jueves, 26 de junio de 2014

Ser cristianos significa pertenecer a la Iglesia


25/06/14 5:32 PM.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgc4P1kjkMIlJJlX0AlF6sajsQXEJjsf5-_GSNRV7xzkbd4hK1BNi-PMMyOUUrC9_p7K-iWS1q_1xp5MJLXWaTjYLBcPG3IjM4YjEv5qZ87QFk08-cO3EyJi_0z39Kd9-VVmno4r8f1Ixc/s1600/iglesia+y+familia.jpg

Catequesis del Papa Francisco en la audiencia del miércoles 25 de junio:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy hay otro grupo de peregrinos conectados con nosotros en el Aula Pablo VI. Son peregrinos enfermos. Porque con este tiempo, entre el calor y la posibilidad de lluvia, era más prudente que ellos permanecieran allí. Pero ellos están conectados con nosotros a través de una pantalla gigante. Y así, estamos unidos en la misma Audiencia. Y todos nosotros hoy rezaremos especialmente por ellos, por sus enfermedades. 

Gracias.

En la primera catequesis sobre la Iglesia, el miércoles pasado, comenzamos por la iniciativa de Dios que quiere formar un Pueblo que lleve su bendición a todos los pueblos de la tierra. Empieza con Abraham y luego, con mucha paciencia – y Dios tiene, tiene tanta - con tanta paciencia prepara este Pueblo en la Antigua Alianza hasta que, en Jesucristo, lo constituye como signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios y entre nosotros (cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Lumen gentium, 1) (*). Hoy vamos hacer hincapié en la importancia que tiene para el cristiano pertenecer a este Pueblo. Hablaremos de la pertenencia a la Iglesia.

1. Nosotros no estamos aislados y no somos cristianos a título individual, cada uno por su lado, no: ¡nuestra identidad cristiana es pertenencia! Somos cristianos porque nosotros pertenecemos a la Iglesia. Es como un apellido: si el nombre es «Yo soy cristiano», el apellido es: «Yo pertenezco a la Iglesia.» Es muy bello ver que esta pertenencia se expresa también con el nombre que Dios se da a sí mismo. Respondiendo a Moisés, en el maravilloso episodio de la «zarza ardiente» (cf. Ex 3,15), de hecho, se define como el Dios de tus padres, no dice yo soy el Omnipotente, no: yo soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. De este modo, Él se manifiesta como el Dios que ha establecido una alianza con nuestros padres y se mantiene siempre fiel a su pacto, y nos llama a que entremos en esta relación que nos precede. Esta relación de Dios con su Pueblo nos precede a todos nosotros, viene de aquel tiempo.

2. En este sentido, el pensamiento va primero, con gratitud, a aquellos que nos han precedido y que nos han acogido en la Iglesia. ¡Nadie llega a ser cristiano por sí mismo! ¿Es claro esto? Nadie se hace cristiano por sí mismo. No se hacen cristianos en laboratorio. El cristiano es parte de un Pueblo que viene de lejos. El cristiano pertenece a un Pueblo que se llama Iglesia y esta Iglesia lo hace cristiano el día del Bautismo, se entiende, y luego en el recorrido de la catequesis y tantas cosas. Pero nadie, nadie, se hace cristiano por sí mismo. Si creemos, si sabemos orar, si conocemos al Señor y podemos escuchar su Palabra, si nos sentimos cerca y lo reconocemos en nuestros hermanos, es porque otros, antes que nosotros, han vivido la fe y luego nos la han transmitido, la fe la hemos recibido de nuestros padres, de nuestros antepasados y ellos nos la han enseñado. Si lo pensamos bien, ¿quién sabe cuántos rostros queridos nos pasan ante los ojos, en este momento? Puede ser el rostro de nuestros padres que han pedido el bautismo para nosotros; el de nuestros abuelos o de algún familiar que nos enseñaron a hacer la señal de la cruz y a recitar las primeras oraciones. Yo recuerdo siempre tanto el rostro de la religiosa que me ha enseñado el catecismo y siempre me viene a la mente - está en el cielo seguro, porque es una santa mujer - pero yo la recuerdo siempre y doy gracias a Dios por esta religiosa - o el rostro del párroco, un sacerdote o una religiosa, un catequista, que nos ha transmitido el contenido de la fe y nos ha hecho crecer como cristianos. Pues bien, ésta es la Iglesia: es una gran familia, en la que se nos recibe y se aprende a vivir como creyentes y discípulos del Señor Jesús.

