miércoles, 11 de febrero de 2015

El Papa recuerda que un hijo es amado por ser hijo

11 febrero, 2015.
 
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En la audiencia general de este miércoles, el Papa ha continuado con su catequesis sobre la familia. En esta ocasión, ha señalado que los hijos son un don de Dios y que tienen que ser amados por lo que son. Un hijo no es querido “porque sea bello, sano, bueno; no porque piense igual que yo, o encarne mis deseos”. 

Francisco también ha defendido que el hecho de tener muchos hijos no puede tacharse de una decisión irresponsable, al tiempo que ha vuelto a resaltar la importancia de la concepción responsable.

El Papa ha reiterado el deber de reconocer que la vida humana es siempre digna, y que un hijo tiene que ser querido y aceptado por sus padres aunque esté enfermo o no sea cómo ellos esperaban. 

Francisco ha criticado la cultura del descarte que desprecia también a los ancianos: “Una sociedad que descarta a sus mayores es una sociedad sin dignidad, pierde sus raíces y se marchita”.


Palabras del Papa Francisco en el Aula Pablo VI durante la audiencia general:


Queridos hermanos y hermanas:

Siguiendo la serie de catequesis sobre la familia, hoy quisiera hablarles de los hijos como don de Dios para los padres y la sociedad. Un hijo es amado por ser hijo: no porque sea bello, sano, bueno; no porque piense igual que yo, o encarne mis deseos. Todos hemos sido hijos. Ser hijos nos permite descubrir la dimensión gratuita del amor, de ser amados antes de haber hecho nada para merecerlo, antes de saber hablar o pensar, e incluso antes de venir al mundo. Es una experiencia fundamental para conocer el amor de Dios, fuente última de este auténtico milagro. Además, este amor nos da fuerza para afrontar la vida sin miedo, construir un mundo nuevo, ser mejores cada día sin arrogancia y sin presunción.

El cuarto mandamiento que nos pide “honrar al padre y a la madre” está a la base de cualquier otro tipo de respeto entre los hombres. Una sociedad que descarta a sus mayores es una sociedad sin dignidad, pierde sus raíces y se marchita; una sociedad que no se rodea de hijos, que los considera un problema, un peso, no tiene futuro. La concepción de los hijos debe ser responsable, pero el simple hecho de tener muchos hijos no puede ser visto como una decisión irresponsable. La vida rejuvenece y cobra nuevas fuerzas multiplicándose. Los hijos crecen compartiendo alegrías y sacrificios. En el sucederse de las generaciones se realiza el designio amoroso de Dios sobre la humanidad.

(Infovaticana)

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Éxodo 20, 12:

"Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahveh, tu Dios, te va a dar."

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Encíclica de Pablo IV, Humanae Vitae, 10:

La paternidad responsable
"Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de "paternidad responsable" sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí.  

En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa conocimiento y respeto de sus funciones; la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas que forman parte de la persona humana.

En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la voluntad. 

En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido. 

La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismo, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores. 

En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia". 

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