domingo, 29 de diciembre de 2013

Palabras del Papa Francisco en Nochebuena (2013)

 25/12/13 3:40 PM

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Para la Misa de Nochebuena, además de las miles de personas reunidas la basílica vaticana, varios centenares de fieles también se concentraron en la Plaza de San Pedro para seguirla a través de cuatro pantallas gigantes. Concelebrando con el Papa Francisco hoy había en la basílica de San Pedro 30 cardenales, 40 obispos y 250 sacerdotes y 14 diáconos.

La misa se inició con el canto de la «Kalenda», que cuenta la espera del advenimiento de un mesías en el Antiguo Testamento, y tras el canto, el sonido de las trompetas anunció el inicio de la misa y siguió la procesión del Papa y los concelebrantes. Como novedad respecto al resto de pontífices, el Papa Francisco quiso depositar personalmente la imagen del Niño Jesús en el pesebre colocado ante un trono. La homilía del papa fue breve y su único tema fue la llegada de Jesús.

El Papa disertó sobre las palabras «caminar» y «ver» al considerar que «la identidad de los creyentes católicos es ser peregrinos hacia la tierra prometida». En este camino, agregó «se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante». «También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras», dijo el Papa, quien agregó que «si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera». «Quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos», añadió el Papa citando al apóstol San Juan.

Luego el Santo Padre recordó que los pastores «fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, los marginados», agregó. «Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas», añadió el Papa. Y concluyó su homilía pidiendo a los católicos que «no teman», pues «nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz».

Tras la celebración eucarística, el Papa llevó el Niño Jesús en procesión hasta el Nacimiento instalado en la basílica vaticana y allí un grupo de 10 niños, representando los cinco continentes, depositaron flores ante el pesebre.

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"Homilía del Santo Padre Francisco en la Santa Misa de Medianoche en la Natividad del Señor Basílica Papal de San Pedro, Vaticano"

Martes 24 de diciembre de 2013


1. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).

Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende:
el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.
Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante.
También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).


2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.


3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta «tienda», que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús.

Fueron los primeros porque eran de los últimos de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.
Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: «No teman» (Lc 2,10). Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida.

Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz. Amén.


sábado, 21 de diciembre de 2013

Entrevista, antes de Navidad, al Papa Francisco (2013)

16/12/13 12:47 AM.

 

Entrevista de Andrea Tornielli al Papa Francisco:

-¿Qué significa para usted la Navidad?

Es el encuentro con Jesús. Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que le estará siempre cerca. En el Libro del Deuteronomio leemos que Dios camina con nosotros, nos guía de la mano como un papá con su hijo. Esto es hermoso. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación. Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz. Recuerdo una vez aquí en Roma, creo que era la Navidad de 1974, en una noche de oración después de la misa en la residencia del Centro Astalli. Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo.

-¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?

Nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice dos cosas. La primera: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas. Segunda: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia. Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

-¿Cómo es posible creer que Dios, considerado por las religiones como infinito y omnipotente, se haga tan pequeño?

Los Padres griegos la llamaban «synkatabasis», condescendencia divina. Dios que desciende y está con nosotros. Es uno de los misterios de Dios. En Belén, en el 2000, Juan Pablo II dijo que Dios se convirtió en un niño que dependía totalmente de los cuidados de un papá y de una mamá. Por esto la Navidad nos da tanta alegría. Ya no nos sentimos solos, Dios descendió para estar con nosotros. Jesús se hizo uno de nosotros y sufrió por nosotros el final más terrible en la cruz, el de un criminal.

-A menudo se presenta la Navidad como una fábula de ensueño. Pero Dios nace en un mundo en el que también hay mucho sufrimiento y miseria…

Lo que leemos en los Evangelios es un anuncio de alegría. Los evangelistas describen una alegría. No hacen consideraciones sobre el mundo injusto, sobre cómo pudo nacer Dios en un mundo así. Todo esto es fruto de nuestra contemplación: los pobres, el niño que nace en la precariedad. La Navidad no fue una denuncia de la injusticia social, de la pobreza, sino un anuncio de alegría. Todo lo demás son conclusiones que sacamos nosotros. Algunas correctas, otras menos y otras más ideologizadas. La Navidad es alegría, alegría religiosa, alegría de Dios, interior, de luz, de paz. Cuando no se tiene la capacidad o se está en una situación humana que no te permite comprender esta alegría, se vive la fiesta con alegría mundana. Pero entre la alegría profunda y la alegría mundana hay mucha diferencia.

-Es su primera Navidad como Obispo de Roma, en un mundo lleno de conflictos y guerras…

Dios nunca da un don a quien no es capaz de recibirlo. Si nos ofrece el don de la Navidad es porque todos tenemos la capacidad para comprenderlo y recibirlo. Todos, desde el más santo hasta el más pecador, desde el más limpio hasta el más corrupto. Incluso el corrupto tiene esta capacidad: pobrecito, la tiene un poco oxidada, pero la tiene. La Navidad en este tiempo de conflictos es un llamado de Dios, que nos da este don. ¿Queremos recibirlo o preferimos otros regalos? Esta Navidad en un mundo afectado por las guerras me hace pensar en la paciencia de Dios. La principal virtud de Dios, indicada en la Biblia, es que Él es amor. Él nos espera, no se cansa nunca de esperarnos. Él da el don y después nos espera. Esto sucede en la vida de cada uno de nosotros. Hay algunos que lo ignoran. Pero Dios es paciente y la paz, la serenidad de la noche de Navidad, es un reflejo de la paciencia de Dios hacia nosotros.

-En enero se cumplen cincuenta años del histórico viaje de Pablo VI a la Tierra Santa. ¿Usted va a ir?

La Navidad siempre nos hace pensar en Belén, y Belén está en un punto preciso, en la Tierra Santa donde vivió Jesús. En la noche de Navidad pienso, sobre todo, en los cristianos que viven allí, en los que están en dificultades, en todos los que han tenido que abandonar esa tierra por diferentes problemas. Pero Belén sigue siendo Belén. Dios vino a un punto determinado, a una tierra determinada, apareció allí la ternura de Dios, la gracia de Dios. No podemos pensar en la Navidad sin pensar en la Tierra Santa. Hace cincuenta años, Pablo VI tuvo la valentía para salir e ir allá, y así empezó la época de los viajes papales. Yo también deseo ir, para encontrarme con mi hermano Bartolomeo, Patriarca de Constantinopla, y conmemorar con él este quincuagésimo aniversario renovando el abrazo de 1964 entre Papa Montini y Atenágoras en Jerusalén. Nos estamos preparando.

-Usted ha estado en muchas ocasiones con niños gravemente enfermos. ¿Qué puede decir ante este sufrimiento inocente?