3. Este camino lo podemos vivir no solamente gracias a otras personas, sino junto a otras personas. En la Iglesia no existe el «hazlo tú solo», no existen «jugadores libres». ¡Cuántas veces el Papa Benedicto ha descrito la Iglesia como un «nosotros» eclesial! A veces sucede que escuchamos a alguien decir: «yo creo en Dios, creo en Jesús, pero la Iglesia no me interesa». ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Y esto no está bien. Existe quién considera que puede tener una relación personal directa, inmediata con Jesucristo fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia. Son tentaciones peligrosas y dañinas. Son, como decía Pablo VI, dicotomías absurdas. Es verdad que caminar juntos es difícil y a veces puede resultar fatigoso: puede suceder que algún hermano o alguna hermana nos haga problema o nos dé escándalo. Pero el Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros, a testigos; y es en nuestros hermanos y en nuestras hermanas, con sus virtudes y sus límites, que viene a nosotros y se hace reconocer. Y esto significa pertenecer a la Iglesia. Recuérdenlo bien: ser cristianos significa pertenencia a la Iglesia. El nombre es «cristiano», el apellido es «pertenencia a la Iglesia».

Queridos amigos, pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, la gracia de no caer jamás en la tentación de pensar que se puede prescindir de los otros, de poder prescindir de la Iglesia, de podernos salvar solos, de ser cristianos de laboratorio. Al contrario, no se puede amar a Dios sin amar a los hermanos; no se puede amar a Dios fuera de la Iglesia; no se puede estar en comunión con Dios sin estar en comunión con la Iglesia; y no podemos ser buenos cristianos sino junto a todos los que tratan de seguir al Señor Jesús, como un único Pueblo, un único cuerpo y esto es la Iglesia. 

Gracias.



(*) "1. Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia. Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano, ella se propone presentar a sus fieles y a todo el mundo con mayor precisión su naturaleza y su misión universal, abundando en la doctrina de los concilios precedentes. Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, a saber, el que todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales técnicos y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo." (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 1)
 

miércoles, 18 de junio de 2014

El "ídolo dinero" fomenta el descarte de los que no producen

VATICANO, 16 Jun. 14 / 08:26 pm.

 http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/bc/The_worship_of_Mammon.jpg

Durante el encuentro con la Comunidad San Egidio, el Papa Francisco llamó a no aceptar la cultura del descarte que ha puesto al “ídolo dinero” como centro de la economía mundial en desmedro de niños y ancianos porque “no producen”, y que no tolera la palabra cristiana “solidaridad” porque esta invita a ser familia de los pobres y enfermos.

Ayer, durante la visita al barrio romano de Trastevere, el Santo Padre recordó que la calidad de una sociedad se ve en cómo trata a los ancianos y a los niños, quienes, junto a los jóvenes, son esenciales para el futuro de un país; los primeros “con su fuerza biológica” y las personas mayores conservando la memoria de los pueblos.

Sin embargo, advirtió que en el mundo actual se ha instalado una “cultura del descarte”.
“Para mantener un equilibrio, así, en el cual en el centro de la economía mundial no hay un hombre y una mujer, sino el ‘ídolo dinero’, es necesario descartar cosas. Se descartan los niños: nada de niños. Pensemos solamente en la tasa de crecimiento de los niños en Europa: en Italia, España, Francia ... Y se descartan los ancianos, con actitudes detrás de las cuales hay una eutanasia escondida, una forma de eutanasia”, denunció.

