sábado, 29 de noviembre de 2014

Discurso del Papa ante el Presidente del Departamento para los Asuntos Religiosos (Turquía)

ANKARA, 28 Nov. 14 / 10:54 am.

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El Papa Francisco dirigió este viernes un discurso ante el Presidente del Departamento para los Asuntos Religiosos (Diyanet), la más alta autoridad islámica sunnita en Turquía, Mehmet Gormez, en el que recordó los puntos que unen a cristianos y musulmanes y donde condenó cualquier justificación religiosa para la violencia.

A continuación el discurso completo del Santo Padre:


Señor Presidente,
Autoridades religiosas y civiles
Señoras y señores

Es para mí un motivo de alegría encontrarles hoy, durante mi visita a su país. Agradezco al señor Presidente de este importante Organismo por la cordial invitación, que me ofrece la ocasión de estar con los dirigentes políticos y religiosos, musulmanes y cristianos.

Es tradición que los Papas, cuando viajan a otros países como parte de su misión, se encuentren también con las autoridades y las comunidades de otras religiones. Sin esta apertura al encuentro y al diálogo, una visita papal no respondería plenamente a su finalidad, como yo la entiendo, en la línea de mis venerados predecesores.

En esta perspectiva, me complace recordar de manera especial el encuentro que tuvo el Papa Benedicto XVI en este mismo lugar, en noviembre de 2006. En efecto, las buenas relaciones y el diálogo entre los dirigentes religiosos tiene gran importancia. Representa un claro mensaje dirigido a las respectivas comunidades para expresar que el respeto mutuo y la amistad son posibles, no obstante las diferencias.

Esta amistad, además de ser un valor en sí misma, adquiere especial significado y mayor importancia en tiempos de crisis, como el nuestro, crisis que en algunas zonas del mundo se convierten en auténticos dramas para poblaciones enteras.
Hay efectivamente guerras que siembran víctimas y destrucción; tensiones y conflictos
interétnicos e interreligiosos; hambre y pobreza que afligen a cientos de millones de personas; daños al ambiente natural, al aire, al agua, a la tierra.

La situación en el Medio Oriente es verdaderamente trágica, especialmente en Irak y Siria. Todos sufren las consecuencias de los conflictos y la situación humanitaria es angustiosa. Pienso en tantos niños, en el sufrimiento de muchas madres, en los ancianos, los desplazados y refugiados, en la violencia de todo tipo.

Es particularmente preocupante que, sobre todo a causa de un grupo extremista y fundamentalista, comunidades enteras, especialmente –aunque no sólo– cristianas y yazidíes, hayan sufrido y sigan sufriendo violencia inhumana a causa de su identidad étnica y religiosa. Se los ha sacado a la fuerza de sus hogares, tuvieron que abandonar todo para salvar sus vidas y no renegar de la fe. La violencia ha llegado también a edificios sagrados, monumentos, símbolos religiosos y al patrimonio cultural, como queriendo borrar toda huella, toda memoria del otro.

Como dirigentes religiosos, tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos. La vida humana, don de Dios Creador, tiene un carácter sagrado. Por tanto, la violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena, porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la paz.

El mundo espera de todos aquellos que dicen adorarlo, que sean hombres y mujeres de paz, capaces de vivir como hermanos y hermanas, no obstante la diversidad étnica, religiosa, cultural o ideológica.

A la denuncia debe seguir el trabajo común para encontrar soluciones adecuadas. Esto requiere la colaboración de todas las partes: gobiernos, dirigentes políticos y religiosos, representantes de la sociedad civil y todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En particular, los responsables de las comunidades religiosas pueden ofrecer la valiosa contribución de los valores que hay en sus respectivas tradiciones.

Nosotros, los musulmanes y los cristianos, somos depositarios de inestimables riquezas espirituales, entre las cuales reconocemos elementos de coincidencia, aunque vividos según las propias tradiciones: la adoración a Dios misericordioso, la referencia al patriarca Abraham, la oración, la limosna, el ayuno... elementos que, vividos de modo sincero, pueden transformar la vida y dar una base segura a la dignidad y la fraternidad de los hombres. Reconocer y desarrollar esto que nos acomuna espiritualmente –mediante el diálogo interreligioso– nos ayuda también a promover y defender en la sociedad los valores morales, la paz y la libertad (cf. Juan Pablo II, A la comunidad católica de Ankara, 29 noviembre 1979).

El común reconocimiento de la sacralidad de la persona humana sustenta la compasión, la solidaridad y la ayuda efectiva a los que más sufren. A este propósito, quisiera expresar mi aprecio por todo lo que el pueblo turco, los musulmanes y los cristianos, están haciendo en favor de los cientos de miles de personas que huyen de sus países a causa de los conflictos. Y esto es un ejemplo concreto de cómo trabajar juntos para servir a los demás, un ejemplo que se ha de alentar y apoyar.