Para mí, Dostoyevski ha sido un maestro de vida, y su pregunta, explícita e implícita, siempre ha rondado mi corazón: ¿por qué sufren los niños? No hay explicación. Me viene esta imagen: en cierto momento de su vida, el niño se «despierta»; no entiende muchas cosas, se siente amenazado, empieza a hacer preguntas a su papá o a su mamá. Es la edad del «por qué». Pero cuando el hijo pregunta, luego no escucha todo lo que le tienes que decir y te acorrala con nuevos «por qué». Lo que busca, más que una explicación, es la mirada del papá que le da seguridad. Frente a un niño que sufre, la única oración que me viene es la oración del «por qué». ¿Señor, por qué? Él no me explica nada, pero siento que está viéndome. Entonces puedo decir: «Tú sabes por qué, yo no lo sé y Tú no me lo dices, pero me ves y yo confío en Ti, Señor, confío en tu mirada».

-Al hablar sobre el sufrimiento de los niños, no se puede olvidar la tragedia de quienes sufren hambre.

Con la comida que dejamos y tiramos podríamos dar de comer a muchísima gente. Si lográramos no desperdiciar, reciclar la comida, el hambre en el mundo disminuiría mucho. Me impresionó leer una estadística que habla de 10 mil niños que mueren de hambre cada día en el mundo. Hay muchos niños que lloran porque tienen hambre. El otro día, en la audiencia del miércoles, atrás de una valla había una joven mamá con su niño de pocos meses. Cuando pasé, el niño lloraba mucho. La mamá lo acariciaba. Le dije: «Señora, creo que el pequeño tiene hambre». Ella respondió: «Sí, ya es hora…». Y le dije: «¡Pero dele de comer, por favor!». Ella tenía pudor, no quería amamantarlo en público, mientras pasaba el Papa. Entonces quisiera decir lo mismo a la humanidad: ¡den de comer! Esa mujer tenía la leche para su niño, en el mundo tenemos suficiente comida para que coman todos. Si trabajáramos con las organizaciones humanitarias y lográramos ponernos todos de acuerdo para no desperdiciar comida, mandándola a los que la necesitan, contribuiríamos mucho para resolver la tragedia del hambre en el mundo. Quisiera repetir a la humanidad lo que dije a aquella mamá: ¡den de comer a los que tienen hambre! Que la esperanza y la ternura de la Navidad del Señor nos sacudan de la indiferencia.

-Algunos pasajes de la «Evangelii gaudium» le granjearon las acusaciones de los ultra-conservadores estadounidenses. ¿Qué siente un Papa cuando escucha que lo definen «marxista»?

La ideología marxista está equivocada. Pero en mi vida he conocido a muchos marxistas buenos como personas, y por esto no me siento ofendido.

-Las palabras que más han sorprendido son las palabras sobre la economía que «mata»

En la Exhortación no hay nada que no se encuentre en la Doctrina social de la Iglesia. No hablé desde un punto de vista técnico, traté de presentar una fotografía de lo que sucede. La única cita específica fue sobre las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Se prometía que, cuando el vaso hubiera estado lleno, se habría desbordado y los pobres se habrían beneficiado. En cambio sucede que, cuando está lleno, el vaso, por arte de magia, crece y así nunca sale nada para los pobres. Esta fue la única referencia a una teoría específica. Repito, no hablé como técnico, sino según la Doctrina social de la Iglesia. Y esto no significa ser marxista.

-Usted anunció una «conversión del papado». ¿Los encuentros con los patriarcas ortodoxos han sugerido alguna vía concreta?

Juan Pablo II habló de manera muy explícita sobre una forma de ejercicio del primado que se abra a una situación nueva. Pero no sólo desde el punto de vista de las relaciones ecuménicas, sino también en las relaciones con la Curia y con las Iglesias locales. En estos primeros nueve meses he recibido las visitas de muchos hermanos ortodoxos, Bartolomeo, Hilarion, el teólogo Zizioulas, el copto Tawadros; este último es un místico, entraba a la capilla, se quitaba los zapatos e iba a rezar. Me sentí su hermano. Tienen la sucesión apostólica, los recibí como hermanos obispos. Es un dolor no poder celebrar juntos todavía la eucaristía, pero la amistad existe. Creo que el camino es este: la amistad, el trabajo en común y rezar por la unidad. Nos bendijimos los unos a los otros; un hermano bendice al otro, un hermano se llama Pedro y el otro se llama Andrés, Marco, Tomás…

-¿La unidad de los cristianos es una prioridad para usted?

Sí, para mí el ecumenismo es prioritario. Hoy existe el ecumenismo de la sangre. En algunos países matan a los cristianos porque llevan consigo una cruz o tienen una Biblia; y antes de matarlos no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos. La sangre está mezclada. Para los que matan somos cristianos. Unidos en la sangre, aunque entre nosotros no hayamos logrado dar los pasos necesarios hacia la unidad, y tal vez no sea todavía el tiempo. La unidad es una gracia que hay que pedir. Conocí en Hamburgo a un párroco que seguía la causa de beatificación de un sacerdote católico que fue guillotinado por los nazis porque enseñaba el catecismo a los niños. Después de él, en la fila de los condenados, había un pastor luterano y lo mataron por el mismo motivo. Su sangre está mezclada. Ese párroco me contó que había ido a ver al obispo y le había dicho: «Sigo con la causa, pero de los dos, no sólo del católico». Este es el ecumenismo de la sangre. Todavía existe hoy, basta leer los periódicos. Los que matan a los cristianos no te piden el documento de identidad para saber en cuál Iglesia fuiste bautizado. Tenemos que tomar en cuenta esta realidad.

-En la Exhortación apostólica usted invitó a tomar decisiones pastorales prudentes y audaces en cuanto a los sacramentos. ¿A qué se refería?

Cuando hablo de prudencia no pienso en una actitud paralizadora, sino en una virtud de quien gobierna. La prudencia es una virtud de gobierno. También lo es la audacia. Hay que gobernar con audacia y con prudencia. Hablé del bautismo y de la comunión como alimento espiritual para seguir adelante, y que se debe considerar como un remedio y no como un premio. Algunos pensaron inmediatamente en los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar, pero yo nunca hablo de casos particulares: solo quería indicar un principio. Debemos tratar de facilitar la fe de las personas más que controlarla. El año pasado en Argentina denuncié la actitud de algunos sacerdotes que no bautizaban a los hijos de madres solteras. Es una mentalidad enferma.

-¿Y en cuanto a los divorciados que se han vuelto a casar?

La exclusión de la comunión para los divorciados que viven una segunda unión no es una sanción. Hay que recordarlo. Pero no hablé de esto en la Exhortación.

-¿Se ocupará de ello el próximo Sínodo de los obispos?

La sinodalidad en la Iglesia es importante: sobre el matrimonio en su conjunto hablaremos en las reuniones del Consistorio en febrero. Después el tema será afrontado en el Sínodo extraordinario de octubre de 2014 y también durante el Sínodo ordinario del año siguiente. En estas sedes se profundizarán y aclararán muchas cosas.