“No sirven, y lo que no sirve se descarta. Aquello que no produce se descarta. Y ahora la crisis es tan grande que se descartan los jóvenes: cuando pensamos en estos 75 millones de jóvenes de 25 años y menores, que son ‘ni-ni’: ni trabajan ni estudian”, expresó.

El Papa, que alentó a los miembros de San Egidio a seguir alimentándose de la oración y la Palabra de Dios para continuar su labor por los más necesitados, afirmó que ayudando a los pobres y ancianos “se comienza a cambiar la sociedad”.

“Jesús dice de sí mismo: ‘La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular’. También los pobres son de alguna manera ‘piedra angular’ para la construcción de la sociedad. Hoy, lamentablemente, una economía especulativa hace que sean cada vez más pobres, privándolos de lo esencial, como la casa y el trabajo”.

“¡Es inaceptable! Quien vive la solidaridad no lo acepta y actúa. Y a esta palabra ‘solidaridad’ muchos quieren quitarla del diccionario, porque a una ‘cierta cultura’ les parece una mala palabra. ¡No! Es una palabra cristiana, ¡la solidaridad! Y por ello ustedes son familia de quienes no tienen hogar, amigos de las personas con discapacidad, que expresan - si amados - tanta humanidad”, expresó.

En su discurso, el Santo Padre también agradeció a los miembros de San Egidio su trabajo con los pobres y ancianos, y los invitó a seguir contribuyendo con “la amistad entre las religiones” y el diálogo por la paz.

(ACI/EWTN Noticias)

---

"Pues bendito es el leño por el que viene la justicia, pero el ídolo fabricado, maldito él y el que lo hizo; uno por hacerle, el otro porque, corruptible, es llamado dios, y Dios igualmente aborrece al impío y su impiedad; ambos, obra y artífice, serán igualmente castigados." (Sabiduría 14, 7-10)

"Quien ama el dinero, no se harta de él, y para quien ama riquezas, no bastan ganancias. También
esto es vanidad
." (Eclesiastés 5, 9)

"No te empobrezcas festejando con dinero prestado, cuando nada tienes en tu bolsa." (Eclesiástico 18, 33)



jueves, 12 de junio de 2014

El Papa recuerda que el Santo temor de Dios pone en alerta contra el pecado

VATICANO, 11 Jun. 14 / 09:43 am.

http://www.aciprensa.com/imagespp/size500/Francisco_DanielIbanez_ACIPrensa11.jpg

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9SCVXPdZiwhgO5khTphIu9v9Pojr1iKchTqrqIzuFEMp5AHrtOymWBXYhg3DwcR1VF0s20E56abL_XiLKWkDKJ3Nj38ZUR1pfOLOjtpqMr31M8VIhpy5ycSgrD6w9rqzJzUd-_tRWizI/s1600/El_don_del_temor_a_Dios-300x241.jpg

Texto completo de la catequesis gracias a la traducción de Radio Vaticana:


Queridos hermanos y hermanas:

El don del temor de Dios, del que hablamos hoy, concluye la serie de los siete dones del Espíritu Santo. Esto no significa tener miedo de Dios: ¡no, no es eso! Sabemos bien que Dios es Padre y que no ama y quiere nuestra salvación y siempre perdona: ¡siempre! ¡Así que no hay razón para tener miedo de Él! El temor de Dios, en cambio, es el don del Espíritu que nos recuerda lo pequeños que somos delante de Dios y de su amor, y que nuestro bien consiste en abandonarnos con humildad, respeto y confianza en sus manos. ¡Esto es el temor de Dios: este abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere tanto!