He sabido con satisfacción de las buenas relaciones y de la colaboración entre la Diyanet y el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Espero que continúen y se consoliden, por el bien de todos, porque toda iniciativa de diálogo auténtico es signo de esperanza para un mundo tan necesitado de paz, seguridad y prosperidad.

Señor Presidente, expreso nuevamente gratitud a usted y a sus colaboradores por este encuentro, que llena de gozo mi corazón. Agradezco también a todos ustedes su presencia y las oraciones que tendrán la bondad que ofrecer por mi servicio. Por mi parte, les aseguro que yo rogaré igualmente por ustedes. Que el Señor nos bendiga.

(ACI)

viernes, 21 de noviembre de 2014

La familia es fundamento de convivencia y garantía contra la escisión social


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El Papa Francisco intervino en la sesión inaugural del Congreso Internacional sobre la complementariedad entre hombre y mujer que tiene lugar en el Vaticano, promovido por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El Santo Padre dijo que “la familia sigue siendo fundamento de la convivencia y la garantía contra la escisión social”, indicó para después referirse a que  “los niños tienen el derecho a crecer en una familia, con una padre y una madre, capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su maduración afectiva”.

El Pontífice alertó luego ante la trampa “de ser cualificados con conceptos ideológicos” ya que “la familia es un hecho antropológico y no podemos calificarla con conceptos de naturaleza ideológica que solamente tienen fuerza en un momento de la historia, y después caen”. 

"No se puede hablar hoy de familia conservadora o familia progresista: la familia es familia”, remarcó el Papa. 

El Papa expresó luego su deseo de que el Congreso sea “fuente de inspiración para todos aquellos que buscan apoyar y reforzar la unión del hombre y de la mujer en el matrimonio como un bien único, natural, fundamental y bello para las personas, las familias, las comunidades y las sociedades”.
Seguidamente el Santo Padre anunció que participará en el próximo Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en septiembre de 2015 en Filadelfia, Estados Unidos.

Durante su intervención y en referencia al tema del Congreso, el Pontífice ha explicado que en efecto, en la complementariedad del hombre y la mujer se basa “el matrimonio y de la familia, que es la primera escuela donde aprendemos a apreciar nuestros dones y los de los demás, y donde comenzamos a aprender el arte de vivir juntos”. 

El Papa se ha referido a también a las dificultades que se viven en la familia, tales como el “egoísmo y el altruismo, entre razón y pasión, entre los deseos inmediatos y los objetivos a largo plazo” pero “las familias ofrecen también el ambiente en el que resolver estas tensiones”. 

Para el Papa Francisco, “cuando hablamos de complementariedad entre hombre y mujer en este contexto, no debemos confundir tal término con la idea simplista de que todos los roles y las relaciones de ambos sexos están cerrados en un modelo único y estático”. “La complementariedad asume muchas formas, porque cada hombre y mujer aportan la propia contribución personal al matrimonio y a la educación de los hijos. La propia riqueza personal, el propio carisma personal, y la complementariedad se convierte así en una gran riqueza” que además de un “bien” es también “belleza”, dijo ante los participantes del Congreso. 

El Santo Padre aseguró después que “en nuestro tiempo el matrimonio y la familia están en crisisporque vivimos en una cultura de lo provisional, en el que cada vez más personas renuncian al matrimonio como compromiso público”.  

“Ésta revolución en las costumbres y en la moral –prosiguió el Papa Francisco- ha ondeado a menudo la ‘bandera de la libertad’, pero en realidad ha llevado a una devastación espiritual y material a muchas personas, especialmente a los más vulnerables”. 

“Es cada vez más evidente que el decline de la cultura del matrimonio está asociado a un aumento de pobreza y a una serie de numerosos otros problemas sociales que golpean de forma desproporcionada a las mujeres, los niños y los ancianos”, aseguró en el nuevo Aula del Sínodo. 

Por otro lado, el Santo Padre dijo que “la crisis de la familia ha dado origen a una crisis de la ecología humana, ya que los ambientes sociales, como los ambientes naturales, tienen necesidad de ser protegidos”. 

Además, “si la humanidad ha comprendido la necesidad de afrontar aquello que constituye una amenaza para nuestros ambientes naturales, somos lentos –somos lentos en nuestra cultura, también en nuestra cultura católica– en reconocer que también nuestros ambientes sociales son un riesgo”. 

Por tanto, “es indispensable promover una nueva ecología humana y hacer que vaya adelante” e insistir “sobre los pilares fundamentales que rigen una nación: sus bienes inmateriales”, sostuvo el Papa Francisco. 