-¿Cómo procede el trabajo de sus ocho «consejeros» para la reforma de la Curia?

El trabajo es largo. Quienes querían presentar propuestas o enviar ideas ya lo han hecho. El cardenal Bertello recopiló las opiniones de todos los dicasterios vaticanos. Recibimos sugerencias de los obispos de todo el mundo. En la última reunión los ocho cardenales dijeron que hemos llegado al momento de presentar propuestas concretas y en el próximo encuentro, en febrero, me entregarán sus primeras sugerencias. Yo siempre estoy presente en los encuentros, excepto el miércoles en la mañana por la audiencia. Pero no hablo, sólo escucho, y esto me hace bien . Un cardenal anciano me dijo hace algunos meses: «Usted ya comenzó la reforma de la Curia con la misa cotidiana en Santa Marta». Esto me hizo pensar: la reforma empieza siempre con iniciativas espirituales y pastorales, antes que con cambios estructurales.

-¿Cuál es la relación correcta entre la Iglesia y la política?

La relación debe ser al mismo tiempo paralela y convergente. Paralela, porque cada uno tiene su camino y sus diferentes tareas. Convergente, sólo para ayudar al pueblo. Cuando las relaciones convergen antes, sin el pueblo, o sin tomar en consideración al pueblo, comienza ese contubernio con el poder político que acaba pudriendo a la Iglesia: los negocios, los compromisos… Hay que proceder paralelamente, cada uno con el propio método, las propias tareas, la propia vocación. Convergentemente solo en el bien común. La política es noble, es una de las formas más altas de caridad, como decía Pablo VI. La ensuciamos cuando la usamos para los negocios. La relación entre la Iglesia y el poder político también puede corromperse, si no converge sólo en el bien común.

-¿Puedo preguntarle si tendremos mujeres cardenales?

Es una frase que salió de quién sabe dónde. Las mujeres en la Iglesia deben ser valorizadas, no «clericalizadas». Los que piensan en las mujeres cardenales sufren un poco de clericalismo.

-¿Cómo procede el trabajo de limpieza en el IOR?

Las comisiones referentes están trabajando bien. Moneyval nos dió un informe bueno, vamos por el buen camino. Sobre el futuro del IOR, veremos. Por ejemplo, el «banco central» del Vaticano sería la Apsa. El IOR fue creado para ayudar a las obras de religión, a las misiones, a las Iglesias pobres. Luego se convirtió en lo que es ahora.

-¿Hace un año se habría imaginado que la Navidad de 2013 la habría celebrado en San Pedro?

Claro que no.

-¿Se esperaba que lo eligieran?

No, no me lo esperaba. No perdí la paz mientras aumentaban los votos. Permanecí tranquilo. Y esa paz todavía me acompaña, la considero un don del Señor. Al terminar el último escrutinio, me llevaron al centro de la Sixtina y me preguntaron si aceptaba. Respondí que sí, dije que me habría llamado Francisco. Sólo entonces me alejé. Me llevaron a la habitación contigua para cambiarme. Después, poco antes de asomarme, me arrodillé para rezar durante algunos minutos en compañía de los cardenales Vallini y Hummes en la capilla Paulina.


(La Stampa/Vatican Insider/Infocatólica)


sábado, 14 de diciembre de 2013

La dignidad del hombre viene de Dios

VATICANO, 08 Dic. 13 / 02:50 pm



Al recibir el 7 de diciembre a una delegación del Instituto Dignitatis Humanae, el Papa Francisco reflexionó sobre la dignidad humana, y aseguró que esta no puede ser suprimida y no está al alcance de cualquier poder o ideología.

El Santo Padre recordó que “el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios”, por lo que tiene “una dignidad originaria … que no se puede suprimir, indisponible a cualquier poder o ideología”.

Francisco remarcó además que es lamentable que “en nuestra época, rica de tantas conquistas y esperanzas, no faltan poderes y fuerzas que terminan por producir una cultura del descarte, que tiende a convertirse en mentalidad común”.

Las víctimas de esa cultura son precisamente los seres humanos más débiles y frágiles – los niños por nacer, los más pobres, los viejos enfermos, los inválidos graves… –, que corren el riesgo de ser ‘descartados’, expulsados por un engranaje que debe ser eficiente a todo precio”.

El Papa advirtió que “este falso modelo de hombre y de sociedad actúa un ateísmo práctico negando de hecho la Palabra de Dios que dice: ‘hagamos el hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza’”.

En cambio, dijo, si dejamos que la Palabra de Dios “ponga en discusión nuestras formas de pensar y de actuar, los criterios, las prioridades y las elecciones, entonces las cosas pueden cambiar”.

“La fuerza de esta Palabra pone límites a quien quiera volverse hegemónico prevaricando los derechos y la dignidad de los otros. Al mismo tiempo, dona esperanza y consolación a quien no es capaz de defenderse, a quien no dispone de medios intelectuales y prácticos para afirmar el valor del propio sufrimiento, de los propios derechos, de la propia vida”.

El Santo Padre indicó que en la Doctrina Social de la Iglesia “hay un fruto particularmente significativo del largo camino del Pueblo de Dios en la historia moderna y contemporánea: la defensa de la libertad religiosa, de la vida en todas sus fases, del derecho al trabajo y al trabajo decente, de la familia, de la educación”.

“Son bienvenidas”, aseguró, todas aquellas iniciativas que “pretenden ayudar a las personas, a las comunidades y a las instituciones a redescubrir la portada ética y social del principio de la dignidad humana, raíz de libertad y de justicia”.

“Con tal fin es necesaria una obra de sensibilización y de formación, para que los fieles laicos, en cualquier condición, y especialmente aquellos que se comprometen en el campo político, sepan pensar según el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia y actuar coherentemente, dialogando y colaborando con cuantos, con sinceridad y honestidad intelectual, comparten, sino la fe, al menos una visión similar de hombre y de sociedad y sus consecuencias éticas”.

Francisco aseguró que “no son pocos los no cristianos y los no creyentes convencidos que la persona humana deba ser siempre un fin y jamás un medio”.

(ACI/EWTN Noticias)

viernes, 6 de diciembre de 2013

La Navidad es un encuentro con Jesús

VATICANO, 02 Dic. 13 / 03:42 pm

 http://seudexativa.org/seudexativa/Patrimonio_Artistico/Obras%20de%20arte%20restauradas/imagenes%20Web%20obras%20de%20arte%20restauradas/La%20%20Natividad%20del%20Senor%202.jpg

Prepararse para la Navidad con la oración, la caridad y la alabanza: con un corazón abierto a dejarse encontrar por el Señor que todo renueva: es la invitación hecha por el Papa Francisco en la Misa presidida en la Casa de Santa Marta en este primer lunes del Tiempo de Adviento.