1. Cuando el Espíritu Santo toma morada en nuestro corazón, nos da consuelo y paz, y nos lleva a sentir como somos, es decir, pequeños, con aquella actitud - tan recomendada por Jesús en el Evangelio – de quien pone todas sus preocupaciones y sus esperanzas en Dios y se siente envuelto y apoyado por su calor y protección, ¡igual que un niño con su papá! Y es éste el sentimiento: es lo que el Espíritu Santo hace en nuestros corazones: nos hace sentir como niños en los brazos de nuestro papá.
En este sentido, entonces, comprendemos bien cómo el temor de Dios en nosotros toma la forma de la docilidad, de gratitud y de alabanza, llenando nuestro corazón de esperanza. Muchas veces, de hecho, no alcanzamos a comprender el designio de Dios, y nos damos cuenta que no podemos asegurarnos, por nosotros mismos, la felicidad y la vida eterna.
Es precisamente ante la experiencia de nuestras limitaciones y de nuestra pobreza, cuando el Espíritu Santo nos consuela y nos hace sentir que la única cosa importante es ser guiado por Jesús en los brazos de su Padre.

2. Es por eso que necesitamos tanto este don del Espíritu Santo. El temor de Dios nos hace tomar conciencia de que todo viene de la gracia y que nuestra verdadera fuerza reside sólo seguir al Señor Jesús y dejar que el Padre puede derramar sobre nosotros su bondad y su misericordia. Abrir el corazón para que la bondad y la misericordia de Dios lleguen a nosotros.
Esto hace el Espíritu Santo con el don del temor de Dios: abre los corazones. Corazón abierto para que el perdón, la misericordia, la bondad, las caricias del Padre lleguen a nosotros. Porque nosotros somos hijos infinitamente amados.

3. Cuando somos colmados por el temor de Dios, entonces estamos llevados a seguir al Señor con humildad, docilidad y obediencia. Pero esto no con una actitud resignada y pasiva, incluso con lamento, sino con el estupor y la alegría, la alegría de un hijo que se reconoce servido y amado por el Padre.

Por lo tanto, ¡el temor de Dios no nos hace cristianos tímidos, remisivos, sino que genera en nosotros coraje y fuerza! ¡Es un don que nos hace cristianos convencidos, entusiastas, que no se quedan sometidos al Señor por miedo, sino porque están conmovidos y conquistados por su amor! Ser conquistados por el amor de Dios: ¡y esta es una cosa bella! Dejarse conquistar por este amor de Papá: ¡que nos ama tanto! Nos ama con todo su corazón.

Pero, ¡estemos atentos, eh! porque el don de Dios, el don del temor de Dios es también una “alarma” frente a la pertinacia del pecado. Cuando una persona vive en el mal, cuando blasfema en contra de Dios, cuando explota a los otros, cuando los tiraniza, cuando vive solamente para el dinero, para la vanidad o el poder o el orgullo, entonces el Santo temor de Dios nos pone en alerta: ¡atención! Con todo este poder, con todo este dinero, con todo tu orgullo, y con toda tu vanidad, ¡no serás feliz! Nadie puede llevarse consigo al otro mundo ni el dinero, ni el poder, ni la vanidad, ni el orgullo: ¡nada! Solamente podemos llevar el amor que Dios Padre nos da, las caricias de Dios aceptadas y recibidas por nosotros con amor. Y podemos llevar lo que hemos hecho por los otros. ¡Atención, eh! No pongan esperanza en el dinero, en el orgullo, en el poder, en la vanidad: ¡esto no puede prometernos nada!

Pienso, por ejemplo, en las personas que tienen responsabilidad sobre los otros y se dejan corromper: pero ¿ustedes piensan que una persona corrupta será feliz en el otro mundo? ¡No! Todo el fruto de su corrupción ha corrompido su corazón y será difícil ir hacia el Señor.

