El Papa Francisco visitó ayer domingo por la tarde la parroquia romana del Sagrado Corazón de Jesús en la zona central de Castro Pretorio. El Santo Padre saludó a los fieles de la parroquia, a niños bautizados en los últimos meses junto a sus padres, parejas de recién casados y jóvenes familias.
El Papa pudo conocer la realidad de la zona al encontrar a algunos vagabundos y personas sin domicilio fijo que viven en las proximidades de la Estación Términi, la principal de Roma, y a un grupo de refugiados a los que dijo sentirse como en casa.
El Santo Padre confesó a cinco fieles y luego celebró una Misa. En su homilía, reflexionó sobre el pasaje del Evangelio en el que Juan bautiza a Jesús diciendo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".
“Jesús es llamado el Cordero: es el Cordero que quita el pecado del mundo. Uno puede pensar: ¿Cómo puede un cordero débil quitar todos los pecados, tantos males? Con amor. Con suavidad. Jesús nunca ha dejado de ser un cordero: suave, amable, lleno de amor, cerca de los pequeños, cerca de los pobres… Ha tenido la fuerza necesaria para tomar sobre sí todos nuestros pecados”.
“Alguno podría decir: Pero, Padre, usted no conoce mi vida: tengo uno que..., ni siquiera con un camión se puede levantar. Muchas veces, cuando miramos nuestra conciencia, encontramos algunos que son grandes. Pero Él los carga. Él ha venido para esto: para perdonar, para dar paz al mundo, pero en primer lugar al corazón. Tal vez alguno de nosotros tiene un dolor en su corazón , tal vez tiene un corazón oscuro, tal vez se sienta un poco triste por una falla... Él ha venido a quitar todo esto, Él nos da la paz, perdona todo”.
“Muchas veces confiamos en un médico: está bien hacerlo, porque el médico está allí para curar; tenemos confianza en una persona: hermanos, hermanas, que nos pueden ayudar. Está bien tener esta confianza humana entre nosotros. Pero nos olvidamos de la confianza en el Señor: ésta es la clave del éxito en la vida. ¡La confianza en el Señor, encomendémonos al Señor!”.
Y esta, concluyó, “es una apuesta que tenemos que hacer: confiar en Él, porque nunca decepciona. ¡Nunca, nunca! Escuchad bien, chicos y chicas, que iniciáis la vida: Jesús nunca decepciona”.
Al finalizar, el Papa encontró a la comunidad salesiana, que se encarga de la parroquia, al párroco Valerio Baresi, S.D.B., y a las hermanas Misioneras de Cristo Resucitado. Por último, y antes de volver al Vaticano, Francisco se detuvo para hablar con los jóvenes de la parroquia.
(ACI)
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