Comentando el pasaje del Evangelio del día en el que el centurión romano pide con gran fe a Jesús la curación del siervo, el Santo Padre recordó que en estos días "comenzamos un camino nuevo", un "camino de Iglesia… hacia la Navidad". Vamos al encuentro del Señor, "porque la Navidad -puntualizó- no es sólo una conmemoración temporal o un recuerdo de una cosa bella":
"La Navidad es algo más: nosotros vamos por este camino para encontrar al Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón, con la vida; encontrarlo viviente, como es Él; encontrarlo con fe. Y no es fácil vivir con la fe. El Señor, en la palabra que hemos escuchado, se maravilló de este centurión: se maravilló de la fe que él tenía. Había emprendido un camino para encontrar al Señor, pero lo había hecho con fe. Por esto no solamente él ha encontrado al Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que queremos: ¡el encuentro de la fe!".

Y más que ser nosotros los que encontramos al Señor, dijo, es importante "dejarse encontrar por Él". "Cuando solamente somos nosotros los que encontramos al Señor, somos nosotros –entre comillas, digámoslo– los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él que entra dentro de nosotros, es Él que renueva todo, porque ésta es la venida, aquello que significa cuando viene Cristo: renovar todo, renovar el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. ¡Nosotros estamos en camino con fe, con la fe de este centurión (*), para encontrar al Señor y principalmente para dejarnos encontrar por Él!".

 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXsU1kzfNBtdZw91CRb65NHQaamgQVeFLidyPHDP4nZIxZd4Ad3vIqg77mEzVNqMt2N6Jno6MjkyqoIS0ZbpsM_uZUHjH6bcDoaX5YV6VkGCD2AN-YCNLjAj9D8UzI9Eszd7OlVClGrNfA/s1600/centurion.jpg

El Papa dijo que para esto es necesario un "¡Corazón abierto, para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiera decirme, que no siempre es aquello que yo quiero que me diga! Él es el Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como a una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno en la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es amor concreto! De persona a persona: El Señor, persona, me mira a mí, persona. Dejarse encontrar por el Señor es justamente esto: ¡dejarse amar por el Señor!".

En este camino hacia la Navidad, concluyó, nos ayudan algunas actitudes: "la perseverancia en la oración, rezar más; laboriosidad en la caridad fraterna, acercarse más a aquellos que tienen necesidad; y la alegría en la alabanza del Señor". Por lo tanto: "la oración, la caridad y la alabanza", con el corazón abierto "para que el Señor nos encuentre".

  (ACI)


(*) Mateo 8, 5-13:

Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó
diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.»
Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»
Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.»
Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he
encontrado en nadie una fe tan grande.
Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac
y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído.» Y en aquella hora sanó el
criado.

martes, 3 de diciembre de 2013

El Papa sobre como debe ser la homilía

VATICANO, 27 Nov. 13 / 07:01 am.

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En la primera exhortación apostólica de su pontificado titulada “Evangelii Gaudium, el Papa Francisco resaltó que “la homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración”.
Por la importancia del tema, el Santo Padre dedica una sección de este documento a explicar cómo debe ser la homilía: “es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase”.

En el número 138, el Papa afirma que “el predicador puede ser capaz de mantener el interés de la gente durante una hora, pero así su palabra se vuelve más importante que la celebración de la fe. Si la homilía se prolongara demasiado, afectaría dos características de la celebración litúrgica: la armonía entre sus partes y el ritmo”.

“Cuando la predicación se realiza dentro del contexto de la liturgia, se incorpora como parte de la ofrenda que se entrega al Padre y como mediación de la gracia que Cristo derrama en la celebración. Este mismo contexto exige que la predicación oriente a la asamblea, y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida. Esto reclama que la palabra del predicador no ocupe un lugar excesivo, de manera que el Señor brille más que el ministro”.

El Papa Francisco asegura además que “la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo. De hecho, sabemos que los fieles le dan mucha importancia; y ellos, como los mismos ministros ordenados, muchas veces sufren, unos al escuchar y otros al predicar. Es triste que así sea. La homilía puede ser realmente una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento”.

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Tras poner como ejemplo de la predicación a San Pablo, el Papa señala que “la proclamación litúrgica de la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza”.

“Hay una valoración especial de la homilía que proviene de su contexto eucarístico, que supera a toda catequesis por ser el momento más alto del diálogo entre Dios y su pueblo, antes de la comunión sacramental. La homilía es un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo”.
El que predica, prosigue, “debe reconocer el corazón de su comunidad para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios, y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto”.

El Papa alerta luego que “la predicación puramente moralista o adoctrinadora, y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que se da en la homilía y que tiene que tener un carácter cuasi sacramental: ‘La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo’”.

“En la homilía, la verdad va de la mano de la belleza y del bien. No se trata de verdades abstractas o de fríos silogismos, porque se comunica también la belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien. La memoria del pueblo fiel, como la de María, debe quedar rebosante de las maravillas de Dios. Su corazón, esperanzado en la práctica alegre y posible del amor que se le comunicó, siente que toda palabra en la Escritura es primero don antes que exigencia”.
Para el Santo Padre, “hablar de corazón implica tenerlo no sólo ardiente, sino iluminado por la integridad de la Revelación y por el camino que esa Palabra ha recorrido en el corazón de la Iglesia y de nuestro pueblo fiel a lo largo de su historia”.

La identidad cristiana, precisa, “que es ese abrazo bautismal que nos dio de pequeños el Padre, nos hace anhelar, como hijos pródigos –y predilectos en María–, el otro abrazo, el del Padre misericordioso que nos espera en la gloria. Hacer que nuestro pueblo se sienta como en medio de estos dos abrazos es la dura pero hermosa tarea del que predica el Evangelio”.

(ACI)


-Texto completo en PDF: "Evangelii Gaudium"


lunes, 25 de noviembre de 2013

Misericordina / En el templo se adora al Señor

VATICANO, 18 Nov. 13 / 09:03 am

http://www.aleteia.org/image/es/article/misericordina-la-medicina-del-papa-para-el-ano-de-la-fe-15534002/misericordina_es/topic

En sus palabras posteriores al rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recomendó a los fieles tomar un “medicamento” espiritual, la “Misericordina”, para mantener los frutos del Año de la Fe que culmina el próximo 24 de noviembre.

Bromeando, el Santo Padre dijo “¿Cómo?, pensarán, ¿es que el Papa se ha hecho farmacéutico? No, se trata de una medicina espiritual para mantener los frutos del Año de la Fe que ahora termina”.

"Son 59 pastillas que ofrecen el amor, el perdón y la fraternidad”.

"¡No se olviden de tomarla!”, dijo, indicando que el “medicamento espiritual” sería repartido a los fieles en la Plaza de San Pedro.

Al interior de la caja de Misericordina se encuentra un Rosario, una imagen de la Divina Misericordia y un folleto explicando la posología, cómo se administra este medicamento.

Tómenla, hace bien al corazón, al alma y a toda la vida", dijo el Papa.

