sábado, 24 de enero de 2015

El Papa Francisco habla sobre el consentimiento matrimonial y la mentalidad mundana

23/01/15 9:30 PM.

http://36.media.tumblr.com/86e2e25ca3e453c42ba71ac9d9180573/tumblr_nimxo3Vjg31rf9hn3o1_1280.jpg

El Papa Francisco recibió hoy en audiencia al decano, a los prelados auditores, oficiales y colaboradores del Tribunal de la Rota Romana, con motivo de la inauguración del año judiciario. En su discurso, el Santo Padre se centró en el contexto humano y cultural en el que se forma la intención matrimonial. Destacó que la crisis de los valores en la sociedad no es un fenómeno reciente y para ello recordó que hace cuarenta años Pablo VI ya estigmatizaba las enfermedades del hombre moderno.

El Santo Padre indicó que el Beato Pablo VI señalaba que dichas enfermedades hacían que el hombre quedara «a veces vulnerado por un relativismo sistemático, que lo inclina ante las elecciones más fáciles de la situación, de la demagogia, la moda, la pasión, el hedonismo, el egoísmo, de modo que exteriormente intenta desafiar la ley, pero interiormente, casi sin darse cuenta, sustituye el imperio de la conciencia moral por el capricho de la conciencia psicológica».

"Crisis de fe":

El Papa puso de relieve el cometido del juez llamado a realizar un análisis judicial cuando existen dudas sobre la validez del matrimonio «para determinar -dijo- si hay un defecto de origen del consentimiento, ya sea directamente por falta de buena intención, o por un grave déficit en la comprensión del matrimonio mismo que determine la voluntad. La crisis del matrimonio, de hecho -continuó-, es realmente la crisis del saber iluminado por la fe, es decir, por el apego a Dios y a su designio de amor realizada en Jesucristo».

«La experiencia pastoral nos enseña que ahora hay un gran número de fieles en una situación irregular, cuya historia ha sido fuertemente influenciada por la generalizada mentalidad mundana. De hecho, hay una especie de mundanidad espiritual, que se esconde detrás de las apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia y que conduce a perseguir, en lugar de la gloria del Señor, el bienestar personal. Uno de los frutos de esta actitud es una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de argumentos y conocimientos que se cree que pueden consolar e iluminar, pero donde el sujeto continúa encerrado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos... Por esto el juez, a la hora de reflexionar sobre la validez del consentimiento, debe tener en cuenta el contexto de los valores y la fe».

Francisco les exhortó a un mayor compromiso y pasión en su ministerio «que sirva para salvaguardar la unidad de la jurisprudencia en la Iglesia, como trabajo pastoral por el bien de muchas parejas, y muchos hijos, a menudo víctimas de estos eventos. También aquí, necesitamos una conversión pastoral de las estructuras eclesiásticas para proporcionar el «opus iustitiae» a todos los que acuden a la Iglesia para que esta arroje luz sobre su situación conyugal. Esta es vuestra difícil misión: No encerrar la salvación de las personas dentro de las constricciones del legalismo».

En este ámbito, el Papa insistió antes de concluir en la presencia necesaria de personas competentes en cada tribunal eclesiástico para proporcionar asistencia y asesoramiento sobre la posibilidad de introducir una causa de nulidad matrimonial. «Esperando que en todos los tribunales estén presentes estas figuras para favorecer el acceso efectivo de todos los fieles a la justicia de la Iglesia, me gustaría señalar -finalizó- el número significativo de casos en la Rota Romana de asistencia gratuita, en favor de las partes que, por malas condiciones económicas, no son capaces de obtener un abogado».

(VIS/InfoCatólica)

---

Catecismo de la Iglesia Católica: 

III. El consentimiento matrimonial

1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir:
— no obrar por coacción;
— no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.

1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio". Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo. Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.

1629 Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio, la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente anterior.

1630 El sacerdote ( o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el Matrimonio es una realidad eclesial.

1631 Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio. Varias razones concurren para explicar esta determinación:
— El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
— El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
— Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
— El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.

1632 Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:
El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.
El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios" es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia, y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:
«Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo, al matrimonio» (Gaudium et Spes 49).

No hay comentarios:

Publicar un comentario