francisco hoy había en la basílica de San Pedro 30 cardenales, 40 obispos y 250 sacerdotes y 14 diáconos.
La misa se inició con el canto de la «Kalenda», que cuenta la espera del advenimiento de un mesías en el Antiguo Testamento, y tras el canto, el sonido de las trompetas anunció el inicio de la misa y siguió la procesión del Papa y los concelebrantes. Como novedad respecto al resto de pontífices, el Papa Francisco quiso depositar personalmente la imagen del Niño Jesús en el pesebre colocado ante un trono. La homilía del papa fue breve y su único tema fue la llegada de Jesús.
El Papa disertó sobre las palabras «caminar» y «ver» al considerar que «la identidad de los creyentes católicos es ser peregrinos hacia la tierra prometida». En este camino, agregó «se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante». «También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras», dijo el Papa, quien agregó que «si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera». «Quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos», añadió el Papa citando al apóstol San Juan.
Luego el Santo Padre recordó que los pastores «fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, los marginados», agregó. «Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas», añadió el Papa. Y concluyó su homilía pidiendo a los católicos que «no teman», pues «nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz».
Tras la celebración eucarística, el Papa llevó el Niño Jesús en procesión hasta el Nacimiento instalado en la basílica vaticana y allí un grupo de 10 niños, representando los cinco continentes, depositaron flores ante el pesebre.
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"Homilía del Santo Padre Francisco en la Santa Misa de
Medianoche en la Natividad del Señor Basílica Papal de San Pedro, Vaticano"
Martes 24 de diciembre de 2013
1. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz
grande» (Is 9,1).
Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos,
especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se
trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad
de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también
dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu
de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos
asombra y sorprende:
el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita
a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.
Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la
historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por
Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su
pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra
identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El
Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y
a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del
pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de
infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de
pueblo errante.
También en nuestra historia personal se alternan momentos
luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos,
caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el
orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos
rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol
San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va,
porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).
2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena
el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación
para todos los hombres» (Tt 2,11).
La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de
María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha
compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos
la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre:
Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un
ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido
de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.
3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta
«tienda», que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús.
Fueron los primeros porque eran de los últimos de los
marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche,
guardando su rebaño. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en
silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con
ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos,
Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres
inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente,
y te has hecho débil.
Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios
nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz
para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: «No teman» (Lc 2,10). Y
también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros,
nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida.
Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz.
Amén.
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