(ACI/EWTN Noticias)


VATICANO, 22 Nov. 13 / 11:24 am.
 


El Templo es la casa donde un pueblo custodia su alma ante Dios. El cuerpo de cada persona también es un templo en donde el Señor habla y el corazón escucha. En la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó sobre estas dos dimensiones.
El Papa meditó en el pasaje del Antiguo Testamento, en el que Judas Macabeo vuelve a consagrar el Templo destruido por las guerras: "el Templo como un punto de referencia de la comunidad, un lugar de referencia del pueblo de Dios", a donde se va por muchas razones, una de las cuales supera todas las demás.

"El Templo es el lugar a donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a dar gracias, pero sobre todo a adorar: en el Templo se adora al Señor. Y este es el punto más importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas: en esta ceremonia litúrgica, ¿qué es más importante? ¿Los cantos, los ritos bellos, todo? La adoración es más importante: toda la comunidad reunida mira el altar donde se celebra el sacrificio y se adora".

"Pero, yo creo –lo digo humildemente– que quizás nosotros cristianos hemos perdido un poco el sentido de la adoración, y pensamos: vamos al Templo, nos reunimos como hermanos – ¡eso es bueno, es bello! – pero el centro está allí donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios".
De esta afirmación brota la pregunta, directa: "nuestros templos ¿son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración?".
Jesús, recordó Francisco, citando el Evangelio de hoy, echa a los vendedores que habían ocupado el Templo como un lugar de tráficos (compra/ventas) en lugar que de adoración. Pero hay otro "Templo" y otra sacralidad que considerar en la vida de fe.

El Santo Padre afirmó que "San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo. Yo soy un templo. El Espíritu de Dios está conmigo. Y también nos dice: ‘¡No entristezcan el Espíritu del Señor que está dentro de ustedes!’. Y también aquí, tal vez no podemos hablar como antes de la adoración, sino de una suerte de adoración que es el corazón que busca el Espíritu del Señor dentro de sí y sabe que Dios está dentro de sí, que el Espíritu Santo está dentro de sí. Lo escucha y lo sigue".

Ciertamente, seguir a Dios presupone una continua purificación, "porque somos pecadores", repitió el Papa, insistiendo: "purificarse con la oración, con la penitencia, con el Sacramento de la reconciliación, con la Eucaristía". Y así, "en estos dos templos –el templo material, el lugar de adoración, y el templo espiritual dentro de mí, donde habita el Espíritu Santo– en estos dos templos nuestra actitud debe ser la piedad que adora y escucha, que reza y pide perdón, que alaba al Señor".

"Y cuando se habla de la alegría del Templo, se habla de esto: toda la comunidad en adoración, en oración, en acción de gracias, en alabanza. Yo en oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy ‘templo’. Yo en escucha, yo en disponibilidad. Que el Señor nos conceda este verdadero sentido del Templo, para poder ir adelante en nuestra vida de adoración y de escucha de la Palabra de Dios".

 (ACI/EWTN Noticias)
 

viernes, 15 de noviembre de 2013

El amor de Dios es eterno / La dignidad del trabajo

VATICANO, 10 Nov. 13 / 10:31 am.

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El Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio en el que Jesús encara a los saduceos que negaban la resurrección, y aseguró que el amor de Dios es eterno, y espera a cada uno de nosotros.

En sus palabras previas al rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre recordó que los saduceos, para poner a Jesús “en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos” utilizan “un caso imaginario: ‘una mujer ha tenido siete maridos, muertos uno después del otro’, y preguntan a Jesús: ‘¿De quién será esposa aquella mujer después de su muerte?’”.

El Papa señaló que “Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo”.

Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús”.

Pero luego, dijo Francisco, “Jesús, por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro!”.

“Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que Él se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte”.

Y nosotros, dijo el Papa, “podemos también decir de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es el Dios de cada uno de cada uno de nosotros! Como si Él llevase nuestro nombre”.

“A Él le gusta decirlo y ésta es la alianza. He aquí el por qué Jesús afirma: ‘Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él’. Y éste es el lazo decisivo, la alianza fundamental con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte”.

El Santo Padre subrayó que “en Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia”.

“Por lo tanto, aquello que acontecerá es precisamente lo contrario de cuanto se esperaban los saduceos. ¡No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, aquella que nos espera, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros!”.

El Papa dijo que “si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Eso se ve! Pero eso es solamente si lo observamos con el ojo humano”.

“Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena! Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena y aquella vida plena ¡es la que nos ilumina en nuestro camino!”.

Por lo tanto, indicó Francisco, “la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivos, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre”.

“Como Él dijo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob’, también el Dios con mi nombre. Con tu nombre, con tu nombre, con tu nombre, con nuestro nombre ¡Dios de lo vivos! Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin”.

El Santo Padre señaló sin embargo que “ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección”.

“De hecho, si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: ¡la fidelidad es eterna, no puede cambiar, el amor de Dios es eterno, no puede cambiar! No es por tiempo limitado: ¡es para siempre! ¡Es para ir adelante! Él es fiel para siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna”, concluyó.

(ACI/EWTN Noticias)


08/11/13 6:01 PM.

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El Papa Francisco arremetió contra la «diosa mordida» durante un sermón en el cual fustigó la corrupción de empresarios y políticos, que comparó con la adicción a la droga. Durante su misa matutina, que presidió en la capilla de su residencia vaticana -Santa Marta-, el pontífice inició su reflexión a partir del pasaje bíblico del administrador deshonesto, cuya viveza fue alabada por su patrón.

«Este administrador es el ejemplo de la mundanidad. Algunos de ustedes podrá decir: Pero ¡este hombre hizo aquello que hacen todos! ¡Todos, no!», dijo.
«Algunos administradores de empresas, administradores públicos, algunos administradores del gobierno. Quizás no son tantos, pero es aquella actitud del camino más breve, más cómoda para ganarse la vida», agregó.
Criticó la «costumbre de la mordida», a la cual calificó de mundana y «fuertemente pecadora». Advirtió que se trata de una actitud que no viene de Dios, porque él mandó sólo a llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto.
Según el Papa, ese administrador deshonesto llevaba la comida a su casa pero, en realidad, daba de comer a sus hijos pan sucio.

Pierden su dignidad

«Y sus hijos, quizás educados en colegios costosos, quizás crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su papá, como comida, porquería, porque su papá, llevando pan sucio a la casa, ¡había perdido la dignidad! Esto es un pecado grave», precisó.
Advirtió que primero se comienza en la corrupción con un pequeño sobre, pero después se convierte en una droga y la costumbre de la mordida se vuelve una dependencia.

Astucia cristiana

Sostuvo que si existe una «astucia mundana», existe también una «astucia cristiana» de hacer las cosas, no con el espíritu del mundo sino honestamente.