La familia sigue siendo fundamento de la convivencia y la garantía contra la escisión social”, indicó para después referirse a que  “los niños tienen el derecho de crecer en una familia, con una padre y una madre, capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su maduración afectiva”.

El Santo Padre quiso recordar de nuevo la exhortación apostólica Evangelii gaudim, en la que “he puesto el acento sobre la contribución ‘indispensable’ del matrimonio en la sociedad” una contribución que “supera el nivel de emotividad y de las necesidades contingentes de la pareja”. A continuación, se mostró contento “por el énfasis puesto en vuestro congreso sobre los beneficios que el matrimonio puede llevar a los hijos, a los cónyuges mismos y a la sociedad”.

El Papa Francisco exhortó luego a los participantes del Congreso a enfatizar “el compromiso definitivo en lo relacionado con la solidaridad, la fidelidad y el amor fecundo responde a los deseos más profundos del corazón humano”. 

Por ello, ha invitado a hacer presentes a los jóvenes que representan el futuro: “es importante que no se dejen involucrar por la mentalidad dañina de lo provisional y sean revolucionarios para la valentía de crear un amor fuerte y duradero, es decir, de ir contra corriente”.

(ACI)

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Sobre la familia en el Catecismo de la Iglesia Católica:

2203 Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes.

2205 La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera.

2207 La familia es la “célula original de la vida social”. Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad.

2249 La comunidad conyugal está establecida sobre la alianza y el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los cónyuges, a la procreación y a la educación de los hijos.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Todo carisma para ser fructífero debe tener en el centro sólo a Jesucristo

VATICANO, 07 Nov. 14 / 01:20 pm.

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La gente debe preguntarse por qué somos cristianos, señaló el Papa Francisco durante el encuentro con los participantes en la asamblea nacional de la Conferencia Italiana de los Superiores Mayores (CISM), a quienes recordó que el anuncio evangélico “es siempre un signo de contradicción” y por tanto nunca es ideológico ni sigue la moda del mundo.

Ante el testimonio de un hermano o una hermana que vive plenamente esa vida (cristiana) la gente se pregunta: ‘¿Qué pasa aquí?, ‘¿Qué lleva a esta persona más allá del horizonte mundano?’. Esto es lo primero: ayudar a la Iglesia a crecer a través de la atracción. Sin preocuparse de hacer prosélitos: atracción”, afirmó el Santo Padre durante la audiencia realizada en la Sala Clementina.

En ese sentido, recordó la radicalidad que, aunque deba caracterizar en formas diversas a todos los cristianos, para los religiosos asume la forma de testimonio de profecía. “El testimonio de una vida evangélica es lo que distingue al discípulo misionero y, especialmente, a los que siguen al Señor en el camino de la vida religiosa. Y el testimonio profético coincide con la santidad”.

“La verdadera profecía nunca es ideológica, no está en contraste con la institución: es institución. La profecía es institucional, no sigue la moda: es siempre un signo de contradicción según el Evangelio, como lo fue Jesús. Jesús, era un signo de contradicción para las autoridades religiosas de su tiempo: los jefes de los fariseos y de los saduceos, los maestros de la ley. Y lo fue también para otras opciones y propuestas: esenios, zelotes”, expresó.

Francisco citó las palabras del Padre presidente de los Superiores Mayores: "No queremos combatir batallas de retaguardia, de defensa, sino estar en medio de la gente", con la certeza de la fe en que Dios siempre hace que su Reino germine y crezca. El Papa señaló que “esto no es fácil, no es obvio, requiere la conversión; requiere, sobre todo, la oración y la adoración; y requiere compartir con el pueblo santo de Dios que vive en las periferias de la historia. Descentrarse”.

Todo carisma para vivir y ser fructífero esté llamado a descentrarse, para que en el centro esté sólo Jesucristo. No hay que guardar el carisma como una botella de agua destilada, hay que hacerlo fructificar con coraje, confrontándolo con la realidad actual, con las culturas, con la historia, como nos enseñan los grandes misioneros de nuestros institutos”, indicó.

Finalmente reflexionó sobre la ayuda que la vida consagrada puede dar a través del testimonio de fraternidad, “de que se puede vivir juntos como hermanos en la diversidad porque en la comunidad no se elige antes; uno se encuentra con personas diversas por carácter, edad, educación, sensibilidad (...) y sin embargo, se intenta vivir como hermanos”. “No siempre es posible, por supuesto... pero se reconoce que uno se ha equivocado, se pide perdón y se perdona. Y esto es bueno para la Iglesia, hace que circule en su cuerpo la linfa de la fraternidad. Y también es bueno para toda la sociedad”, señaló.