Pienso en aquellos que viven de la trata de personas y del trabajo esclavo: ¿ustedes piensan que esta gente tenga en su propio corazón el amor de Dios, uno que trata las personas, uno que explota las personas con el trabajo esclavo? ¡No! No tienen temor de Dios. Y no son felices. No lo son.
Pienso en los que fabrican armas para fomentar las guerras: pero piensen ¡qué trabajo es éste! Estoy seguro que, si yo hago ahora la pregunta:¿cuántos de ustedes son fabricantes de armas? Nadie, nadie. Porque ésos no vienen a escuchar la palabra de Dios. Ellos fabrican la muerte, son mercaderes de muerte, que hacen esta mercancía de muerte.

Que el temor de Dios les haga comprender que un día todo termina y que deberán rendir cuentas a Dios.

Queridos amigos, el Salmo 34 nos hace rezar así: “Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y los salvó de sus angustias. El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles y los libra”. Pidamos al Señor la gracia de unir nuestra voz a la de los pobres, para acoger el don del temor de Dios y podernos reconocer, junto a ellos, revestidos por la misericordia y el amor de Dios, que es nuestro Padre, nuestro papá. Así sea.

(ACI/EWTN Noticias)

viernes, 6 de junio de 2014

El demonio busca destruir a la familia

ROMA, 02 Jun. 14 / 04:38 pm (ACI).-

http://www.aciprensa.com/imagespp/size340/PapaFamilia02062014.jpg

El Papa Francisco señaló que el demonio busca destruir a las familias porque es allí donde Jesús crece, en medio del amor de los cónyuges y en la vida de los hijos. Así lo indicó el Santo Padre durante el encuentro que sostuvo con 52 mil miembros del movimiento de Renovación Carismática en el Estadio Olímpico de Roma, luego de escuchar el testimonio de una madre de familia.

Una madre, acompañada de su esposo y sus tres hijos, le dijo al Papa que “todos los días necesitamos de la fuerza que viene de lo alto, que es capaz de sostenernos y que nos ayuda a superar los ataques del mal (...) Confírmenos en la fe y pida para todas las familias de este estadio, del mundo y sobre todo las que están en dificultad, las gracias que esperamos. Nosotros le prometemos nuestra oración”.

Al pedido de la madre, el Papa Francisco contestó con un cariñoso saludo a cada uno de los miembros de la familia y con unas breves pero profundas palabras en las que destacó que “las familias son la Iglesia doméstica, donde Jesús crece”.

“[Jesús] crece en el amor de los cónyuges, crece en la vida de los hijos. Y por esto el enemigo ataca tanto a la familia. El demonio no la quiere. Busca destruirla, busca que el amor no esté allí”.

El Santo Padre resaltó que “las familias son estas iglesias domésticas. Los esposos son pecadores, como todos, pero quieren ir adelante en la fe, en su fecundidad, en los hijos y en la fe de los hijos”.

El Señor bendiga a la familia, la haga fuerte, en esta crisis en la que el diablo quiere destruirla”, concluyó.

 (ACI)

lunes, 2 de junio de 2014

El Papa dice que "debemos decirnos la verdad: no toda la vida cristiana es una fiesta".

VATICANO, 30 May. 14 / 09:56 am.

http://www.provinciasannicolas.org/imgs/actualidad/11798/26599.jpg

El Papa Francisco, durante la Misa en la Casa Santa Marta, dijo que en la vida cristiana hay momentos de temor y en ellos nos preguntamos si “no sería mejor bajar un poco el nivel y no ser tan cristianos y buscar un compromiso con el mundo”, pero recordó que San Pablo –que también tuvo miedo-, confió en que al final Cristo convertiría sus sufrimientos en alegría y no se detuvo a pesar de las persecuciones.

Nos sucede a todos nosotros en la vida – añadió – que tengamos un poco de miedo”. Y nos preguntamos – dijo el Papa – sino sería mejor bajar un poco el nivel y no ser tan cristianos y buscar un compromiso con el mundo”. Pero Pablo – prosiguió – sabía que cuanto “él hacía no les gustaba a los judíos ni a los paganos”, pero no se detiene y por eso debe soportar problemas y persecuciones.