Por eso pidió a todos rezar por tantos niños y jóvenes que reciben de sus padres el «pan sucio». «(Ellos) también estos están hambrientos, ¡hambrientos de dignidad!», insistió.
Invocó al Señor para que cambie el corazón de estos «devotos de la diosa mordida» y se den cuenta que la dignidad viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de los caminos más fáciles que a final quitan todo.
«Esta pobre gente que ha perdido la dignidad en la práctica de la mordida solamente lleva con sí no el dinero que ha ganado, sino la falta de dignidad», estableció.

(Notimex/InfoCatólica)

viernes, 8 de noviembre de 2013

El amor y la misericordia del Señor

VATICANO, 04 Nov. 13 / 10:53 am.

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En el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco presidió, como es tradicional al comienzo del mes de noviembre marcado por el recuerdo y la oración por los fieles difuntos, la Santa Misa en sufragio por los cardenales y obispos que fallecieron en el curso de este año: nueve purpurados y 136 arzobispos y obispos.

"Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor", evocando estas palabras de San Pablo, el Santo Padre, dijo que sólo el pecado puede interrumpir estos lazos, pero también en este caso Dios busca al hombre para sanarlo.

"Incluso los poderes demoníacos hostiles al hombre, son impotentes ante la íntima unión de amor entre Jesús y los que lo acogen con fe. Esta realidad del amor fiel que Dios tiene para cada uno de nosotros nos ayuda a afrontar con serenidad y fortaleza el camino de todos los días, que a veces es también lento y cansado.

Sólo el pecado del hombre puede interrumpir este vínculo, pero incluso en este caso, Dios siempre buscará al hombre para restaurar con él una unión que perdura también después de la muerte".

El Papa dijo además que esta unión "en el encuentro definitivo con el Padre llega a su culmen. Esta certeza le da a la vida terrena un nuevo y pleno significado y nos abre a la esperanza para la vida más allá de la muerte".

Con el Libro de la Sabiduría, el Papa Francisco destacó que ante la muerte de un ser querido o que conocimos bien, nos preguntamos "¿qué será de su vida, de su trabajo, de su servicio a la Iglesia?", para responder luego: "¡está en las manos de Dios!".

"Estos pastores celosos que han dedicado su vidas al servicio de Dios y de los hermanos, están en las manos de Dios. Todo de ellos está custodiado y no quedará corroído por la muerte. Están en las manos de Dios sus días entretejidos de gozos y sufrimientos, de esperanzas y de fatigas, de fidelidad al Evangelio y de pasión por la salvación espiritual y material del rebaño que se les confió".

El Santo Padre subrayó que "también nuestros pecados, están en las manos de Dios, manos que misericordiosas, manos ‘llagadas’ por el amor. No es una casualidad que Jesús haya querido conservar las llagas en sus manos para hacernos sentir su misericordia. ¡Y esta es nuestra fuerza y nuestra esperanza!".

Esta realidad, llena de esperanza, es la perspectiva de la resurrección final de la vida eterna, a la que están destinados "los justos", aquellos que acogen la Palabra de Dios y son dóciles.

Recordando a los queridos hermanos Cardenales y Obispos difuntos "hombres dedicados a su vocación y a su servicio a la Iglesia", a la que amaron como a una esposa, el Papa Francisco los encomendó a la misericordia divina para sean recibidos donde viven eternamente los justos y los que han sido fieles testigos del Evangelio, alentando a rezar para que el Señor prepare a todos a este encuentro.

(ACI/EWTN Noticias)


VATICANO, 03 Nov. 13 / 10:31 am.

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Ante los miles de fieles congregados en la Plaza San Pedro para el rezo del Ángelus dominical, el Papa Francisco señaló que “no hay profesión o condición social, no hay pecado o crimen de ningún tipo que puede borrar de la memoria y del corazón de Dios a uno solo de sus hijos”.

El Santo Padre aseguró que “Dios recuerda. Siempre. No se olvida de ninguno de los que ha creado. Él es Padre, siempre en espera, vigilante y amorosa, de ver renacer en el corazón del hijo el deseo del regreso a casa”.

“Y cuando reconoce aquel deseo, incluso sencillamente insinuado, y tantas veces casi inconsciente, inmediatamente está a su lado, y con su perdón le vuelve más leve el camino de la conversión y del regreso”.

Francisco reflexionó sobre el Evangelio de Lucas, en el que “nos muestra a Jesús que, en su camino hacia Jerusalén, entra en la ciudad de Jericó. Esta es la última etapa de un viaje que resume en sí el sentido de toda la vida de Jesús, dedicada a buscar y salvar a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.

“Pero cuanto el camino más se acerca a la meta, tanto más en torno a Jesús se va estrechando un círculo de hostilidad”.

Sin embargo, indicó, “en Jericó sucede uno de los acontecimientos más gozosos narrados por san Lucas: la conversión de Zaqueo”.

“Este hombre es una oveja perdida, es despreciado, es un ‘excomulgado’, porque es un publicano, es más, es el jefe de los publicanos de la ciudad, amigo de los odiados ocupantes romanos, es un ladrón, es un explotador. Bella figura, ¡eh! Es así”.

El Santo Padre recordó que “impedido de acercarse a Jesús, probablemente a causa de su mala fama, y siendo bajo de estatura, Zaqueo trepa a un árbol, para poder ver al Maestro que pasa. Pero este gesto exterior, un poco ridículo, expresa el acto interior del hombre que trata de ponerse por encima de la muchedumbre para tener un contacto con Jesús”.

“El mismo Zaqueo desconoce el sentido profundo de su gesto, no sabe por qué hace esto, pero lo hace; ni siquiera osa esperar que pueda ser superada la distancia que lo separa del Señor; se resigna a verlo sólo de paso”.

Cuando Jesús está cerca del árbol, dijo el Papa, “lo llama por su nombre: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa’. Aquel hombre pequeño de estatura, rechazado por todos y distante de Jesús, está como perdido en el anonimato; pero Jesús lo llama, y aquel nombre, Zaqueo, en las lenguas de aquel tiempo, tiene un bello significado lleno de alusiones: En efecto, ‘Zaqueo’ quiere decir ‘Dios recuerda’. Es bello, Dios recuerda”.

“Y Jesús va a la casa de Zaqueo, suscitando las críticas de toda la gente de Jericó. Porque también en aquel tiempo se hablaba tanto, ¡eh! Y la gente decía, ¿pero cómo, con todas las personas buenas que hay en la ciudad, va a estar precisamente con aquel publicano? Sí, porque él estaba perdido; y Jesús dice: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham’”.

El Papa señaló que “desde aquel día, en la casa de Zaqueo, entró la alegría. Entró la paz, entró la salvación, entró Jesús”.

“Pero miremos hoy a Zaqueo sobre el árbol. Ridículo. Pero es un gesto de salvación. Y yo te digo a ti: si tienes un peso en tu conciencia, si tienes vergüenza de tantas cosas que has hecho, detente un poco. No te asustes. Piensa que hay uno que te espera. Porque jamás ha dejado de acordarse de ti, de pensarte. Y éste es tu Padre, es Dios, es Jesús que te espera”.

