El Papa Francisco ha recibido esta mañana en el Aula de las Bendiciones a seiscientos participantes en el curso anual del foro interno de la Penitenciaría Apostólica. Desde hace un cuarto de siglo ese dicasterio ofrece, sobre todo a los sacerdotes recién ordenados y a los diáconos, ese curso para contribuir a la formación de buenos confesores.
En
su discurso el Santo Padre ha invitado a los presentes a atesorar la
experiencia adquirida para ayudar cada vez más a la Iglesia y a los
confesores a desempeñar “el ministerio de la misericordia, que es tan
importante” y ha reflexionado con ellos sobre tres puntos claves de la
confesión.
“En primer lugar -ha
dicho- el protagonista del ministerio de la reconciliación es el
Espíritu Santo. El perdón que el sacramento confiere es la vida nueva
transmitida por el Señor Resucitado a través de su Espíritu…Por lo
tanto, estáis llamados a ser siempre “hombres del Espíritu Santo,
testigos y anunciadores, alegres y fuertes, de la resurrección del
Señor”. El Obispo de Roma les ha invitado a acoger a los penitentes “no
con la actitud de un juez y tampoco con la de un simple amigo, sino con
la caridad de Dios… El corazón del sacerdote es un corazón que se
conmueve…Si es verdad que la tradición indica el papel doble de médico y
de juez de los confesores, no hay que olvidar que cómo médico está
llamado a curar y como juez a absolver”.
“Si
la Reconciliación transmite la vida nueva del Resucitado y renueva la
gracia bautismal -ha explicado abordando el segundo aspecto- vuestra
tarea es entonces la de darla generosamente a los fieles. Un sacerdote
que no se dedica a esta parte de su ministerio… es como un pastor que no
se preocupa por las ovejas que se han perdido…¡La misericordia es el
corazón del Evangelio¡ Es la buena nueva de que Dios nos ama, de que ama
siempre al pecador y con este amor lo atrae hacia sí y lo invita a la
conversión. No olvidemos que, a menudo, a los fieles les cuesta trabajo
confesarse, sea por motivos prácticos, sea por la dificultad natural de
confesar a otro hombre los pecados propios. Por eso es necesario
trabajar sobre nosotros mismos, sobre nuestra humanidad, para que no
representemos nunca un obstáculo sino para que favorezcamos siempre el
acercamiento a la misericordia y al perdón.. ¡La confesión no es un
tribunal de condena, sino una experiencia de perdón y misericordia!”.
Por
último, Francisco, se ha referido a las dificultades que, con
frecuencia, encuentra la confesión. “Las razones son tantas, sea
históricas como espirituales. Sin embargo, sabemos que el Señor quiso
regalar este don inmenso a su Iglesia, ofreciendo a los bautizados la
seguridad del perdón del Padre. Por eso es muy importante que en todas
las diócesis y comunidades parroquiales se preste mucha atención a la
celebración de este sacramento de perdón y salvación. Es importante que
en todas las parroquias los fieles sepan cuando pueden encontrar
disponibles a los sacerdotes: cuando hay fidelidad, se ven los frutos”.
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