Esto, señaló el Papa durante la Misa en Santa Marta, “nos hace pensar en nuestros miedos, en nuestros temores”. Cristo, recordó, también tuvo miedo y angustia en Getsemaní y advirtió a sus discípulos que el “mundo se alegrará” por sus sufrimientos, como sucederá con los primeros mártires en el Coliseo.

“Y nosotros debemos decirnos la verdad: no toda la vida cristiana es una fiesta. ¡No toda! Se llora, tantas veces se llora. Cuando estás enfermo; cuando tienes un problema en tu familia con un hijo, con una hija, la esposa, el marido; cuando ves que el sueldo no alcanza hasta fin de mes y tienes un hijo enfermo; cuando ves que no puedes pagar la cuota del crédito inmobiliario de la casa y se deben ir… Tantos problemas, tantos que nosotros tenemos. Pero Jesús nos dice: ‘¡No tengas miedo!’. ‘Sí, estarán tristes, llorarán y también la gente se alegrará, la gente que está contra ti’”, expresó.

A esto, indicó, se suma otra tristeza, que es la que “nos llega a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno”. Cuando, “por decirlo sencillamente”, “vamos a comprar la alegría, la alegría esa del mundo, esa del pecado. Al final hay un vacío dentro de nosotros, hay tristeza”. Y ésta – reafirmó – “es la tristeza de la mala alegría”. En cambio, la alegría cristiana es la “alegría en esperanza, que llega”.

“Pero en el momento de la prueba nosotros no la vemos. Es una alegría que es purificada por las pruebas y también por las pruebas de todos los días: ‘Su tristeza se cambiará en alegría’. Pero cuando vas a lo de un enfermo o a lo de una enferma que sufre tanto es difícil decir: ‘¡Ánimo! ¡Coraje! ¡Mañana tendrás alegría!’. ¡No, no se puede decir! Debemos hacerla sentir como la hizo sentir Jesús”, alentó el Papa.

También nosotros, cuando estamos precisamente en la oscuridad, que no vemos nada: ‘Yo sé, Señor, que esta tristeza se cambiará en alegría. ¡No sé cómo, pero lo sé!’. Un acto de fe en el Señor. ¡Un acto de fe!”, expresó.

Según informó Radio Vaticana, el Papa recordó que para comprender cómo la tristeza se transforma en alegría, Jesús puso el ejemplo de la mujer que da a luz. “Es verdad, en el parto la mujer sufre tanto, pero después, cuando el niño está con ella, se olvida”. Lo que queda, por tanto, es “la alegría de Jesús, una alegría purificada”. Esa es “la alegría que queda”.

Una alegría “escondida en algunos momentos de la vida, que no se siente en los momentos feos, pero que viene después: una alegría en la esperanza”. Éste “es el mensaje de la Iglesia de hoy: ¡no tener miedo!”.

Por ello, el Papa alentó a los fieles a ser valerosos “en el sufrimiento y pensar que después viene el Señor, después viene la alegría, después de la oscuridad sale el sol”.

“Que el Señor nos dé a todos nosotros esta alegría en la esperanza. Y el signo de que nosotros tenemos esta alegría en esperanza es la paz. Cuántos enfermos, que están en el final de la vida, con los dolores, tienen esa paz en el alma… Ésta es la semilla de la alegría, ésta es la alegría en la esperanza, la paz”.

“¿Tú tienes paz en el alma en el momento de la oscuridad, en el momento de las dificultades, en el momento de las persecuciones, cuando todos se alegran por tu mal? ¿Tienes paz? Si tienes paz, tú tienes la semilla de aquella alegría que vendrá después. Que el Señor nos haga comprender estas cosas”, culminó el Santo Padre.

(ACI/EWTN Noticias)