El Papa exhortó “¡trépate, como hizo Zaqueo, súbete al árbol por las ganas de ser perdonado! Yo te aseguro que no serás decepcionado. ¡Jesús es misericordioso y jamás se cansa de perdonar! Acuérdense bien de esto, así es Jesús”.

“Hermanos y hermanas, ¡dejemos también nosotros que Jesús nos llame por nuestro nombre! En lo profundo del corazón, escuchemos su voz que nos dice: ‘Hoy debo detenerme en tu casa’. Yo quiero detenerme en tu casa, en tu corazón, es decir en tu vida. Y recibámoslo con alegría”.

El Señor, aseguró el Santo Padre, “puede cambiarnos, puede transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne, puede liberarnos del egoísmo y hacer de nuestra vida un don de amor. Jesús puede hacerlo. ¡Deja que Jesús te mire!”.

(ACI/EWTN Noticias)


Lectura del Evangelio del Domingo 3-11-2013

Lucas 19, 1-10:

Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»
Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» 
Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

viernes, 1 de noviembre de 2013

El Matrimonio y la Familia

VATICANO, 25 Oct. 13 / 10:29 am.

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Al recibir esta mañana a los participantes de la 21º Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, el Papa Francisco explicó que la familia se funda en el matrimonio para siempre y es el ámbito natural de la vida humana en donde las personas aprenden a amar.

En su discurso, el Santo Padre dijo que “la familia se funda en el matrimonio. A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos atestiguan que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base en la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su entrega recíproca. El amor conyugal y familiar también revela claramente la vocación de la persona de amar de forma única y para siempre y de que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja, como de la misma familia, representan pasajes para crecer en el bien en la verdad y la belleza”.

Todo esto, dijo el Papa, “es una experiencia de fe en Dios y de confianza recíproca, de libertad profunda, de santidad, porque la santidad presupone entregarse con fidelidad y sacrificio todos los días de la vida”.

”La familia es una comunidad de vida que tiene una consistencia autónoma...No es la suma de las personas que la constituyen, sino una comunidad de personas”, indicó Francisco, citando las palabras del Beato Juan Pablo II en la exhortación apostólica “Familiaris consortio”- al recibir esta mañana a los participantes en la XXI asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, en curso estos días en Roma.

La familia, ha proseguido el Pontífice, es “el lugar donde se aprende a amar; el centro natural de la vida humana...Cada uno de nosotros construye su personalidad en la familia... allí se aprende el arte del diálogo y de la comunicación interpersonal”. Por eso “la comunidad-familia debe reconocerse como tal, todavía más en el día de hoy, cuando predomina la tutela de los derechos individuales”.

El Santo Padre ha subrayado, a continuación, dos fases de la vida familiar: la infancia y la vejez, recordando que “ los niños y los ancianos son los dos polos de la vida y también los más vulnerables y, a menudo, los más olvidados. Una sociedad que abandona a los niños y margina a los ancianos arranca sus raíces y ensombrece su futuro”.

“Cada vez que se abandona a un niño y se deja de lado a un anciano, no sólo se comete una injusticia, sino que se sanciona el fracaso de esa sociedad. Prestar atención a los pequeños y a los ancianos denota civilización”.

En ese sentido el Papa ha reconocido que se alegra de que el Pontificio Consejo haya acuñado una imagen nueva de la familia que representa la escena de la Presentación de Jesús en el templo, con María y José que llevan al Niño, para cumplir la Ley, y los dos ancianos, Simeón y Ana que, movidos por el Espíritu Santo, lo acogen como el Salvador y cuyo lema es: “De generación en generación se extiende su misericordia”.

La 'buena nueva' de la familia es una parte muy importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos con el testimonio de sus vidas: ya lo hacen, es evidente en las sociedades secularizadas”.

Propongamos por tanto a todos, con respeto y valentía, la belleza del matrimonio y de la familia iluminados por el Evangelio. Y por eso nos acercamos con atención y afecto a las familias que atraviesan por dificultades, a las que se ven obligadas a dejar su tierra, que están divididas, que no tienen casa ni trabajo, o que sufren por tantos motivos; a los cónyuges en crisis y a los que están separados. Queremos estar cerca de todos”.

(ACI/EWTN Noticias)


27/10/13 12:04 PM.

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Ataviado con capa pluvial verde y ante miles de personas que nuevamente llenaban la plaza de San Pedro, el Papa Francisco centró su alocución en la familia que ora. «Quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? La oración es algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo», dijo. Sí, es verdad, pero es «también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios», añadió.

El Papa afirmó que para rezar se requiere «sencillez». «Rezar juntos el Padrenuestro, alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar el uno para el otro», aseveró.

Luego abordó otro aspecto: la familia que conserva la fe. «¿De qué manera conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás?», se preguntó. Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia «a la carrera», están muy ocupadas; «pero ¿han pensado alguna vez que esta carrera puede ser también la carrera de la fe?», dijo. «Las familias cristianas son familias misioneras, en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal y la levadura de la fe».

Un último aspecto -refirió- lo encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren», recordó. «Todo este Salmo -explicó- es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: Alegraos siempre! el Señor está cerca».

El Papa señaló que «la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente en el camino de la vida». Y en la base de este sentimiento de alegría profunda «está la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias». Para el papa, si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario -subrayó-, «la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para la sociedad».

Encuentro con las familias del sábado

Durante la fiesta hubo reflexiones, música, narración de cuentos a los niños y testimonios, hasta que el papa Francisco hizo su aparición a las 17:30 hora local  con un globo naranja en la mano y agarrando a varios niños que portaban globos de diferentes colores. Ya en el estrado, el pontífice preguntó a los presentes si sabían hacer el signo de la cruz y, al asentir, les dijo: «Pues vamos a hacerlo juntos».

Después de la canción «We are the world» («Somos el mundo») interpretada en inglés por un coro de niños, todos los globos fueron soltados y pintaron el cielo de colores. Sentado en la butaca del estrado, el papa siguió los testimonios y canciones con atención, mientras las escaleras se llenaban de niños a los pies del pontífice. Después de escuchar a ancianos, familias con y sin dificultades, jóvenes en paro y emigrantes llegados de África, el papa se dirigió a los presentes y habló de la familia y del matrimonio.

Aludió al divorcio, al considerar que «no hay que hacer caso a esta cultura de lo provisional que rompe la vida en pedazos». «Los esposos cristianos no son ingenuos, pero no tienen miedo de responder ante Dios y ante la sociedad», destacó.

Explicó que el matrimonio es un «largo viaje que deben hacer juntos, que dura toda la vida y necesita la ayuda de Jesús».