Pero esta fraternidad ''presupone la paternidad de Dios y la maternidad de la Iglesia y de la Madre, la Virgen María''. Una relación cultivada diariamente con ''la oración, la Eucaristía, con la adoración, el Rosario.

Francisco aseguró que “así cada día renovamos nuestro ‘estar’ con Cristo y en Cristo, y establecemos una relación auténtica con el Padre que está en los cielos y con la Madre Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, y la Madre María. Si nuestra vida se sitúa siempre en estas coordenadas fundamentales, también seremos capaces de fraternidad auténtica, de una fraternidad que da testimonio y que atrae”.

(ACI)

miércoles, 5 de noviembre de 2014

El Papa afirma que el diablo existe

30/10/14 2:10 PM.

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La vida cristiana es «un combate» contra el demonio, el mundo y las pasiones de la carne. Así lo ha afirmado el papa Francisco en la Misa matutina celebrada en Santa Marta. El Santo Padre lamentó que muchos crean que la existencia de Satanás sea un mito y tras asegurar que el diablo existe, añadió que nosotros «debemos luchar contra él» con «la armadura» de la verdad. El Papa advierte que «no se puede pensar en una vida espiritual, en una vida cristiana, sin resistir las tentaciones, sin luchar contra el diablo»

El papa Francisco ha centrado su homilía en las palabras de San Pablo que, dirigiéndose a los Efesios, «desarrolla en un lenguaje militar la vida cristiana». El Pontífice ha destacado que «la vida en Dios se debe defender, se debe luchar para llevarla adelante». Se necesitan fuerza y valentía «para resistir y anunciar».

Para «ir adelante en la vida espiritual», afirmó, se debe combatir. No es un simple desencuentro, no, es un «combate continuo».

El Santo Padre ha recordado que son tres «los enemigos de la vida cristiana»: «el demonio, el mundo y la carne», es decir nuestras pasiones, «que son las heridas del pecado original». Cierto, observó, «la salvación que nos da Jesús es gratuita», pero estamos llamados a defenderla:
«¿De qué debo defenderme?¿qué debo hacer? ‘ponerme la armadura de Dios', nos dice Pablo, es decir lo que es de Dios nos defiende, para resistir las insidias del diablo. ¿Está claro? Claro. No se puede pensar en una vida espiritual, en una vida cristiana, sin resistir las tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin vestir esta armadura de Dios, que nos da la fuerza y nos defiende». 
 
San Pablo, prosiguió el Papa, destaca «que nuestra batalla» no es contra las cosas pequeñas, «si ncontra los principados y las potencias, es decir contra el diablo y los suyos».

«Pero a esta generación, y a muchas otras, se les ha hecho creer que el diablo es un mito, una figura, una idea, la idea del mal. El diablo existe y nosotros debemos luchar contra él. Lo dice Pablo ¡no lo digo yo! La Palabra de Dios lo dice. Pero no nos convencemos. Y después Pablo explica cómo es esta armadura de Dios, que son varias armaduras que componen esta gran armadura de Dios. Y él dice: ‘Permaneced firmes, por tanto, permaneced firmes al lado de la verdad'. Esta es una armadura de Dios: la verdad».

«El diablo, dijo, es el mentiroso, el padre de los mentirosos, el padre de la mentira». Y como San Pablo, afirmó que es necesario tener «a los flancos la verdad, vistiendo la coraza de la justicia». Por tanto, afirmó que «no se puede ser cristiano, sin trabajar continuamente para ser justos. No se puede».

Una cosa que «nos ayudaría mucho», dijo, «sería preguntarnos» si creo o no creo. «Si creo, un poco sí y un poco no». ¿Soy un poco mundano y un poco creyente? Y destacó que «sin fe no se puede seguir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús».

Necesitamos «el escudo de la fe», porque «el diablo no nos lanza flores», sino «flechas incendiarias», para matarnos. Francisco exhortó, por tanto, «a tomar el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios«. E invitó a rezar constantemente, a velar» con oraciones y súplicas»:
«La vida es una milicia. La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima. Porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande: esa alegría porque el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, somos un poco vagos, no, en la lucha, y nos dejamos llevar por las pasiones, por algunas tentaciones. ¡Y porque ¡todos somos pecadores! Pero no os desaniméis, Valentía y fuerza porque ¡el Señor está con nosotros!».

(RV/InfoCatólica)

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Efesios 6, 11-13:

"Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo.
Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes."


Juan 8, 42-45:

"Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado.
¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra.
Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre.
Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.
Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis."


Lucas 10, 18:

"El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo."


Catecismo de la Iglesia Católica:

391 Tras la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (Cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (Cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (Cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. "Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali" ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 800).

2864 En la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el "Príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a Su plan de salvación.