El Papa Francisco recibió hoy en audiencia al decano, a los prelados
auditores, oficiales y colaboradores del Tribunal de la Rota Romana, con motivo
de la inauguración del año judiciario. En su discurso, el Santo Padre se centró
en el contexto humano y cultural en el que se forma la intención matrimonial.
Destacó que la crisis de los valores en la sociedad no es un fenómeno reciente
y para ello recordó que hace cuarenta años Pablo VI ya estigmatizaba las
enfermedades del hombre moderno.
El Santo Padre indicó que el Beato Pablo VI señalaba que
dichas enfermedades hacían que el hombre quedara «a veces vulnerado por un
relativismo sistemático, que lo inclina ante las elecciones más fáciles de la
situación, de la demagogia, la moda, la pasión, el hedonismo, el egoísmo, de
modo que exteriormente intenta desafiar la ley, pero interiormente, casi sin
darse cuenta, sustituye el imperio de la conciencia moral por el capricho de la
conciencia psicológica».
"Crisis de fe":
El Papa puso de relieve el cometido del juez llamado a
realizar un análisis judicial cuando existen dudas sobre la validez del
matrimonio «para determinar -dijo- si hay un defecto de origen del
consentimiento, ya sea directamente por falta de buena intención, o por un
grave déficit en la comprensión del matrimonio mismo que determine la voluntad.
La crisis del matrimonio, de hecho -continuó-, es realmente la crisis del saber
iluminado por la fe, es decir, por el apego a Dios y a su designio de amor
realizada en Jesucristo».
«La experiencia pastoral nos enseña que ahora hay un gran
número de fieles en una situación irregular, cuya historia ha sido fuertemente
influenciada por la generalizada mentalidad mundana. De hecho, hay una especie
de mundanidad espiritual, que se esconde detrás de las apariencias de
religiosidad e incluso de amor a la Iglesia y que conduce a perseguir, en lugar
de la gloria del Señor, el bienestar personal. Uno de los frutos de esta
actitud es una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una
determinada experiencia o una serie de argumentos y conocimientos que se cree
que pueden consolar e iluminar, pero donde el sujeto continúa encerrado en la
inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos... Por esto el juez, a la
hora de reflexionar sobre la validez del consentimiento, debe tener en cuenta
el contexto de los valores y la fe».
Francisco les exhortó a un mayor compromiso y pasión en su
ministerio «que sirva para salvaguardar la unidad de la jurisprudencia en la
Iglesia, como trabajo pastoral por el bien de muchas parejas, y muchos hijos, a
menudo víctimas de estos eventos. También aquí, necesitamos una conversión
pastoral de las estructuras eclesiásticas para proporcionar el «opus iustitiae»
a todos los que acuden a la Iglesia para que esta arroje luz sobre su situación
conyugal. Esta es vuestra difícil misión: No encerrar la salvación de las
personas dentro de las constricciones del legalismo».
En este ámbito, el Papa insistió antes de concluir en la
presencia necesaria de personas competentes en cada tribunal eclesiástico para
proporcionar asistencia y asesoramiento sobre la posibilidad de introducir una
causa de nulidad matrimonial. «Esperando que en todos los tribunales estén
presentes estas figuras para favorecer el acceso efectivo de todos los fieles a
la justicia de la Iglesia, me gustaría señalar -finalizó- el número
significativo de casos en la Rota Romana de asistencia gratuita, en favor de
las partes que, por malas condiciones económicas, no son capaces de obtener un
abogado».
(VIS/InfoCatólica)
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Catecismo de la Iglesia Católica:
III. El consentimiento matrimonial
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Catecismo de la Iglesia Católica:
III. El consentimiento matrimonial
1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son
un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que
expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir:
— no obrar por coacción;
— no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
— no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los
esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio". Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad
de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo.
Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.
1629 Por esta razón (o por otras razones que hacen
nulo e inválido el matrimonio, la Iglesia, tras
examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar
"la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido. En este
caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las
obligaciones naturales nacidas de una unión precedente anterior.
1630 El sacerdote ( o el diácono) que asiste a la celebración del
matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da
la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también
de los testigos) expresa visiblemente que el Matrimonio es una realidad
eclesial.
1631 Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles
la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio. Varias razones concurren para explicar esta
determinación:
— El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es
conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
— El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
— Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
— El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.
— El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
— Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
— El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.
1632 Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y
para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y
estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:
El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino
privilegiado de esta preparación.
El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios" es
indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del
matrimonio y de la familia, y esto con mayor razón en
nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos
que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:
«Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo, al matrimonio» (Gaudium et Spes 49).
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