Para el papa, hay tres palabras fundamentales para la convivencia en familia -permiso, gracias y excusas- y pidió: «Que nunca terminemos la jornada sin hacer las paces». Dar las gracias todos los días al otro es bello, aseguró, a la vez que resaltó la importancia de pedir excusas «cuando alguno se ofende en familia».

También se refirió a los abuelos, de los que dijo que son «la sabiduría de un pueblo y un pueblo que no escucha a sus ancianos es un pueblo que muere». El Consejo Pontificio de las Familias, que organizó el acto, señaló que entre los miles de personas presentes se encontraban numerosos niños y ancianos, «para destacar la sucesión generacional que tiene lugar en la familia».

Durante la tarde se celebró el concurso «Talentos de Familia» en el que se presentaron diecinueve canciones, de las cuales tres fueron seleccionadas y que escucharon durante la fiesta de la familias, la primera de ellas interpretada por un joven italiano, la segunda por un peruano y la tercera por un congolés.

Otro de los actos organizados por el Consejo Pontificio fue el concurso «Presenta tu familia al papa Francisco», para el que han sido enviados más de 4.000 dibujos elaborados por niños de todo el mundo. A las 19:30 hora local, el pontífice saludó a los participantes y ya de noche subió al «papa-móvil» para moverse entre los asistentes, que lo abrazaban y besaban.

(EFE/InfoCatólica)

domingo, 27 de octubre de 2013

La Virgen de Fátima / La Apostolicidad de la Iglesia

VATICANO, 14 Oct. 13 / 11:07 am.

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Ante unas cien mil personas presentes ayer domingo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco consagró el mundo al Inmaculado Corazón de la Virgen María. Esta es la oración de consagración que rezó el Santo Padre ante la imagen original de la Virgen de Fátima que fue llevada a Roma desde su santuario en Portugal:

Bienaventurada María, Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia materna
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia sobre la humanidad afligida por el mal
y herida por el pecado, para sanarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de madre
el acto por el nos ponemos hoy bajo tu protección
con confianza, ante esta tu imagen
tan querida por todos nosotros.
Estamos seguros que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos
y que nada te es ajeno de todo lo que habita en nuestros corazones.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la caricia consoladora de tu sonrisa.
Protege nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección hacia los pequeños y los pobres,
hacia los excluidos y los que sufren, por los pecadores
y por los que tienen el corazón perdido:
reúne a todos bajo tu protección y a todos entrégales
a tu Hijo dilecto, el Señor Nuestro, Jesús.
Amén.

(ACI)


VATICANO, 16 Oct. 13 / 10:09 am.

 
En su catequesis de esta mañana ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que la Iglesia es Apostólica porque está fundada sobre los Apóstoles y como tal, debe rezar y anunciar el Evangelio. El Santo Padre explicó también que una Iglesia que se encierra en sí misma, en su pasado y en las pequeñas normas rutinarias "traiciona su identidad".

El Santo Padre dijo que "la Iglesia hunde sus raíces en las enseñanzas de los Apóstoles, verdaderos testigos de Cristo, pero mira al futuro, tiene la firme conciencia de ser enviada por Cristo, de ser misionera, llevando el nombre de Jesús con la oración, el anuncio, el testimonio. Una Iglesia que se encierra en sí misma, en el pasado, una Iglesia que mira sólo las pequeñas reglas rutinarias traiciona su identidad".

Durante la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro ha afirmado que "profesar que la Iglesia es apostólica significa subrayar el vínculo constitutivo que tiene con los apóstoles, con aquel pequeño grupo de doce hombres que Jesús llamó un día por su nombre, para que permaneciesen con él y para enviarlos a predicar. ‘Apóstol’ es una palabra griega que significa ‘mandado’, ‘enviado’".

"Los apóstoles fueron escogidos, llamados y enviados por Jesús para continuar su obra, es decir rezar, que es la primera tarea de un apóstol y segunda anunciar el Evangelio", ha subrayado el Pontífice, recordando que en los primeros años de la Iglesia, para que los apóstoles pudieran tener también tiempo para rezar, se instituyeron los diáconos que les ayudaban en la misión evangelizadora.
"Cuando pensamos en los sucesores de los apóstoles, los obispos, incluido el Papa, porque él también es obispo, tenemos que preguntarnos si este sucesor de los apóstoles, en primer lugar reza y después anuncia el Evangelio. Esto es ser apóstol y por eso la Iglesia es apostólica".

La Iglesia es apostólica "porque está edificada sobre la predicación y la oración de los Apóstoles, en la autoridad que les dio Cristo mismo", dijo el Papa citando a San Pablo que ,en la carta a los cristianos de Éfeso, los compara con "piedras vivas que forman un edificio que es la Iglesia, y este edificio está fundado sobre los Apóstoles, como columnas y la piedra que sostiene todo es Jesús mismo".

"Sin Jesús no puede haber Iglesia, es la base, el fundamento. Los apóstoles vivieron con Jesús, escucharon sus palabras, compartieron su vida y sobre todo, fueron testigos de su muerte y resurrección. Nuestra fe, la Iglesia que Cristo quiso, no está fundada en una idea, en una filosofía, sino en Cristo mismo. Y la Iglesia es como una planta que ha crecido a lo largo de los siglos... y ha dado frutos, pero sus raíces están firmemente plantadas en Él y la experiencia fundamental de Cristo que han tenido los Apóstoles, elegidos y enviados por Jesús,llega hasta nosotros".

Pero, se ha preguntado Francisco: "¿Cómo puede llegar a nosotros lo que vivieron los Apóstoles con Jesús y lo que escucharon de Él?". Y ha dado la respuesta del Catecismo que afirma que la Iglesia es apostólica porque "guarda y transmite con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles", es decir "conserva a través de los siglos, el precioso tesoro de la Sagrada Escritura, de la doctrina, de los sacramentos, del ministerio de los pastores, que nos permiten ser fieles a Cristo y participar de su misma vida".
"Es como un río que fluye en la historia...pero el agua que corre es siempre la que brota del manantial, de Cristo. El es el Resucitado, el Viviente y sus palabras no pasan, porque Él no pasa. Está aquí, entre nosotros".

Dirigiéndose a los miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre cuestionó: "¿hemos pensado alguna vez en cómo la Iglesia a lo largo de estos siglos -a pesar de las dificultades, los problemas, las debilidades, nuestros pecados- nos transmite el mensaje auténtico de Cristo? ¿Nos da la confianza de que lo que creemos es realmente lo que Cristo nos dijo?".

Por último, la Iglesia es apostólica porque "está enviada a llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la misma misión que Jesús confió a los apóstoles: ‘Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones... Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’. Insisto en este aspecto del carácter misionero, porque Cristo invita a todos a ‘salir’ al encuentro de los demás, ¡nos envía, nos piden que salgamos a llevar la alegría del Evangelio!".

(ACI/EWTN Noticias)


"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." (Mt 24, 35; Mc 13, 31; Lc 21, 33)

"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
" (Mt 28, 19-20)