jueves, 17 de octubre de 2013

La señal de Jonás - Seguir al Señor

VATICANO, 14 Oct. 13 / 11:47 am.

"¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide y no se le dará otra señal que la señal de Jonás.»
Y dejándolos, se fue.
" (Mt 16, 4)

"Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide
una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación.
" (Lc 11, 29-30)

"Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás." (Lc 11, 32)

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En la Misa que presidió esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta en donde reside, el Papa Francisco alentó a los cristianos a no buscar una santidad "de lavandería", que sea "toda bonita, impecable" pero que no tenga el celo de predicar al Señor ni el amor misericordioso por los demás.

Reflexionando sobre la historia de Jonás, el Papa dijo que en el Evangelio Jesús habla de una "generación perversa". Su palabra es muy fuerte. Pero, advirtió, no se refería a la gente "que lo seguía con tanto amor", sino a los "doctores de la ley" que "trataban de ponerlo a la prueba para hacerlo caer en la trampa".

Estas personas, de hecho, "le pedían señales" y Jesús responde que sólo se les dará "la señal de Jonás". Existe, sin embargo, advirtió el Papa Francisco, el "síndrome de Jonás". El Señor le pidió que fuera a Nínive, y él huyó a España. Jonás, dijo, "tenía las cosas claras": "la doctrina es ésta", "se debe hacer esto" y que los pecadores "se las arreglen ellos, yo me voy". A aquellos que "viven según este síndrome de Jonás", añadió el Pontífice, Jesús "llama hipócritas, porque no quieren la salvación" de la "gente pobre", de los "ignorantes" y de "pecadores".

"El ‘síndrome de Jonás’ no tiene celo por la conversión de la gente, busca una santidad -me permito la palabra- una santidad de ‘lavandería’, toda bonita, impecable, pero sin ese celo de ir a predicar el Señor. Frente a esta generación enferma del ‘síndrome de Jonás’ el Señor promete la señal de Jonás. La otra versión, la de Mateo, dice que Jonás estuvo dentro de la ballena por tres días y tres noches, referencia a Jesús en el sepulcro –a su muerte y resurrección– y aquella es la señal que Jesús promete contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos".

Hay una parábola en el Evangelio, agregó el Pontífice, que retrata muy bien este aspecto: la del fariseo y el publicano que oraban en el templo. El fariseo, "tan seguro de sí mismo", daba gracias a Dios ante el altar por no ser como el publicano que en cambio sólo pedía la misericordia del Señor, reconociéndose pecador.

He aquí que "la señal que Jesús promete para su perdón, a través de su muerte y su resurrección", dijo el Papa, "es su misericordia": "Misericordia quiero y no sacrificios".

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"La señal de Jonás, la verdadera, es aquella que nos da la confianza de ser salvados por la sangre de Cristo. ¿Cuántos cristianos, cuántos hay, que piensan que serán salvados sólo por lo que hacen, por sus obras? Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a aquel amor misericordioso que nos salva. Pero sólo las obras, sin ese amor misericordioso, no sirven. En cambio, el 'síndrome de Jonás’ tiene confianza sólo en su justicia personal, en sus obras".

Jesús habla entonces de "generación malvada" y "a la pagana, la reina de Saba, casi la nombra juez: se levantará contra los hombres de esta generación". Y esto, señaló, "porque era una mujer inquieta, una mujer que buscaba la sabiduría de Dios":
"He aquí que, el 'Síndrome de Jonás' nos lleva a la hipocresía, a aquella autosuficiencia, a ser cristianos limpios, perfectos, ‘porque hacemos estas obras: cumplimos los mandamientos, todo’. Es una gran enfermedad. Es la señal de Jonás, de la misericordia de Dios en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación".

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El Papa destacó luego que "en la primera lectura hay dos palabras que se conectan con esto. Pablo dice de sí mismo que es un apóstol, no porque ha estudiado, no: Apóstol por llamado. Y a los cristianos les dice 'Están llamados por Jesucristo’. La señal de Jonás nos llama: seguir al Señor, pecadores, somos todos, con humildad, con docilidad. Hay una llamada, también una opción".
"Aprovechemos esta liturgia de hoy –pidió el Papa– para preguntarnos y tomar una decisión: ¿qué prefiero? ¿El síndrome de Jonás o la señal de Jonás?".

 (ACI/EWTN Noticias)


Parábola del Fariseo y el Publicano: (Lc 18, 10-14)

«Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.” En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!". Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»


Resumen de la historia de Jonás:

"La palabra de Yahveh fue dirigida a Jonás, hijo de Amittay, en estos términos: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella que su maldad ha subido hasta mí.» Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de Yahveh [...]" (Jon 1, 1-3)

"Por segunda vez fue dirigida la palabra de Yahveh a Jonás en estos términos: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad y proclama el mensaje que yo te diga.» Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra de Yahveh. [...]" (Jon 3, 1-3)

"Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal desde el mayor al
menor. La palabra llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó su manto, se cubrió de sayal y se sentó en la ceniza.
[...]
Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su mala conducta, y se arrepintió Dios del mal
que había determinado hacerles, y no lo hizo.
" (Jon 3, 5-6.10)



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